La geografía pude aislar en extremo, también las líneas limítrofes. Bolivia se localiza en la recóndita zona andina, pero está encerrado entre países que le negaron una salida al mar. Esta incomunicación engendró un país tan original que cuesta trabajo descifrarlo
Texto y fotos: José Ignacio De Alba
LA PAZ, BOLIVIA. – Cuando a la frontera boliviana, la agente de migración está tan ocupada viendo un video de Youtube que me sella el pasaporte sin voltear a verme. La inteligencia artificial nos hace la guerra; nos quitará nuestros trabajos después de volvernos malos empleados. La agente olvidó, además, de darle a mi permiso un límite de estadía. Supongo que me puedo quedar para siempre en este país, por culpa de un descuido burocrático.
Día 324.
Entro bordeando el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo (3 mil 800 metros sobre el nivel del mar). Esto es lo más parecido que tiene Bolivia al mar y es tan grande que ciertamente es una marejada. Es frío y azulado. Los ventarrones de las montañas colindantes hasta generan oleaje.
Duermo en la Isla del Sol, el sitio donde, según el mito fundacional, los Incas empezaron su periplo para fundar su imperio.
Día 325.
Para llegar a La Paz el autobús en el que viajo debe subir a una embarcación para navegar y cruzar el estrecho de Tiquina. Luego seguimos el viaje por carretera unas seis horas más, aunque la ciudad esté a solo 154 kilómetros.
Por la noche llegamos a la urbe más poblada de Bolivia. Para describirla tendría que decir que está en un desfiladero que no termina de caer. Es una ciudad que se arrojó al vacío.
A lo largo de la historia los pueblos buscaron valles primorosos o avecindarse con ríos o lagunas para formar poblados. Pero no, en Bolivia se eligió el fondo de una cañada donde la gente vive sus días en caída libre.
La ciudad empieza en El Alto que está a 4 mil 150 metros sobre el mar, pero después la ciudad se extiende hacia el sur en vertiginosa bajada hasta el barrio de Calacoto que está a 3 mil 280 metros. Esta es una rareza del mundo, la ciudad tiene un desnivel de casi mil metros. Le pregunto al taxista si no hay inundaciones, a lo que me responde “no, aquí el agua siempre agarra para abajo”.
Llego a un hospedaje de arquitectura arriesgada. En este lugar no le tienen miedo a la fealdad, la hacen tan bien que se vuelve interesante. La estética de La Paz es una entremezcla de sueños y estilos, de pretensiones y fracasos.
La mayoría de las construcciones de La Paz están inconclusas, así la gente se evita pagar un impuesto de obra. Nunca un impuesto arruinó tanto una ciudad.
El delirio se vuelve un sueño cuando en el lobby me encuentro unos ajolotes en una pecera. El rarísimo anfibio endémico de Xochimilco, México. Pregunto al recepcionista sobre los animales y me dice que hay criaderos de ajolotes en el lago Titicaca y que mucha gente los colecciona en Bolivia. En México el animal se encuentra en peligro de extensión y en Bolivia es apenas una mascota de moda.
Día 327.
En casi todas las ciudades del mundo hay un reloj de referencia que da la hora. En México podría ser el de la Catedral Metropolitana, en Buenos Aires el de la Torre Monumental. En Bolivia está el del Congreso, pero es un aparto peculiar: las manecillas en vez de ir a la derecha giran a la izquierda y la numeración está al revés.
Este Reloj del Sur fue inaugurado en la presidencia de Evo Morales. La idea es que el sur tiene su propia hora. Pero no solo eso, el reloj es un llamamiento a la búsqueda de una identidad propia, la exploración de un camino nuevo, el “sarawi” dicen en Aymara.
En estos días subo 6 mil 88 metros hasta la cumbre del Huayna Potosí. La experiencia es tan extraordinaria que reservaré el relato para la siguiente entrega.
Día 332.
Este es el país con más población indígena de América (más del 60 por ciento). Pero Bolivia solo ha sido gobernado una vez por un indígena: Evo Morales.
Evo encabezó el llamado “milagro boliviano”, uno de los países más pobres del continente pasó a tener ingresos medios, el Producto Interno Bruto llegó a ser más del siete por ciento, el programa económico fue tan exitoso y estable que se volvió materia de estudio. La pobreza extrema casi quedó liquidada y la inversión en salud fue histórica, nacionalizó las reservas gasíferas y el litio.
Aunque tenía una retórica anticapitalista, tuvo sus devaneos. Él se integró a esa oleada llamada “socialismo del siglo XXI”.
Platico con el músico tradicional Édgar Quispe sobre el significado de que Evo haya gobernado, “Él rompió una barrera que se impuso en este país hace siglos, Evo Morales demostró que los bolivianos nos podemos gobernar, aunque demostró que eso es peligroso para los intereses del norte global, los intereses de Estados Unidos y Europa que han hecho de América Latina una neocolonial disfrazada de democracia”.
Quispe, que es aymara, cuenta que Evo también rompió paradigmas sobre el significado de ser indígena, “ser indígena era aceptado solo como una forma de folclore y en su forma más victimista, como un receptor pasivo de la buena voluntad de occidente. Pero Evo, al convertirse en presidente, hizo visible la organización política de los pueblos andinos”.
Uno de los legados de Evo fue convertir la bandera multicolor, que representa a las comunidades andinas, llamada Wiphala, en símbolo oficial en Bolivia. Hoy en día ondea en plazas, edificios públicos y está presente en eventos oficiales. Bolivia se autodenomina desde entonces “Estado plurinacional”.
Evo gobernó por 12 años, hasta que en 2019 un golpe de Estado lo obligó a salir del país.
Evo planteó desde el exilio que fueron los intereses mineros los que maniobraron para echarlo del poder. Desde la colonia española Bolivia fue la joya de la corona, en esta región estuvo Potosí, la mina de plata más rica del mundo. Pero desde hace unos años, la olvidada Bolivia se convirtió de nuevo en el centro de atención, en Uyuni se descubrió la reserva de litio más grande del planeta.
Este país me parece cercado no solo por su geografía, sino por la historia.
Día 333.
Bolivia es el único país de América Latina donde McDonalds quebró. Y sin que nadie se lo propusiera. El gran símbolo de la globalización y el capitalismo se tuvo que ir después de cuatro años de intentos por agradar al público. Hay estudios que reflexionan sobre la relación que tiene la gente con la tierra, con los mercados como punto de encuentro, incluso sobre las comidas tradicionales. Ni siquiera la cadena estadounidense se pudo ir con una explicación sobre su fracaso.
El restaurante de comida rápida más exitoso de Bolivia es “Pollos Copacabana”, una marca local especializada en pollos empanizados. Pero el verdadero comedor del país son los mercados.
La comida siempre me pareció un lugar de encuentro, pero en Bolivia la tiento como una forma de resistencia. La diversidad de los platillos andinos y su arraigo no tienen par. Perú logró catalizar esa diversidad y por eso se le considera una de las mejores cocinas del mundo. Pero Ecuador y Bolivia contienen esa misma riqueza, aunque sin la pretensión de colocarla en restaurantes boutique o sin figurar en revistas especializadas.
Día 334.
Vivir guarecida entre montañas la hace mantener un contacto de cuentagotas con el mundo, pero de pronto la geografía la entrampa. Bolivia ha buscado recuperar su antigua salida al mar, perdida a finales del siglo XIX en la Guerra del Pacífico, cuando Chile extendió su territorio, se hizo de Antofagasta y amplió sus límites hasta el paralelo 23.
Desde entonces Bolivia sigue reclamando una salida al Pacífico. Aun hoy encuentro grafitis en las calles con la leyendo “queremos mar”. Me parece justo y hasta poético.
Día 335.
Salgo de La Paz un día confuso. Por varias zonas de la ciudadhay desfiles por las “fiestas julias”, bandas escolares y bailarines paralizan la ciudad. Pero en calles aledañas hay una manifestación de médicos exigiendo mejores condiciones laborales. La algarabía y la furia quedan reunidas y sin conflicto en el centro, donde se admiten todas las pasiones.
En medio de esta convulsión me voy a la central de autobuses para seguir mi viaje al sur. Me entero que la terminal fue construida por Gustav Eiffel, el constructor de la Torre Eiffel. Cada día que pasa se agregan ingredientes bizarros a mi estadía en este país.
Viajo por la noche y entre fiebres sueño que nado entre ajolotes.
Día 336.
Bolivia tiene dos capitales. La Paz que es la ciudad más grande y donde se encuentran los poderes de gobierno. Y Sucre, la “capital constitucional”, una ciudad tan pequeña, bonita y ordenada, que a uno le hace extrañar el caos de La Paz. Usted se preguntará ¿para qué sirve una “capital constitucional”? Le cuento: no sirven de nada. Un invento más de nuestras insaciables burocracias.
*El 15 de agosto de 2022, José Ignacio De Alba emprendió un camino de miles de kilómetros en busca de las historias de una América latina inexplorada: la de sus márgenes y sus periferias. El viaje arrancó en Belice, nuestro pequeño y extraño vecino del sur. El objetivo es llegar a Ushuaia, la ciudad más austral del continente, a través de veredas y rutas olvidadas, donde se pueda contar la vida cotidiana de la gente común. En este espacio iremos publicando las historias que irá encontrando…
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Por José Ignacio De Alba
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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