El Paraíso se resigna al progreso petrolero

23 junio, 2024

Personal que trabajó en la construcción de la refinería de dos bocas Foto: Duilio Rodríguez

Paraíso, Tabasco, no volverá a ser el mismo, sus habitantes lo saben, y a ninguno le preocupa. La refinería Olmeca, construida en el puerto de Dos Bocas llegó para ser el pilar de desarrollo, ante esa ilusión, pocos piensan en los efectos negativos, como la contaminación o el cambio climático.

Texto: Arturo Contreras Camero 

Fotos: Duilio Rodríguez 

PARAÍSO, TABASCO.- Si uno pregunta por qué este municipio se llama Paraíso, pocos lo recuerdan. Algunos mencionan algo como que cerca del centro, cuando se asentó la cabecera del municipio por ahí de 1890, había una zona con muchos árboles de ese nombre, que no es paraíso, sino paráiso, una planta de la familia de las meliáceas. Por mucho tiempo fue un pueblo pequeño, en el que era común ver cangrejos azules caminando entre los mangles, las playas y los humedales; un lugar donde, como describió el poeta José Gorostiza, la orilla del mar no es ni agua ni arena, sino cosas que se juntan. Pero todo terminó con la llegada del petróleo. 

Hoy se alista para ser el punto neurálgico de la gasolina, la capital energética del país, como la llamó el exgobernador, exsecretario de Gobernación, y exaspirante presidencial, Adán Augusto López. La producción de la refinería Olmeca es la piedra angular del plan de autosuficiencia energética del presidente López Obrador. No solo son los 350 mil barriles diarios de combustibles que puede producir (casi la mitad del consumo del país, de 876 mil barriles diarios), sino gas y aceite, así como las materias primas para elaborar fertilizantes, entre pocos de los cientos de productos que se pueden derivar del petróleo.

La producción de la refinería Olmeca, junto con la de Deer Park, en Texas, que Pemex terminó de comprar en enero de 2022, y la de las otras seis del país, que se están rehabilitando, bastará y sobrará para abastecer la demanda nacional, aunque según ha dicho el presidente, la producción de la paraestatal no irá más allá de lo necesario, para cuidar el ambiente. 

Esa es tal vez la principal crítica a la construcción de la refinería Olmeca, la apuesta que se hace desde el gobierno a los combustibles fósiles cuando el término de moda es transición energética. ¿Por qué el gobierno no invierte más en energías renovables en vez del petróleo? El presidente ha dicho que él cree que tanto la política como la transición energética, son cuestión de tiempos.

“Es que la transición no es tan rápida”, dijo el presidente en una de sus rutinarias conferencias de prensa, a cuatro días de haber inaugurado la obra civil de la refinería. “Los que están en contra de la refinería Olmeca, pues aquí se equivocan. Los defensores de los gobiernos neoliberales no hicieron una refinería en más de 40 años, una sola”.

Después de casi medio siglo, en México se está terminando de construir la que muchos esperan sea la última refinería construida en el país, aunque parece poco probable, pues la larga muerte de los combustibles fósiles pareciera dilatar más, como nos ha demostrado el conflicto armado en Ucrania, o la propia tendencia de consumo de gasolina, que en Estados Unidos no dejará de crecer por lo menos hasta 2050.

Las obras de la refinería trajeron a la ciudad de Paraíso, un desarrollo no visto en 30 años, cuando se construyó el puerto de Dos Bocas a donde llega la producción del litoral de Tabasco y de la Sonda de Campeche, más de la mitad de la producción nacional

Tabasco fue la entidad donde se refrendó con más contundencia el proyecto político que encabeza Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones presidenciales. Aquí, Claudia Sheinbaum ganó con el 80 por ciento de los votos de los tabasqueños. La misma ventaja tuvo Javier May en la contienda por la gubernatura. Pero el destino de Paraíso fue un poco distinto, pues fue uno de los siete municipios que Morena perdió. Los pobladores de ese emblemático municipio decidieron darle el gobierno local a Movimiento Ciudadano, que promete construir el «Paraíso del futuro».

¿Hasta cuándo el petróleo será el futuro?

Mayo de 2022. Una pareja joven, novios apenas, romancean en la plaza central de Paraíso, se ven tranquilos, confían en que su futuro aquí está seguro. Ambos estudian ingeniería del petróleo y creen que en este lugar pueden encontrar un futuro mejor, tal vez hasta formar una familia. Detrás de ellos, se asoma la torre de desfogue de la refinería Olmeca en la que ven un faro de desarrollo.

Foto: Duilio Rodríguez

“¿Tú esperas trabajar aquí?” Lucero Mitchel Hernández responde ladeando un poco la cabeza y con los ojos echados pa’rriba: “Pues sí ¿no?”. La pareja se dice muy consciente de lo que implica extraer y explotar petróleo en plena transición energética. 

“Ahorita el petróleo es el que necesitamos más, porque se hacen varias cosas con él, pero más adelante va afectar, porque es mucho plástico, es mucha contaminación”, dice al respecto Luis Joel García. “¿Qué se puede hacer? –dice como para sí mismo– nada”. 

“Nada”, replica ella. “No se puede hacer nada porque al gobierno le favorece, tanto ellos como la economía dependen del petróleo. En las escuelas nos dicen que en México hay un montón de petróleo, que es una mentira eso de que ya no hay. Y sí, quieren –ellos, los de fuera– que dejemos de usar carbón, pero el petróleo es el patrimonio de México” dice con franqueza.

Foto: Duilio Rodríguez

Luis Joel reconoce que la dependencia al petróleo es mala, tanto como para causar un cambio climático, como ya lo reconoció la ONU, pero no parece muy preocupado al respecto, más pareciera que tiene una tonta ilusión de que algo más lo va a solucionar. “Puede ser como una adicción, difícil de dejar, nomás que sí se puede dejar, con la ayuda necesaria”, dice, aunque Mitchel niega tajantemente que sea posible una vida sin petróleo. “Hay varias formas de dejarlo, de otras formas”, asegura.

Ambos esperan ser trabajadores de alguna plataforma petrolera, en donde, por los riesgos asociados a extraer crudo en medio del mar, el salario es el doble que en un pozo convencional, según dicen los estudiantes. Con esos salarios privilegiados, ambos esperan formar una familia algún día, aunque saben que tal vez por la contaminación asociada al uso de combustibles fósiles sus hijas o hijos enfrentarán un panorama duro. “No tendría un buen futuro, va a haber mucha contaminación, y yo creo que van a aparecer más enfermedades que aún no existen y ese podría ser un problema”, reconoce Luis Joél. 

Lejos de ahí, en la colonia Lázaro Cárdenas, mejor conocida como La Petrolera, la vida ya cambió radicalmente, y no por el cambio climático, sino por ser vecinos a una obra que es más grande que la ciudad misma. La Petrolera se construyó junto a Dos Bocas y sus habitantes son beneficiarios de los frutos del petróleo. Aquí, pareciera que nada funciona sin el petróleo, o al menos sin el sindicato de los petroleros, que después de meses mandó un par de trabajadores para dar mantenimiento a las áreas verdes de la colonia. 

“¡Milagro!”, dice desde la puerta de su casa Luz del Alba Hernández. “Desde que el sindicato dejó de cortar las áreas verdes, por lo de la pandemia, ya por fin hoy vinieron a cortar. Quedó hasta la cintura el monte ese, por eso ya tiene como un año que lo empezamos a cortar entre los vecinos”. 

Detrás de prados como este, por donde los perros corren y los niños juegan, acaban de levantar una cerca. Es el límite de la refinería Olmeca, un complejo de 585 hectáreas, casi el triple del autódromo Hermanos Rodríguez, en la Ciudad de México. Luz del Alba está segura de que la refinería va a traer mucho beneficio al país, y que de eso algo les va a tocar directamente. “Es que aquí Pemex le da un porcentaje mensual del presupuesto al municipio”. 

Miles de trabajadores se movilizan en la ciuada con motonetas y triciclos motorizados. Foto: Duilio Rodríguez

“Sí es cierto que va a traer todo eso –retoma Luz del Alba– pero a nosotros como colonia sí nos dio en toda la torre”.

La Petrolera quedó atrapada entre las dos entradas principales de refinería, y por meses fue testigo del peregrinar de un ejército de 25 mil personas enfundadas en trajes naranjas, soldados-mandarina que por poco más de dos años han estado construyendo un monstruo de tubos, válvulas, acero y concreto. 

Durante los primeros dos años, Luz del Alba no solo vió cómo su carro se llenaba de polvo de la noche a la mañana, también vio cómo muchos de sus vecinos se fueron a otros municipios u otros estados y rentaron sus casas a las tropas naranjas del petróleo por más del doble de una renta normal, junto con ello, el costo de la vida en general subió.

Todos los días, al amanecer y al atardecer Paraíso se estremece con el paso bullicioso de los dos turnos de trabajo en la construcción de la refinería. Motocicletas cargadas de a tres, camiones que parecieran desbordantes cajas de mandarinas y mototaxis que la hacen de sedan desquician el tráfico de la ciudad. Traslados de 15 minutos se han vuelto hasta de una hora, aseguran los habitantes que evitan a toda costa salir a las calles entre esas horas.

Pronto, al menos la mitad de estos 25 mil trabajadores dejarán el lugar, y quedarán solo los más especializados junto con los ingenieros que aún trabajan en las obras pendientes, como la instalación de tuberías y electrónicos de integración general que eventualmente darán lugar a las pruebas y arranque de la refinación. 

* * *

La simbólica y prematura inauguración de la primera fase de la refinería, en julio de 2022, estuvo en línea con la orden presidencial de construir una refinería en dos años, una tarea titánica que ninguna empresa en el mundo aceptó, por lo que la entonces Secretaría de Energía, Rocío Nahle, junto el Instituto Mexicano del Petróleo y la subdirección del área de Proyectos de Pemex tomaron las riendas de la coordinación del proyecto. Ellos contrataron a empresas como Proyecta, ICA Fluor, Samsung, Indisa, la estadunidense KBR y Techint que han sido las encargadas de desarrollar el proyecto. 

Dos años después, Nahle ha dejado el proyecto y la región, y se prepara para asumir el cargo de gobernadora en Veracruz.

Como la mayoría de los habitantes de estos lugares, Esaúh Palma decidió aprovechar la llegada de la refinería para emprender y hacerse de algo de dinero. Vende desayunos en el paradero de camiones que está junto a una de las entradas de la refinería.

“Esto va a ser algo grande para el municipio, para el estado y para la nación. Esta va a ser una de las mejores refinerías a nivel Latinoamérica. Esto va a ir creciendo, ya cada día está creciendo más y más. En 5 años esto va a estar irreconocible. Tenemos gente de todos lados: chilangos, veracruzanos, de Tampico, mucho oaxaqueño, de donde quiera viene mucha gente. Esto va a crecer muchísimo”.

Así lo cree también Jesús Santos, pescador de 55 años en Nuevo Tornolargo, una colonia que fue desplazada con la llegada del puerto petrolero y que con la llegada de la refinería podría volver a ser desplazada. Él no tiene quejas, admite con facilidad la importancia de la obra, pero sobre todo agradece la llegada de los programas sociales del gobierno de López Obrador en el municipio.

Él solo es beneficiario de dos de ellos, el Bienpesca y Sembrando Vida, al que accedió con una pequeña parcela que tiene a las afueras de Paraíso, donde está creciendo Caobas, árbol pariente de las paradisíacas meliáceas. Con eso se da por bien servido. Intentó entrar a trabajar a la refinería, como obrero, pero lo rechazaron por la edad.

“A lo mejor con la refinería nos tengamos que volver a mover, como esa vez cuando llegó el puerto –cuando él apenas era un niño– que el mechero nos dejaba todas las casas pringadas de crudo, todas prietas amanecían las casas y las calles. Pero hace mucho tiempo que no hace eso, no creo que la refinería vaya a ocasionar algo así”. 

Espera que la operación industrial no asuste a los peces, pero acepta el arriesgue, y se acuerda de su hermano, que también es pescador, pero en Coatzacoalcos, donde ha habido una refinería desde los 60 del siglo pasado. Se acuerda del sabor del pescado de su hermano, que es un poco raro. 

Pescados y los típicos cangrejos azules son lo que menos se come en Paraíso. Ahora abundan las garnachas y los puestos de tacos estilo Baja California y de pastor. Como si fueran la punta de lanza de la urbanización, los restaurantes en el municipio se multiplicaron, también las tiendas de productos novedosos y tecnológicos, algo que entusiasma a Joel Moreno, joven de 15 años que vive en la Petrolera y nunca ha visto un cangrejo azul. 

Foto: Duilio Rodríguez

Como a muchos jóvenes de aquí, le llama la atención la ingeniería, especialmente la mecánica, o la naval, una apuesta segura en la capital energética del país. Sobre energías renovables no ha escuchado mucho; “solo que dicen que a la basura se le puede dar otro uso energético o que se pueda reemplazar igual por gasolina y cosas así, pero honestamente nunca me había puesto a pensar en eso”.

Son las seis de la tarde y el calor aminora en la colonia Petrolera. Joel con sus amigos se alegran de no tener que enfrentar la marejada naranja que desquicia la ciudad y poder echar una cascarita de futbol en las canchas de la colonia. No cree que eso vaya a cambiar, ni que la refinería le vaya a causar más contaminación. 

“Hasta ahora no han reportado nada de contaminación, hasta el momento, pero pues yo sup

ongo que como toda refinería puede pasar algo, como un derrame de petróleo, pero no más que eso”.

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Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.