En 2009, cuando Ostula expulsó a las células del crimen organizado, Pedro era un niño y Saúl, un joven. Hoy ambos han asumido cargos dentro de sus comunidades. Explican por qué defienden este proyecto
Texto y fotos: Alejandro Ruiz
SANTA MARÍA OSTULA, MICHOACÁN.- Una mesa de plástico debajo de un palmar es el escenario donde Pedro y Saúl, dos jóvenes originarios de Santa María Ostula, Michoacán, se reúnen para organizar la naciente comisión de comunicación de la comunidad.
Entre sonrisas que escapan a la seriedad de sus rostros, revisan viejas fotografías de las visitas que hizo la comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en apoyo al levantamiento armado de la comunidad para defender su territorio de las células del crimen organizado.
«Esa es mi mamá» dice Saúl sorprendido, al ver una foto donde se encuentra también el entonces Subcomandante Marcos durante su visita a Santa María Ostula en abril del 2006 en el contexto de la Otra Campaña.
Varias de las y los indígenas nahuas que aparecen en la foto serían los mismos que en 2009 y 2014 fortalecerían su guardia comunal para defender y recuperar su territorio de la ocupación de los Caballeros Templarios, lo que le ha costado la vida a decenas de personas de Ostula.
“Ahí está, mira”, señala, y se voltea hacia quienes le acompañamos.
Al preguntarle a Saúl cuál es la razón por la que decide defender su territorio, responde sin titubear:
“En lo personal yo soy papá de dos niños, y me preocupa eso. No sé, si no defendemos la tierra donde estamos algún día podemos ser despojados de aquí, y eso me preocupa, por eso la defendemos.”
A mediados del siglo XX migrantes provenientes del sur de Jalisco, Colima y otras zonas de Michoacán comenzaron a invadir la zona de “La Placita”, perteneciente al territorio ancestral de la comunidad nahua de Santa María Ostula.
De acuerdo con los testimonios que integran la investigación Tierra de Xayacates, realizada por el periodista independiente Heriberto Paredes, la población mestiza que ocupaba el territorio de Santa María Ostula despreciaba mediante a las y los indígenas nahuas de la costa-sierra michoacana.
La comunidad originaria entonces comenzó a organizarse para la recuperación de tierras; y en la década de los cincuenta presentaron una demanda agraria en donde exigían el reconocimiento de las 25 mil 580 hectáreas que comprenden el territorio de Santa María Ostula desde hace siglos.
Los tribunales, sin embargo, no reconocieron el derecho a la comunidad a tomar posesión de su territorio; y comenzó una disputa legal que hasta el momento no ha cesado.
Es así que en 2009, amparados en el convenio número 169 de la OIT, la población de Ostula decidió conformar su guardia comunitaria bajo el amparo de los usos y costumbres reconocidos para las comunidades indígenas del país, y emprendió las acciones de recuperación de tierras en la región que llamarían San Diego Xayakalan.
Hoy este territorio se encuentra en constante disputa con la comunidad mestiza de La Placita, quienes pretenden adjudicarse mil 250 hectáreas de tierras del territorio de Ostula.
Pedro, quien es originario de la comunidad de Marialitos, tenía 10 años cuando ocurrieron estos hechos, y recuerda que en aquel entonces él vivió la recuperación de los terrenos de Xayakalan desde su escuela.
“En la comunidad había dos zonas escolares, una manejada por los indígenas y la otra por la gente de La Placita. Yo estaba en la de la gente de La Placita y hasta los mismos maestros nos discriminaban por ser indígenas. El día que la comunidad fue a tomar los terrenos los profes hasta suspendieron clases, pues vieron que la gente bajaba con rifles y machetes.” relata.
Pese a que la comunidad nahua logró tomar posesión, la respuesta por parte de los grupos de interés que habitaban La Placita no fue menor. Además de interponer una demanda en contra de los comuneros de Santa María Ostula, organizaron acciones armadas para desplazar a los indígenas nahuas que habían recuperado su territorio ancestral.
En aquel entonces Pedro vivió de cerca el proceso y la tensión del conflicto, y atestiguó cómo grupos del crimen organizado –en ese entonces Los Caballeros Templarios– armaron a gente de la misma comunidad y asesinaban o desaparecían a los rostros más visibles que dirigían la lucha de Santa María Ostula por su territorio.
“Hubo un tiempo en donde nos ganaban”, recuerda Pedro; “y aunque entramos en defensa no se podía controlar todo, aunque ahora era menos fácil que vinieran a humillarnos, antes nomás venían y nos humillaban.”
Los intereses por este territorio no eran menores; al estar ubicada en la región costera de Michoacán colindante con Colima era una ruta predilecta para el tráfico de drogas del Puerto de Lázaro Cárdenas hacia Manzanillo. De ahí que las células de los Templarios, quienes se hacían pasar por pequeños propietarios libraban una batalla legal en los tribunales.
Empero, no solo es el crimen organizado quien disputa el territorio, sino una simbiosis entre empresarios mineros que tienen intereses por explotar el oro y los minerales que hay dentro de los cerros de Ostula. Esto ha propiciado una serie de violaciones a los derechos humanos que ninguna autoridad ha retomado para asegurar la justicia a las y los comuneros.
La zona estuvo bajo asedio durante más de 5 años, y de acuerdo con los registros de la comunidad sistematizados por el periodista Heriberto Paredes, de 2009 a 2014 se contabilizaron 35 personas asesinadas –entre ellas dos menores de edad– y la desaparición de seis más. Todas ellas habitantes de la comunidad, la mayoría dirigentes, maestros o autoridades comunitarias.
Pedro recuerda que tras el surgimiento de las autodefensas en Michoacán la historia de la lucha de la comunidad de Ostula se fortaleció debido a las alianzas regionales que entabló la guardia comunitaria con otros grupos que comenzaron a disputar la seguridad de sus territorios ante la incapacidad de las autoridades estatales y federales para hacerle frente a las células del crimen organizado.
“Vinieron las autodefensas y de ahí es otra historia. Hoy estamos imparables e inquebrantables aquí en Ostula” dice Pedro orgulloso mientras reconoce la valentía y el coraje con el que sus familiares y conocidos iniciaron esta lucha.
“En ese entonces a veces teníamos miedo” relata Pedro “pero entre la gente que se da ánimo el miedo se te va. Cuando ves las acciones, el valor y el coraje de todo el pueblo ya no tienes miedo.”
Este nuevo capítulo en Ostula atrajo consigo que los miles de desplazados y desplazadas por la violencia del crimen organizado, pero también por las históricas condiciones de marginación que padecen los pueblos indígenas, pudieran retornar a su territorio.
Saúl recuerda que aunque él no estuvo presente en la lucha de 2009 debido a que tuvo que migrar, su retorno a Ostula implicó un reencuentro con sus raíces e inmediatamente comenzó a participar en el proceso organizativo de su comunidad.
“Para mí, vivir en Ostula es vivir bien, es poder acceder a lo que se requiere sin complejidades. Aquí nadie asalta, nadie roba, todo está en orden, vivimos tranquilos, cualquier persona puede desplazarse sin que nadie te moleste. Eso es Ostula para miíahora.”
Dentro de la comunidad, la construcción del autogobierno y la defensa del territorio han propiciado que en Ostula se ensayen nuevas formas de organización comunitaria que hunden raíz en las tradiciones, usos y costumbres del pueblo nahua.
“Nosotros apenas vamos empezando” dice Pedro, mientras explica el proceso organizativo que se vive en la comunidad.
“Cada año se eligen guardias y encargaturas, y a nivel comunal se cambian guardias cada año, en estos cargos pueden participar las personas mayores de 18 años.” Relata.
La propiedad comunal de la tierra en Ostula propicia que los bienes emanados del territorio sean de toda la comunidad, es decir las playas, las tierras, los cerros, los ríos son de todos y nadie es dueño de algo, sino todos son dueño de todo.
“Aquí todo es de todos” enfatiza Pedro; “nadie puede negarte acceder a la playa, a irte a un río, a caminar por el cerro. Antes no era así, se nos prohibía o teníamos miedo, pero ya lo perdimos.”
La forma de organización al interior del territorio para la administración de los recursos y la seguridad se erige en tres grandes autoridades: Comisariado de Bienes Comunales, Consejo de Seguridad y Asamblea General, los cuales se dividen en encargaturas que corresponden a zonas específicas que nombran concejales y encargados del orden.
Actualmente Pedro, a sus 22 años, es consejero de su encargatura; e integra la comisión de comunicación, junto con Saúl y otros compañeros designados por la Asamblea. Su tarea es la difusión y reconstrucción de la memoria, tradiciones y costumbres de Ostula.
“Cada año se eligen guardias y encargaturas” explica Saúl. “Igualmente a nivel comunal se cambian guardias cada año, y las personas mayores de 18 años pueden participar en esto y resultar electo, por lo que la responsabilidad es de todos.”
“Por ejemplo” detalla, “muchos jóvenes también son guardias, mi sobrino de 18 años es encargado del orden, un dirigente de su encargatura.”
Cuesta imaginar que a tan solo unos kilómetros de donde el Cártel Jalisco Nueva Generación controla municipios y pueblos enteros, existe un dique en resistencia que a paso seguro avanza.
El proceso de Santa María Ostula no solo está marcado por la historia que ha marcado a sus habitantes, pues es palpable que de los cientos de asesinatos, de la violencia generalizada, del olvido institucional y de la amenaza constante, hoy aquí hay paz y la determinación de no dar ni un paso atrás para la defensa de su territorio.
“Invito a la sociedad, a toda la gente que quiera venir a ver y comprobar que aquí estamos en paz, que pueden venir a la playa, conocer lo que pasa aquí, de que otros mundos sí son posibles y Ostula es un ejemplo” concluye Pedro mientras la tarde cae.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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