Las reformas estructurales en México no sólo desprotegieron al campo sino que incentivaron el narcotrafico que el Estado asegura combatir. Las actividades criminales que derivan de la amapola florecieron como una respuesta a las políticas transexenales
Texto: Vania Pigeonutt
Fotos: Marcos Vizcarra
CIUDAD DE MÉXICO.- En 60 años México se convirtió en el segundo productor de amapola en el mundo. No lo hizo solo, sino a la sombra del Estado.
Las seis generaciones de sembradores de amapola en el Triángulo Dorado, Chihuahua, Durango y Sinaloa y las cuatro en Guerrero comparten condiciones de abandono de las políticas públicas de Estado que deben garantizar condiciones de educación, salud, apoyos sociales para el desarrollo. También viven en territorios armados que durante estas décadas han padecido procesos de desplazamientos forzados, desapariciones y homicidios.
Una de las revelaciones de Proyecto Amapola. Las deudas del opio, una iniciativa conjunta entre Noria Research, Center for US-Mexican Studies de La Universidad de California y México Unido contra la Delincuencia (MUCD), Revista Espejo y Pie de Página, explica cómo el país a través de sus reformas estructurales no sólo desprotegió al campo sino que incentivó al narcotráfico que asegura combatir.
“El boom de la amapola está asociado con las reformas del Estado mexicano en los años ochenta y noventa. El punto culminante fue la firma del Tratado de libre comercio (TLCAN-1994). Transformó ciertas regiones en potencias agrícolas regionales e internacionales, mientras que otras, como Guerrero, se convirtieron cada vez más en proveedora de mano de obra”, señala uno de los datos claves para comprender el planteamiento.
Para Noria Research, la droga es un recurso ilegal que perturba los equilibrios sociales y económicos. “El boom de la economía amapolera a partir de los años 1980-1990 representa un giro brutal que trastornó las perspectivas de trabajo, las relaciones entre espacios rurales y urbanos, y la forma en que se relaciona el Estado mexicano con sus márgenes”.
En su informe: Narcotráfico y capitalismo rural en la sierra de Guerrero, la etnógrafa Irene Álvarez recuerda las palabras del entonces candidato a la presidencia de México José López Portillo:
“A diferencia del desierto, donde las manos vacías se encuentran porque la tierra no es generosa, en Guerrero las manos vacías están en esa condición por el despojo, que es socialmente doloroso”.
Ocurrió en 1976 en Acapulco, Guerrero, justo en los años que el cultivo de amapola, importado del Triángulo Dorado, comenzara a poblar el Filo Mayor, la Sierra Madre del Sur. Tiempo después, ya como presidente, López Portillo dio paso al ascenso de una élite tecnócrata que implementó reformas políticas y económicas que marcarían la entrada del país al neoliberalismo.
En 1994 la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) favoreció la inversión extranjera para la producción agrícola. Eso incentivó el desarrollo de la agricultura comercial sobre la de subsistencia. “Dichas reformas estructurales produjeron una transición productiva que da preferencia a la agroindustria sobre otras formas de aprovechamiento de la tierra”.
Al quedarse sin fuentes de empleo, el campesinado guerrerense luchó por subsistir. De esta manera, observa Álvarez, los campesinos emprobrecidos entran al negocio ilegal, pero en una categoría de subordinación ante el negocio ilícito. Ellos son la mano de obra que supervive en un contexto de explotación.
“Para un sector de la población rural, la participación en el narcotráfico es una de las maneras de reorganizar un esquema económico que los relega a una posición subalterna. Así, la producción de amapola puede verse como respuesta a las crisis económicas y sociales del campo mexicano. Los cultivos ilícitos no son producto de una falta de Estado: son un efecto de las políticas estatales”, puntualiza.
El coordinador del Proyecto Amapola, Romain Le Cour Grandmaison, explica que este hallazgo fue logrado por el trabajo de campo desarrollado en zonas rurales de Guerrero. Los campesinos entraron en la economía de la amapola a partir de los años ochenta y noventa. Fue un contexto justamente de reformas estructurales del Estado, de privatización y transformación empresarial de la agro-industria en México, y de pobreza estructural y vulnerabilidad laboral crónica.
“La amapola integra una variación crucial: el recurso ‘providencial’ es ilegal. No se puede entender el peso de la amapola si dejamos de lado las implicaciones socio-económicas de su ilegalidad”, explica en su informe Entre maná e incertidumbre. La amapola como adormidera social en Guerrero.
“Para los habitantes de las zonas de producción en Guerrero, ¿qué consecuencias sociales tiene la inmersión en una economía ilícita? ¿Qué sabemos de las características de una vida laboral llevada a cabo en la ilegalidad? Por ejemplo, ¿qué implica esto en términos de construcción de la ciudadanía, de vida familiar, de relaciones entre habitantes, o de interacciones con las autoridades públicas? Por ende, ¿qué impacto tiene el estigma de la criminalización puesto en la cara de regiones y poblaciones enteras?”, cuestiona.
Estas provocaciones bien pueden dirigirse al Estado en su conjunto, a la relación que México tiene con sus cultivadores y con el cultivo, según plantea. Además, precisa que la rentabilidad del cultivo yace en la demanda y en la ilegalidad de la goma de opio.
“Los mercados de consumo incentivan la producción, y la remuneración es elevada por los riesgos y los pagos indispensables al transporte de la sustancia. Cada vez que el producto pasa por un intermediario, su precio se multiplica. Ellos captan la mayor parte de la riqueza, no los cultivadores”, dice.
Las deudas que las políticas estructurales tienen con los cultivadores de amapola no sólo tienen que ver con la siembra y su erradicación como tal. “La cuestión de los cultivos ilícitos no es únicamente un tema rural. Las ganancias que genera el mercado de las drogas fluyen constantemente entre las ciudades y las periferias, alimentando toda la economía local”.
La falta de ese capital en las más de mil 200 comunidades sembradoras de amapola en Guerrero no era tan visible hasta el 2017. Sin embargo, “el fentanilo alteró el mercado de la amapola y heroína. Nadie, ni los cultivadores ni los analistas, habían previsto la crisis del mercado de la goma”.
Por ello, para entender al cultivo se deben tomar en cuenta el negocio, el capital y las infraestructuras locales y regionales necesarias para su funcionamiento. “No se puede entender el desarrollo del narcotráfico sin tomar en cuenta que todo lo que facilita el comercio legal, también lo hace para el ilegal”.
Durante estas seis décadas del cultivo en los territorios amapoleros, 59 municipios, revela también Proyecto Amapola, las comunidades han sufrido varias transformaciones a su cultura y tradiciones. Han surgido fenómenos como el alcoholismo y violencias resultado de pueblos armados y con capital económico.
Las actividades criminales que derivan de la amapola no florecieron a la sombra del Estado, sino como una respuesta a sus políticas transexenales.
Las reminiscencias de la Operación Cóndor en la zona serrana de los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua durante los años setentas todavía son recordadas por sus habitantes más longevos como un periodo que vino a trastocar su dinámica social en los altos.
Surutato, el pueblo que se salvó del ‘narco’
Un pueblo enclavado en el mero municipio de Badiraguato, justo en el «Triángulo Dorado» de la producción de amapola y marihuana. Pero en Surutato la narcocultura ni el cultivo son un problema. ¿Por qué? Algo tiene que ver con esto un proyecto educativo…
Las cuatro generaciones de la amapola en Guerrero: del auge al ocaso del opio
En esta línea de tiempo ha habido guerrilla, desplazamiento forzado interno, homicidios, desapariciones forzadas, en uno de los estados más armados y militarizados a nivel nacional. Una constante: no hay mejoría en las condiciones de vida de la más de 150 mil familias que desde su auge en los años 80 siembran amapola, el único cultivo que, aún con la pandemia, es rentable. La Sedena mantiene su estrategia de erradicación de ilícitos
Durante cuatro décadas las mujeres han cultivado la amapola en La Montaña y Sierra de Guerrero. Pero eso sólo es una parte de su contexto. Las mujeres de estos pueblos también dan clases, cuidan de sus familias y defienden sus cultivos del Ejército, en un estado que tiene instalada la violencia feminicida
Replanteando al ‘enemigo común’
En la introducción de su libro, ‘Los cárteles no existen’, Oswaldo Zavala invita a abrir la caja de pandora que es la narrativa oficial construida alrededor del fenómeno del tráfico de drogas. Esta serie de imágenes de Fernando Brito invitan a observar una parte de este fenómeno social, no como una caja de pandora a la que más nos vale voltear la cara, sino como una realidad, tan alejada de aquellos mitos de ‘muerte y destrucción’, que raya en lo cotidiano
Jacinto: ‘rayar’ la goma desde los 6 años
“Tenía cuatro años cuando mi mamá me llevaba a la siembra de amapola. Y como a los seis me enseñé a ‘rayar’. Yo debía estar en la escuela y allá andaba trabajando. Ella sembraba sola amapola y mariguana. Aquí si las mujeres se quedan solas tienen que salir adelante así: solas”
Florecer en el anonimato: Consuelo, mujer antes que narco
«Las mujeres se vuelven las socias criminales perfectas, debido al machismo que existe en este mundo, pero también en la policía y en los medios, les resulta impensable que una mujer pueda tener poder de decisión y autoridad en los grupos criminales»
La Tierra Blanca de «Don Lalo” en el auge y caída de la goma de opio
“Don Lalo“ fue uno de los primeros capos del narcotráfico antes de los líderes de los grandes carteles. Su historia marca el auge y caída del mercado de la amapola. Cuando se fue Sinaloa, fue porque el negocio ya no tenía nada que ver con la flor
Entre la amapola, la militarización y la migración
Ensayo fotográfico. De la Montaña Roja –comunista– a la Montaña Roja –de la Amapola y de la violencia por los grupos del crimen reorganizado–, el fotógrafo busca reflejar las luchas, la violencia, y también el andar de un pueblo que resiste las condiciones más adversas. Toma prestadas las palabras del poeta Hubert Matiúwàa.
Goma de opio: una opción para campesinos en pandemia, pese a la violencia
Durante el año de pandemia por covid-19 el negocio para los campesinos productores de goma de opio representó una alternativa, revela la investigación multidisciplinaria del Proyecto Amapola
El péndulo de la precariedad: amapola, cultivadores y migración interna en el “Triángulo Dorado”
Históricamente, la producción de amapola era un tema fundamentalmente campesino. Los precios altos, que se mantuvieron durante décadas, habían contribuido a que las poblaciones serranas lograran sobrevivir en sus comunidades de origen. Sin embargo, el periodo reciente, hecho de fuertísimas convulsiones de mercado y condiciones excepcionales por las medidas de la pandemia del covid-19, han contribuido a romper algunas de las certidumbres de antaño
Las deudas del neoliberalismo con los cultivadores de amapola
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La amapola en el panorama agrícola mexicano
En los 59 municipios identificados como «amapoleros, por cada 38 hectáreas sembradas con cultivos legales hay una donde se cultiva amapola.
La amapola en territorio indígena de Nayarit: ruptura, bonanza y resistencia
Como ocurre con otros pueblos de México, en la región indígena de Nayarit la industria ilegal de la amapola ha influenciado la identidad étnica, política y económica de la comunidad, releva el investigador Nathaniel Morris
El alto precio de la prohibición
El prohibicionismo de drogas en Sinaloa ha tenido costos económicos, políticos y sociales. Este análisis toma como caso de estudio no solo el contexto histórico de las décadas de 1930 a 1970, cuando inició el prohibicionismo y se consagró con la “Operación Cóndor”, sino las décadas del 2000 al 2020, tiempo en que se mantuvo la llamada ‘Guerra contra las drogas’
Etnografía de la humillación en la Sierra de Guerrero
Podríamos suponer que son los cultivos ilícitos los que provocan la violencia de las sociedades agrarias. En este texto la autora plantea algo distinto.
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