Calakmul: los riesgos de la ‘salida’ militar

13 enero, 2024

La obra federal Tren Maya permanece bajo la administración y custodia del ejercito. Foto: Robin Canul

Las Fuerzas Armadas han asumido la responsabilidad y control de puertos marítimos y aéreos, aerolíneas, aduanas, control migratorio, distribución de medicinas y libros de texto, y la puesta en marcha de insignes mega obras de infraestructura como el AIFA y el tren peninsular yucateco. El giro militar del tren es tan solo un capítulo en la obra general de la vida pública de México bajo la ‘cuarta transformación’

Texto: Noé Mendoza

Fotos: Pie de Página

CALAKMUL, YUCATÄN.- La región de Calakmul, hoy un municipio en el actual Estado de Campeche, ha sido un punto neurálgico de civilizaciones antiguas y modernas. Durante el periodo Clásico Maya, la ciudad de los ‘Montículos Adyacentes’ era un nodo hegemónico de comercio y poder en cruenta competencia con la magnífica Tikal, ubicada en la actual Guatemala. Para el Estado-Nación mexicano del siglo veintiuno, Calakmul se erige como una joya del sistema nacional de Áreas Naturales Protegidas. La Reserva de la Biósfera de Calakmul fue creada en 1989 abarcando más de 7 mil kilómetros cuadrados de selvas medianas y altas. En 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) inscribió a la ‘Antigua Ciudad Maya y Bosques Protegidos de Calakmul’ como el primer patrimonio mixto – natural y cultural – que México aporta a la humanidad. En la ‘Cuarta Transformación’, Calakmul se ubica en el tramo 7 del tren peninsular yucateco mejor conocido como Tren Maya. Este tramo ha sido uno de los más contenciosos debido una amplia gama de amparos que han intentado detener la mega obra.

El Calakmul contemporáneo es también una región de alta marginación. De acuerdo con datos oficiales, la mitad de los calakmulenses padecen niveles de pobreza moderada y un poco menos de una tercera parte sobreviven bajo condiciones de pobreza extrema. Calakmul ha sido un municipio prioritario en la implementación de programas de asistencia social bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Muchos de sus habitantes abrigan altas expectativas sobre el tren peninsular yucateco mejor conocido como el ‘Tren Maya’.

El advenimiento del tren está transformando las principales poblaciones de Calakmul. Desde 2018, visitas constantes de funcionarios federales y la llegada de cientos de obreros y maquinaria de construcción han alterado la otrora suave cadencia – propia del modo de vida campesino – que caracterizaba la región. Pero a pesar de los cambios intempestivos que trae consigo el tren, la capital municipal – Xpujil – mantiene el semblante de un pueblo fronterizo. Sus familias provienen de diversos estados de la república y el flujo constante de camiones que transitan la carretera federal Escárcega-Chetumal levanta un manto de polvo constante que funge como telón de fondo para las actividades diarias de los aproximadamente 5 mil habitantes de este asentamiento.

⁠⁠El ejército mexicano ejecuta las obras de construcción del tren maya dentro de la zona cercana a la reserva de la biosfera de Calakmul.

Sin embargo, detrás de la polvareda vehicular y más allá de los obreros temporales ligados a la construcción del tren, a veces ocurren cambios casi imperceptibles que, aunque discretos, son fundamentales. Un cambio insospechado tuvo lugar la mañana del 15 de Junio de 2022. Ese día, ejidatarios de Calakmul se encontraban reunidos con funcionarios públicos de los tres órdenes de gobierno. Era una más de las innumerables reuniones de trabajo relacionadas con el tren. Al iniciar la reunión, Javier May – el entonces nuevo director de FFonatur – expresó un balance escueto del tipo de relación que había tenido el gobierno Federal con los ejidos del sureste mexicano.

«Algo tenemos y es que ha sido muy difícil, y ustedes no me dejarán mentir, poder organizarnos y ponernos de acuerdo con los pueblos. Ha sido muy complicado»

dijo Javier May.

A continuación, se presentó un teniente coronel como responsable de la construcción del tramo 7 del tren. El teniente coronel expuso que la empresa paraestatal Olmeca Maya Mexica – administrada por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) – estaría a cargo de la construcción y operación de un hotel de 80 habitaciones cerca del sitio arqueológico. El anuncio del hotel contrariaba acuerdos y promesas previas entre representantes ejidales, prestadores de servicios y Fonatur. El acuerdo previo giraba en torno a definir un modelo de negocio donde la variada pero incipiente oferta turística local jugaría un rol protagónico. 

Durante la reunión, representantes de tres ejidos que serán atravesados por el tren presentaron una serie de ‘condiciones mínimas’ para proceder a otorgar tierras para el proyecto. Entre las condiciones destacaba la demanda de construir una sola estación en el municipio – en Xpujil – a más de 60 km de la desviación que se adentra en la Reserva de la Biósfera de Calakmul. Los representantes ejidales querían evitar presiones de urbanización dentro del Área Natural Protegida y en cambio, promover el aumento de la pernocta turística en la zona urbana donde ya existe infraestructura hospitalaria local. La reacción de Javier May ante la propuesta ejidal reflejó el nuevo enfoque que el gobierno federal había adoptado en torno al tren.

Militares custodian las instalaciones de la estación del Tren Maya en Campeche.

«A mí se me hace interesante la propuesta presentada [por los tres ejidos], pero de una vez se los digo, si el Presidente ve este oficio, no le va a gustar porque él no ha actuado así con ustedes, con el pueblo». – expresó Javier May.

Reaccionando ante la propuesta ejidal, el teniente coronel de Sedena insistió en que el criterio técnico debía prevalecer por encima de cualquiera otra consideración. No podían asumirse como iguales la perspectiva comunitaria y el trabajo de escritorio elaborado por especialistas.

«[Los planes de Sedena] son documentos técnicos, muy técnicos en donde se hacen los análisis de los medios de transporte… al final de cuentas, son los especialistas quienes convergen en los resultados aquí presentados.»– enfatizó el teniente coronel.

Durante la reunión del 15 de Junio en Xpujil, el representante de SEDENA infirió que los paquetes turísticos – un aspecto que generó expectativas positivas entre prestadores locales de servicios turísticos – no serían codiseñados con los calakmulenses. Ahora, Sedena y su grupo de expertos decidirían unilateralmente todos los detalles del modelo de negocio turístico en Calakmul. El teniente coronel fue enfático: Sedena y Fonatur operarían con discrecionalidad y ninguna información se compartiría con los ejidos ni prestadores de servicios locales.

«Lo hemos vivido en muchas ocasiones. Presentamos algo que todavía estamos trabajando, algunos están de acuerdo, otros en desacuerdo y finalmente cuando ya concluimos el trabajo ejecutivo, a veces completamente distinto a lo que se planteó inicialmente, pues ya tenemos ahí un conflicto. Entre que “a mí ya me habían dicho que iba a ser así y ahora lo hicieron asá”. – explicó el teniente coronel.

Después de la reunión, los representantes ejidales tenían claro que algo había cambiado en su relación con el gobierno federal. ¿Qué cambió en el enfoque del gobierno federal? ¿Por qué ocurrió esté giro?

Clientelismo y participación

Desde 2018 tuvieron lugar innumerables reuniones entre funcionarios federales y representantes de los ejidos afectados por el trazo del tren. Antes de la llegada de Javier May, Fonatur era dirigido por Rogelio Jiménez Pons. Bajo la batuta de Jiménez Pons se enfatizó el diálogo con los ejidos para supuestamente para co-diseñar un proyecto que venía a ‘saldar una deuda histórica del Estado mexicano con el sureste’ (Jiménez-Pons dixit). Además de la construcción de vías férreas y estaciones, el tren peninsular yucateco quería reordenar territorios rurales y urbanos con el objetivo de atraer capitales privados en el sector turístico y la agroindustria. La meta era generar nuevas oportunidades de empleo en zonas marginadas.  Todo esto, bajo criterios de preservación ambiental y guiados por la indefectible y prioritaria participación comunitaria – decían los funcionarios de Fonatur.

Los ejidos de las zonas rurales de la Península de Yucatán participaron ampliamente en un proceso de consulta sobre la construcción del tren a finales de 2019. En esta consulta vinculante los ejidos plantearon sus demandas comunitarias al gobierno federal. Mejorar las clínicas de salud, los servicios educativos, las vías de comunicación y el acceso al agua se ubicaron entre las principales demandas formuladas por los representantes ejidales. Ninguna de las asambleas ejidales consultadas solicitó la construcción de un tren. Tampoco hubo ningún representante ejidal que solicitara reordenar sus territorios urbanos y comunales para favorecer la llegada de capitales privados. Sin embargo, el ejercicio de consulta del tren, más que una evaluación de los potenciales beneficios y amenazas de un proyecto de desarrollo, derivó en un intercambio donde el gobierno implícitamente planteó: ustedes ejidos aceptan el tren y yo gobierno les doy mejores servicios públicos y más asistencia social.

Elementos del ejercito y la guardia nacional custodian el recorrido del presidente de la república Andrés Manuel López Obrador en su paso por la estación de Teya en Yucatán.

«No estamos vendiendo nuestro ejido. Aceptamos el tren que nos propone el presidente. Pero queremos más apoyos para nuestra comunidad». – expresó un representante ejidal en la asamblea deliberativa de X-hazil, Quintana Roo el 15 de diciembre de 2019.

Durante la consulta no se explicó por qué era necesario construir un tren y reordenar el territorio como condición para satisfacer las demandas de servicios públicos y asistencia social planteadas por los representantes ejidales. De acuerdo con la Constitución mexicana, el Estado mexicano tiene la obligación de brindar servicios públicos sin necesidad de negociar megaproyectos como el tren peninsular yucateco que explícitamente están conceptualizados como ‘detonadores de inversión’. Sin embargo, 985 ejidos aprobaron el proyecto ‘Tren Maya’ por unanimidad. El diálogo que tuvo lugar entre gobierno y ejidos durante la consulta del tren reflejó una relación clientelar y participativa.

El componente clientelar en la relación campesino-Estado no es nueva en el contexto político mexicano. Se trata de una praxis gestada en la Revolución Mexicana y el populismo ejercido por sus caudillos. Esta tradición, también conocida como Nacionalismo Revolucionario, alimenta al obradorismo y éste tira de sus hilos con gran destreza. El componente participativo en el diseño del tren sí constituyó una novedad. La interacción horizontal y frecuente de funcionarios de alto nivel con los ejidos fue un aspecto notable que distinguió a Fonatur antes de 2022. Sin embargo, la vacuidad de promesas de justicia social, demoras administrativas, inercias estructurales en la forma de ejecutar obra pública en México y juicios de amparo promovidos por múltiples actores sometieron la construcción del tren a presiones de tiempo que propiciaron un giro radical en el enfoque del presidente.

Autoritarismo y tecnocracia

⁠Militares izan la bandera de México en la estación de Teya, Yucatán.

El cambio de enfoque consistió en pasar de un modelo de rasgos clientelares y participativos a uno de tintes autoritarios y tecnocráticos. La reunión del 15 de Junio del 2022 en Xpujil evidenció que para SEDENA, la participación local es prescindible en proyectos como el Tren Maya aun cuando, de acuerdo con el mismo Javier May, ‘es un proyecto de vida y de las futuras generaciones’.

En la conmemoración del día de la Fuerza Aérea Mexicana, el presidente López Obrador anunció la creación de la empresa paraestatal Olmeca Maya Mexica: una integradora diseñada para administrar el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), el ‘Tren Maya’, los aeropuertos de Tulum, Chetumal y Palenque.

«Esa empresa que va a depender de las Fuerzas Armadas, va a destinar el 75% de sus utilidades para las pensiones de marinos, de soldados, de integrantes de las Fuerzas Armadas, y lo hacemos para que se fortalezcan estas instituciones del Estado.» Dijo López Obrador el 10 de febrero de 2022.

El 15 de junio en Xpujil, Javier May explicó:

«El presidente está planteando que futuros programas ya sean derechos: el programa de adultos mayores, las becas de estudiantes, el programa de discapacidades, Sembrando Vida, todos los programas… ¿De dónde se fondean? Se van a fondear del turismo. De ahí va a salir el recurso.»

El tren, concebido como detonador de inversión debe generar utilidades para las pensiones de las Fuerzas Armadas y generar ingresos públicos – vía impuestos – para los programas sociales de la Federación. Por ello se plantean expectativas monumentales de crecimiento turístico para la Reserva de la Biósfera de Calakmul: tres millones de visitantes anuales es la meta que Fonatur ha planteado para el sitio arqueológico ubicado en la zona núcleo de la Reserva de la Biósfera. Actualmente, la zona arqueológica de Calakmul registra alrededor de 40 mil visitantes anuales.

Es evidente que múltiples factores se han conjurado para propiciar el giro militar del tren: la necesidad de generar exorbitantes utilidades en el corto plazo, presiones de tiempo, retrasos jurídicos y operativos. Fuera del reflector de las reuniones públicas, funcionarios de Fonatur comentan que la cantidad de amparos que tienen que enfrentar ha sido apabullante. Estos llegan por distintos frentes: empresarios, activistas ambientales, el movimiento indígena-zapatista, etcétera. Todos estos factores se han conjugado en un cóctel que ha propiciado la transición del modelo clientelar-participativo a uno autoritario-tecnocrático.

La salida… militar

En 2017, el líder de Morena y entonces aspirante presidencial AMLO publicó el libro titulado ‘2018. La Salida: Decadencia y Renacimiento de México’. En esa obra, el ahora Presidente de la República planteaba el combate a la corrupción, la honestidad y la austeridad como ejes de su proyecto de regeneración nacional. Con la ventaja de una mirada retrospectiva, hoy se puede afirmar que la insospechada ‘salida’ elegida por el obradorismo para afianzar un control mínimo del aparato estatal y concretar obras prioritarias terminó siendo una creciente militarización de la vida pública de México.

Movilización de la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano custodiaron el primer recorrido del ejecutivo federal del tramo Campeche-Cancún.

No tenemos evidencia de que los dirigentes de Morena hayan encubierto intenciones militaristas en la etapa previa a la elección del 2018. Prevalece el hecho de que, durante el gobierno de AMLO, las Fuerzas Armadas han asumido la responsabilidad y control de puertos marítimos y aéreos, aerolíneas, aduanas, control migratorio, distribución de medicinas y libros de texto, y la puesta en marcha de insignes mega obras de infraestructura como el AIFA y el tren peninsular yucateco. El giro militar del tren es tan solo un capítulo en la obra general de la vida pública de México bajo la ‘cuarta transformación’.

El caso del tren evidencia que el obradorismo no pudo ver más allá del militarismo porque se concibe al pueblo como homogéneo y sumiso. El pueblo no se organiza por sí mismo. Éste debe ser guiado por las autoridades del Estado. Para eso fueron electos los funcionarios públicos. Ni la sociedad civil crítica e independiente, ni los ambientalismos, ni los indigenismos anti-capitalistas son actores políticos legítimos. Amor con amor se paga, pero cuando el intercambio no fluye, cuando se quiebra el clientelismo, hay que recurrir al único actor confiable y eficaz dentro de la obcecada maquinaria del ‘elefante reumático’. Y entonces se delinea un patrón insospechado. Cuando el pueblo no responde y no se vislumbran alternativas en el corto plazo, las Fuerzas Armadas se erigen como ‘la Salida’.

Los riesgos

Las Fuerzas Armadas en cualquier Estado-Nación son por definición una institución piramidal y tecnocrática. Ellas no existen para conciliar. Su función es ejercer la autoridad por la fuerza. Son la última instancia. Aquella que es útil cuando los instrumentos no violentos de la política se han agotado. El Presidente pretende que las Fuerzas Armadas salvaguarden y defiendan la infraestructura y servicios estratégicos que se les están otorgando. Sin embargo, por la experiencia Sudamericana – por referirnos tan solo a una región culturalmente vinculada a México – sabemos que otorgarle demasiada autonomía financiera a las Fuerzas Armadas es una mala apuesta. En Chile y Argentina las milicias nacionales históricamente han controlado múltiples industrias. Ello no ha prevenido que, en coyunturas geopolíticas de alta tensión, el mando militar subsuma al mando civil y con ello, se abra la puerta a atrocidades de Estado. Generar las condiciones para que las Fuerzas Armadas tengan mayor autonomía económica – como se pretende con el tren peninsular yucateco – no es un incentivo de lealtad.

En México se está alterando una relación de poder civil-militar que idealmente debería siempre supeditar a las Fuerzas Armadas bajo las instituciones democráticas. La experiencia Sudamericana entre otras, deberían cuando menos sugerirnos ver a la Fuerzas Armadas con escepticismo democrático y obligarnos a pensar en alternativas más allá del clientelismo esperado de un pueblo homogéneo y sumiso. Desearíamos que el tren peninsular yucateco con sus consecuencias transformadoras, en lugar de ser controlados por Fuerzas Armadas autoritarias y tecnocráticas, respondieran a los intereses, controles y motivos provenientes de abajo.

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