Después de pasar más de 80 años en Suecia, el gobierno federal repatrió 24 piezas sagradas que pertenecen al pueblo yaqui. Las piezas fueron sustraídas del país en 1930, y además de ser fundamentales para la realización de la danza del venado, son un testimonio vivo de la guerra de exterminio que el Estado mexicano hizo en contra de los yaquis
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: INPI
CIUDAD DE MÉXICO. – El gobierno federal formalizó el retorno de 24 piezas ceremoniales hacia la tribu yaqui. Se tratan del Masso Koba y sus objetos ceremoniales, los cuales son fundamentales para llevar a cabo la danza del venado que realizan los pueblos mayos y yaquis de Sonora.
Los objetos se encontraban en Suecia, en el Museo Etnográfico de los Museos Nacionales de la Cultura del Mundo, esto, porque en la década de los 30 un grupo de investigadores suecos los encontró en el estado de Tlaxcala.
Su regreso al pueblo yaqui no es una casualidad, sino que es parte del Plan de Justicia Yaqui que el gobierno federal ha implementado para saldar la deuda histórica que el Estado mexicano tiene con estos pueblos, quienes sufrieron una guerra de exterminio durante el porfiriato para colonizarlos.
El plan consiste en 20 puntos que abarcan la restitución de la tierra, el agua, y derechos culturales y sociales que les han negado, o arrebatado, al pueblo Yaqui.
También, entre las acciones está la devolución de más de 20 mil hectáreas a la tribu; la construcción de un acueducto de 158 kilómetros para el abastecimiento de agua; la creación de un Distrito de Riego administrado el pueblo; la recuperación del Río Yaqui; una universidad; la construcción de un hospital regional y seis clínicas; una radiodifusora; además de inversión en programas sociales y culturales.
Entre las acciones que ha implementado están el pedir perdón por el etnocidio cometido en su contra (particularmente durante la época del porfiriato);
Por eso, el proceso de repatriación no solo recayó en las instituciones del Estado mexicano, sino que también contempló a instancias del gobierno tradicional yaqui, un comité de cultura, el Comité de Tratados Indios y el gobierno de Pascua Yaqui.
Todos estos organismos (de la tribu yaqui y del gobierno de México) participaron en las gestiones que realizaron ante el museo sueco donde se exponían las piezas para recuperarlas, y forman parte de una estrategia que el gobierno mexicano inició en 2012 para recuperar los objetos arqueológicos que ilegalmente se han sustraído de nuestro país.
De acuerdo con un comunicado del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, el proceso de repatriación de los objetos sagrados comenzó en 2017. Para 2019, esta gestión la asumieron la presidencia de la república, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el INAH, respaldados por el Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Pero la historia para recuperar las piezas arqueológicas que decoran las vitrinas de los museos europeos no es nueva.
En 2012, el museo Barbier-Mueller de Barcelona cerró sus puertas tras 15 años de operaciones para subastar una amplia colección de piezas arqueológicas a los coleccionistas. Tras la noticia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia inició una estrategia para recuperar el arte de las culturas que habitaban el territorio nacional, y con eso, evitar que pasara a manos de coleccionistas.
La estrategia consistió en que el INAH interpuso ante la entonces Procuraduría General de la República una denuncia por tráfico ilegal. La denuncia no impidió la subasta, pero sentó un precededente para las futuras gestiones: que en Europa, y el mundo, se sepa el arte que llena sus museos fue traficado ilegalmente.
Este discurso, que en los hechos es cierto, crispó las relaciones entre los museos y coleccionistas europeos, quienes ante la posibilidad de ser partícipes en el tráfico ilegal de objetos arqueológicos, han visto mermadas sus subastas y ganancias (millonarias) por estas actividades. Sin embargo, cabe aclarar, las subastas se siguen realizando, aunque con mayores niveles de tensión.
Así, la acción de repatraición cumplió un doble propósito: por un lado, recuperar el arte que desde la conquista han saqueado coleccionistas y traficantes de nuestro territorio, y también resarcir una deuda histórica con el pueblo yaqui.
La danza del venado es uno de los rituales más profundos que los pueblos yaquis y mayos han preservado en Sonora. Sin embargo, su realización se ha dificultado debido a la falta de dinero o la ausencia de sus objetos sagrados.
Pero los pueblos yaquis se han sobrepuesto a esto, y en algunos casos han podido recuperar esta parte fundamental de sus tradiciones.
Las dificultades para realizarlas, sin embargo, no son nuevas. Esto, porque desde hace más de un siglo los yaquis han enfrentado una guerra de exterminio en su contra.
Su episodio más cruento ocurrió durante el porfiriato, donde el régimen llevó a cabo un etnocidio con el fin de frenar la resistencia del pueblo yaqui a ser colonizado.
El saldo es incalculable, pero se estima que se asesinaron a miles de sus habitantes, mientras otros miles más fueron exiliados de su territorio. Y además, para muchos pueblos, esta guerra también significó la pérdida de sus tradiciones y memoria, las cuales se han ido recuperando poco a poco gracias a quienes se han negado a ser exterminados con el paso del tiempo.
Por eso, afirma el INPI, el retorno de estas piezas es un hecho trascendental para la memoria y la justicia del pueblo yaqui, pues “constituyen parte de un registro invaluable de este periodo histórico de confrontación y exterminio”.
Para formalizar la entrega de las piezas a las autoridades tradicionales de la tribu yaqui, el INPI realizó una ceremonia donde estuvieron presentes los gobernadores, pueblos mayores, capitanes, comandantes y secretarios que conforman la estructura del gobierno tradicional de los ocho pueblos yaquis de Vícam Pueblo, Pótam, Ráhum, Huírivis, Belem, Tórim y Cócorit-Loma de Guamúchil.
Entre las piezas que han regresado a manos de la tribu yaqui se encuentran Téneboims, Áyams y un Rijutiam, objetos ceremoniales para la danza del venado.
También s repatriaron dos Majka’o, u koyolim, u Tono jismuia, una Pi’isam, una Áya y una Palma usados en la danza de Pascola; así como máscaras y artefactos de madera usados en las Chapayecas.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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