El fotógrafo Duilio Rodríguez acaba de ganar el Premio Nacional de Periodismo y Derechos Humanos Rostros de la Discriminación con un ensayo fotográfico sobre migrantes afrodescendientes en México. En entrevista, advierte: el sistema económico ha creado una narrativa que criminaliza un tipo de migración
Texto: Daniela Pastrana
Foto: Sandra T
CIUDAD DE MÉXICO.- Son 27 imágenes en blanco y negro. Muestran a personas que han caminado miles de kilómetros en busca de un lugar para vivir. Personas de piel oscura y cabello crespo, fáciles de ubicar en las fronteras de México. La serie fotográfica acaba de ser reconocida con primer lugar del Premio Nacional de Periodismo y Derechos Humanos Rostros de la Discriminación. Su autor, un veterano fotógrafo de prensa que desde hace tres años está en el equipo de Pie de Página: Duilio Rodríguez de la Colina.
Nos vemos en un café de la Ciudad de México y hablamos por más de seis horas de nuestros temas favoritos: el periodismo, la fotografía, el mundo. Ahora le agregamos el motivo de su premio: la migración. Y un tema más, que nos revolotea en la cabeza: la desigualdad. ¿Por qué esta historia?, pregunto, casi adivinando la respuesta: “Porque es la población más vulnerable”.
Las personas afrodescendientes son fáciles de identificar en México. Se reconocen por su color de piel o rasgos físicos y son blancos fáciles de identificar en las fronteras por los agentes de migración. Eso duplica la condición de vulnerabilidad que ya de por sí tienen las poblaciones migrantes, explica el fotógrafo.
—¿Cómo llegaste a la historia?
—Hicimos una serie de reportajes sobre personas migrantes que llegan a México y que tenía como premisa mostrar cómo el cerco militar se ha ido extendiendo más allá de las fronteras de Estados Unidos. Una de las historias que buscaríamos era de las personas afrodescendientes: Fuimos a Tijuana, donde sabíamos que hay campamentos con personas que se quedaron varadas por esos protocolos que México firmó con Trump y luego con Biden. Y luego a Tapachula; ahí no fue nada difícil encontrarlos porque están en las calles haciendo una vida cotidiana, aunque no tienen condiciones para que sus hijos estudien, o de salud, como debería tener cualquier ciudadano en tránsito. Pero son muy reservados respecto a su imagen, principalmente las personas que vienen de Haití, que son la mayoría y vienen de haber trabajado en Brasil, recorriendo todo el continente; viven en cuarterías (cuartos pequeños) que les rentan mientras consiguen papeles que les permitan pasar a Estados Unidos.
—¿Cómo se acercaron?
—Íbamos con contactos previos que consiguieron Rodrigo Soberanes, de la Marea, y Alicia Moncada, de la Fundación para la Justicia y el Estado de Derecho. En Tijuana llegamos directamente con personas que trabajan en albergues y nos abrieron las puertas con ellos. La parte fotográfica, concretamente, pues siempre es con paciencia, calma, escucha, no tratando de llegar a robar imágenes, que es cuando te presentas en un lugar y sin mediar palabra empiezas a tomar fotos. Eso es algo que no hago nunca, menos en casos así, que no son momentos que respondan a la urgencia del fotoperiodismo. Entonces, decidimos usar el tiempo que fuera necesario, explicándoles el motivo del reportaje, enseñándoles el material inclusive. Particularmente donde son retratos era importante que si estuvieran conscientes de que las estábamos entrevistando y queríamos fotografiarlos.
En el sur el acercamiento fue un poco más complicado. Lo que hicimos fue acercarnos a una de las cuarterías y pedirles permiso; llegó una persona interesada en que se conociera su caso y nos pidió que habláramos con su esposa. Ella nos contó, nos permitió entrar a la cuartería, conocer a sus hijos. Con cierta desconfianza al principio, pero pues a estas cosas hay que darles tiempo. Hay que tomarse el tiempo necesario para escuchar, sin ninguna presión de fotografiar.
Hablar del fenómeno migratorio no es justo porque no es homogéneo, dice. Cada proceso tiene sus particularidades, cada caso tiene su propia historia. Hablar de migración en términos generales no ayuda a entender esos procesos.
—¿Qué ha sido lo más difícil de la cobertura de migración?
—Yo no había cubierto directamente historias de migración antes de Pie de Página. Así que para mí sí fue brutal, porque hay muchas cosas que desconocía.
Lo difícil es, primero, borrar esas ideas y clichés que existen sobre la migración que nos han metido en la cabeza a través de los medios de comunicación. Y después, ya estando ahí y entendiendo eso, acercarse a cada historia. Desgraciadamente son historias muy trágicas porque tienen que ver con la familia, con la movilidad, con la violación a todo tipo de derechos, la, xenofobia, y vienen con pérdidas de todo: de su hogar, de su familia, muchas veces vienen huyendo porque asesinaron a un familiar, o en el trayecto lo perdieron. Hay que recordar que antes de aquí pasan por la selva del Darién (Colombia) y después en México tienen que atravesar el país asediados por grupos criminales o por las propias autoridades.
Eso es lo más doloroso: saber que es gente que viene huyendo de situaciones muy difíciles, para seguirse enfrentando a situaciones muy difíciles. Y que no tienen punto de retorno, además. No es que ya llegaron aquí y se pueden regresar a su lugar de origen, como las autoridades pretenden decir cuando los deportan, incluso a países a los que no pertenecen. Porque no hay manera: ya no tienen casa, familia o a dónde llegar.
—¿Qué aprendizaje te deja?
— Lo hemos hablado muchas veces: si estas personas estuvieran en otras condiciones (que son refugiadas de guerra, blancas, con un poder económico mayor) entonces llegarían con otra carga mediática. En este caso (se cubre)sin tratar de entender que la movilidad es un derecho humano y que todos tenemos derecho de querer vivir donde nos de la gana. Todos los que migran, al final, aportan a la cultura, y eso es muy claro en Tapachula: vienen y dejan parte de su cultura. Y al revés: ellos aprenden de la nuestra. Entonces ese enriquecimiento pocas veces se reconoce.
Colsulta aquí el trabajo ganador:
Antes de llegar al equipo de Pie de Página, Duilio trabajó una década en La Jornada y 15 años como editor de fotografía del Grupos Expansión. Hablamos largo rato de sus coberturas sociales, de guerrillas y despojo de territorios, del cambio que implicó pasar a fotografiar a grandes magnates en sus mansiones, “tomando helicópteros simplemente para ir a desayunar”, y luego volver a estos temas tan desgarradores como la migración.
“Esta abrumadora diferencia de vida”, me dice. “Para mí es como estar en el infierno y en el cielo, no por la carga religiosa sino por los contrastes tan marcados que hay, de cómo alguien debe desplazarse por no tener un lugar donde vivir o no pertenecer ya a nada, y alguien que es reconocido por sus miles de miles de millones de dólares, que ni siquiera podemos entender esa cantidad de dinero ni qué hacen con ella, pero la siguen acumulando. Sí es un gran contraste.
—¿Crees que estamos entendiendo y contando bien esa desigualdad?
—Yo creo que no… tampoco es tan fácil de contar. Justamente el que existan publicaciones cuyo principal objetivo sea hablar de estos personajes que acumulan mucha riqueza es una parte de la película. La otra es lo que está sucediendo con la mayor parte de la gente que no tiene esos recursos. No es que lo estemos contando bien o mal, sino que son piezas que por sí mismas, separadas, no nos dan una idea clara de lo que está sucediendo. En una sola publicación no podemos tener tan claros estos contrastes que hay, pero además tendemos a contarlo de alguna manera, muy desde nuestro ángulo.
Cuando vamos a cubrir situaciones de precariedad siempre tratamos de dar una explicación, pero nuestra explicación no alcanza a contar lo que sucede del otro lado, con los ultramillonarios, que ni siquiera están preocupados por las personas que migran.
No contamos la desigualdad. Algunos medios cuentan la riqueza y otros contamos la pobreza/marginación, como denuncia.
—Pero no mostramos esa desigualdad…
—Es muy difícil tratar de explicar con un reportaje o fotos todo lo que implica un sistema como el que tenemos, que privilegia a los poderosos. Si tratamos de explicar las causas de las personas que migran, vamos a llegar al mismo punto: la sobreexplotación de los recursos naturales, la acumulación de las riquezas, el desplazamiento de todas estas personas. Todo eso es la causa, No vamos a decir que es Carlos Slim porque es una estructura.
—¿Y cómo contar la estructura?
—Eso es muy complicado porque hay que unir todas esas piezas del rompecabezas. Tratamos de explicar que el capitalismo es responsable de todo eso. Este capitalismo salvaje, en donde el objetivo de unos poquitos es apoderarse de todo. Ahí es donde encontramos las causas, pero ponerle una cara pues es un poco absurdo porque no es una persona nada más, es todo el sistema que lo permite. No sé si alcanza, la verdad. Yo no creo que ninguna fotografía o grupo de fotografías logre explicar estas tragedias
(Tampoco era la intención del portafolio, aclara. Sino haber logrado entrar a cierta intimidad con ellos y fotografiar algo que difícilmente dejan fotografiar).
—¿El periodismo no nos alcanza para contar este mundo desigual?
—Creo que no. Y no porque no sea una herramienta poderosa para hacerlo, sino porque vivimos en un constante bombardeo de información. El periodismo trata de explicar muchas cosas que suceden todos los días, pero es difícil que logremos llegar a todas las audiencias. También estamos bombardeados de cosas que no son ciertas, verdades a medias con intenciones de tergiversar la realidad.
Todo esto que se logra con la documentación periodística es como ir dejando un rastro de todos estos procesos que a veces queremos explicar. Pero también es cierto que las herramientas se han ido quedando obsoletas. No se si un portafolio o un reportaje alcancen para contarlo. Hoy en día los documentales tienen una penetración mayor. El problema es que eso es muy costoso, pero esa es la herramienta mas potente que alcanzo a ver ahora.
—No sólo es que sea costoso, sino que además está el tema de la distribución de los documentales…
—Si, y volvemos al mismo punto: ¿quién controla la información que le llega a la gente? Porque puedes tener le mejor documental y verlo solamente un grupo muy selecto en ciertos círculos de cine. Ve Ithaka (la película sobre Julian Assange). Al final no cumple con el objetivo de ser un producto social que le llegue a la mayor parte de la gente. Eso no lo resuelve el periodismo, el periodismo hace su parte. Pero si quieres distribuir a mayor escala y crecer en las plataformas de redes sociales, necesitas del impulso de gente que tiene dinero. Entonces nos volvemos a enfrentar a un problema: ¿a quien le interesa que se conozcan las cosas? A los que tienen dinero les interesa que se conozcan solo ciertas cosas. Todo lo demás puede quedar en las sombras y muy poquitos se enteran.
El portafolio fue construido a partir de varios viajes. “Es un acercamiento a la vida cotidiana y a una estancia más intima con ellos”, dice el autor.
Luego cuenta una historia de las fotos en las que los detienen, los suben a los camiones y los deportan: al día siguiente ya estaban de vuelta en México. “Los sacaron en la madrugada y al día siguiente ya estaban en una cuartería internados en territorio mexicano, a 100 kilómetros de la frontera de Tapachula. Y hoy esa familia ya está en estados Unidos. Algo interesante es que todos los que fueron fotografiados finalmente están en Estados Unidos. Eso para mí fue sorprendente: la mayoría lo logra, después de sufrir muchísimo”.
—Eso es algo que venimos diciendo hace mucho: Nueve de cada 10 llegan a Estados Unidos. Es un proceso que no se va a detener, por más amenazas que tengan…
—No se va a detener. La migración es algo que nunca ha dejado de suceder en la historia de la humanidad. Mi familia migró, de parte de mi papá y de parte de mi mama, y luego internamente también. Ahora tengo familia en Australia. Así es y no tendría por qué impedirse. No va a dejar de suceder, pero la intención principal es desalentar que la gente lo intente, que lo que hacen las autoridades desaliente a otros a migrar, cosa que tampoco pasa, porque al final cuando llegan a Estados Unidos y les mandan dólares y les dicen que tienen una casa y que, vivan como vivan, es mejor, pues es una motivación para que otros lo intenten.
—El problema también es que hay una diferenciada política de visado, dependiendo del lugar de origen.
—Así es, si tienes recursos y puedes comprobar solvencia económica claro que tienes la visa y eres bienvenida, no importa mucho el color de piel. También buscan perfiles académicos, y desgraciadamente lo platicas con gente común y lo ven bien, piensan que son las reglas que se tienen que seguir para mudarse de región.
Hablamos de Nueva York o la ciudad de México, que son ciudades formadas por migrantes que llegaron huyendo de guerras mundiales, guerras civiles, dictaduras y de todas las migraciones internas…
—Le tenemos miedo a los que llegan de Haití, pero no a los que llegan a la colonia Condesa…
— No sabemos cómo se va a transformar la Condesa, pero es un hecho que están ahí y son bien recibidos porque traen dinero, no importa qué tipo de persona sea si tiene antecedentes penales o le pegan a la esposa, ni que dejaron atrás, lo que importa es que traigan dinero, que vengan y consuman. El aporte cultural que sí se reconoce en ese caso no se reconoce en otras personas que no traen los recursos económicos.
—Porque es una migración irregular…
—Igual que todos los que han salido de Ucrania. O los que llegaron de la Guerra Civil española, ¿qué papeles traían? Antes de salir de Europa tenían que quemarlos. Y no es que estos migrantes de ahora puedan viajar con documentos, que se les exigen en muchos casos cuando vienen asediados por pandillas. Es súper injusto y también es una deuda, algo que México no esta haciendo bien, a pesar de que al inicio tenía la intención de recibirlos a todos.
—¿Crees que el gobierno mexicano puede hacer otra cosa?
—La verdad no me gustaría mucho entrar a ese terreno… Sí creo que puede, por lo menos hacer dignos los campamentos para que tengan agua, servicios, como cuando llegaron los de la caravana a la Ciudad de México y los recibieron en el estadio Palillo. Pero el mismo sistema ha creado una narrativa en la que estas personas que intentan llegar son criminalizadas, victimizadas. Es esta narrativa de verlos a ellos como personas de tercera clase, como inferiores.
Es la segunda vez que Duilio gana este premio. La primera fue hace dos años, con otro ensayo fotográfico: Cartas al presidente. El olvido tiene muchos rostros, una serie de retratos de las personas que llegaban a la oficina de atención de la Presidencia a dejar sus peticiones, regalos y consejos. “Todo eso me parecía interesante porque no veías formado al señor de la loma de Chapultepec haciendo su cartita, veías la fila de siempre, de gente que ha sido ignorada por años. Eso era lo curioso y lo importante de esa expresión de miles de personas queriendo ser escuchadas”, cuenta.
Pero ese fue un trabajo con una iluminación controlada. Este, en cambio, fue un trabajo in situ.
—¿Qué tanto ayudan no al gremio estos premios?
—Los premios siempre son circunstanciales, dependen de muchas cosas. Pero sirven, porque alienta que se reconozca el trabajo de las personas que dedicamos nuestra vida a tratar de contar algo relevante de nuestra sociedad, y porque conllevan también la posibilidad de que otras personas lo vean, que es el objetivo final. Y a las otras personas a las que les tiene que servir, que son las retratadas, también les sirve, hasta para formar un expediente que les piden cuando pasan con los jueces para buscar un asilo
— A veces hay también cambios intangibles, como encontrarte con tu historia…
—Si, creo que también sirve para reencontrarte con tu pasado.
—¿Cambia algo el hecho de que sean premios que no solo son de periodismo sino también de Derechos Humanos?
—Me gusta, porque no se circunscribe al terreno fotográfico sino a la intención detrás del trabajo. Y la intención es justamente abordar temas que hablen de la condición humana. Entonces, pues si tienen ese valor también que no solo esta lo técnico o lo estético. Para mi si es importante. No significa que los premios que no tienen que ver con periodismo no sean valiosos, pero estos que tienen una intención de contar historias de personas y que estén directamente relacionadas a los derechos humanos, sí es algo que me satisface mucho, porque además, siempre han estado ligadas a mi trabajo
El reconocimiento llega en un momento de crisis en la industria mediática, después de años de violencia, una pandemia y la precarización laboral. Los medios de comunicación no se acercan a los problemas genuinamente ,y más bien generan una narrativa que les convenga para sostener su status quo.
Hablamos de lo subvalorada que está la profesión de periodista, de lo poco que se reconoce el esfuerzo que hay detrás para realizar un trabajo como este que ganó. El gasto económico, el desgaste de los equipos, el esfuerzo físico y el costo emocional, del que ningún medio de hace cargo. En el caso de los fotógrafos, es todavía peor, porque tiene que invertir en el equipo.
—¿Hay alguna cosa que te gustaría cubrir? ¿Algún nuevo proyecto en puerta?
— Hay muchos temas interesantes y ¡me interesa todo! El recorrido donde va a pasar el tren maya; lo que ya hay y cómo se va a transformar. También me encanta el tema de la muerte, la parte iconográfica; y cómo en México esta presente en muchos aspectos, la religión lo cultural lo artístico. Y lo de las plantas endémicas (cempasúchil, maíz, cacao, vainilla) que ha saqueado el colonialismo. Son periodismo quizá cultural, pero es algo que me gustaría trabajar.
Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.
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