Los discursos políticos de las grandes potencias no nos van a ayudar a enfrentar la crisis climática. Necesitamos que la sociedad se apropie del tema y que podamos empezar a enfrentarlo de raíz; en el consumismo desmedido que produce este modelo económico
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Alejandro Lara
CIUDAD DE MÉXICO.- No es exageración: el mundo, como lo conocemos, está en la ruta del colapso. Las altas emisiones de carbono, sumadas a la sequía generalizada y la deforestación de territorios son los síntomas visibles. Pero ¿quién es responsable de ello? ¿Quiénes deben pagar la deuda ambiental y humanitaria? ¿Estamos haciendo algo para frenarlo? ¿Qué podemos hacer?
Estas son algunas de las preguntas que el equipo de Pie de Página puso sobre la mesa en nuestra tertuliana de noviembre, que por primera vez fue totalmente presencial.
Dolores Rojas de la Fundación Heinrich-Böll-Stiftung, destacó la importancia que tienen los medios de comunicación para abrir espacios de diálogo entre el discurso político, el lenguaje científico y los temas importantes para la sociedad.
Recordó que cuando comenzaron a analizar el cambio climático en México, alrededor del 2012, el discurso era acaparado, en su mayoría, por especialistas y negociadores. El debate no se estaba dando en los lugares donde se resentían estas políticas que amenazan al medio ambiente.
“La gente no nos hablaba del cambio climático, pero nos decían que ahora no llueve como antes, ahora hace más calor y cuando hace frío hay más frío. Entonces dijimos que eso teníamos que traducirlo”.
El cambio climático es, fundamentalmente, un problema que aterriza en los territorios, y es la gente “común” la que tiene el derecho a informarse sobre lo que pasa con su planeta.
Porque no solo es un problema ambiental, sino que trastoca a toda la estructura de producción, la cual depende, primariamente, de los recursos que tomamos de la naturaleza para su transformación. Las alteraciones del clima, la deforestación, o la infertilidad de territorios afectan comunidades campesinas e indígenas que subsisten del trabajo con el territorio.
¿Cómo comunicar el cambio climático? se pregunta. Y ella misma responde que no hay una receta concreta, pero sí un mecanismo generalizado: la creación de redes de apoyo, de producción y de cuidado.
“Justo esta crisis lo que nos hace pensar que le hemos dado importancia a cosas que no la tienen, y que le hemos dejado de dar importancia a cosas que sí la tienen. Tenemos que reacomodar las cosas, tenemos que hacerlo en lo chiquito, en lo inmediato, en lo cotidiano y en nuestra persona, pero también en lo grande, y también pedir a los políticos y las autoridades que cambien esas prioridades a lo que realmente importa”.
“Todo tiene que ver con ciencia“, dice Aleida Rueda, de la Red mexicana de periodistas de ciencia.
“Desde qué comemos, qué transporte elegimos, qué cosas nos ponemos en la piel o el cabello, pero también qué exigimos como política pública. La ciencia nos atraviesa. Pero en los medios de comunicación, la ciencia viene a ser como ‘el contenido divertidito, con lo que cierra un noticiero, algo que puede parecer interesante, pero que no tiene explicaciones’ de la relevancia social de ese conocimiento científico”.
La pandemia de covid-19 desnudó la carencia de un discurso comprometido con explicar e informar a las audiencias en los medios de comunicación, dice. Por eso, la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia ha integrado a periodistas, comunicadores y divulgadores científicos.
En el tema climático, dice, hay una especie de cerco que no permite explicar las decisiones y afectaciones que empresas y gobiernos hacen en contra del medio ambiente.
“No es una idea, es algo que no se sabe mucho, es una evidencia que cada vez se sabe más contundente”, dice.
Estos daños ecológicos son visibles en la calidad de vida. Y aunque el avance de la ciencia permite tener pronósticos muy precisos sobre los daños en los ecosistemas, aún hay renuencia para informar sobre esto.
¿Cómo le decimos a la gente que va más allá de los discursos políticos? ¿Qué va más allá de Glasgow? Mucha gente podría ver alejadísimo, pero es una discusión que nos atraviesa a todos y todas en todos los sentidos de nuestra vida”.
Por eso, ella decidió abordar temas centrados en problemas específicos y su relación con el medioambiente sano , como el deporte o la alimentación.
José Ignacio De Alba pudo palpar, de primera mano, el doble discurso que manejan los políticos y las empresas respecto al compromiso de atender el cambio climático.
“Es curioso, porque de repente muchos políticos utilizan la COP para decir ‘miren yo vengo aquí para hablar del cambio climático’”, relata el periodista.
José Ignacio encontró a Felipe Calderón, el expresidente mexicano que concesionó a la explotación minera 35.5 millones de hectáreas del territorio nacional y lo entrevistó
Las respuestas del expresidente evidencian el vacío que abunda en los discursos políticos en estos eventos, pues mientras por un lado negocian medidas para mitigar los impactos al medio ambiente, también buscan hacer negocio.
Aunque en general, el neoextractivismo es un modelo hegemónico en el planeta, José Ignacio plantea las particularidades que este modelo tiene en los países denominados “en vías de desarrollo” y en las grandes potencias económicas.
No se puede, aseguró el periodista, exigir la implementación de las recomendaciones globales sin comprender estas especificidades de cada país.
Países como la India o México tienen ese paradigma difícil, porque al mismo tiempo tienen que combatir la pobreza y combatir el cambio climático. No es lo mismo en países desarrollados, industrializados, en donde hay un nivel generalizado de riqueza entre la población y es mucho más fácil”.
Pese a esto, la cadena de producción de plásticos, el uso de combustibles fósiles y la extracción de recursos naturales no se limita a las fronteras nacionales, es parte de un sistema-mundo que se conecta a partir de redes de intercambio, donde la naturaleza, y su transformación en producto con la fuerza de trabajo, se reducen a una misma categoría: la mercancía.
Es decir, el problema no solo está en la extracción o producción, sino también en el intercambio y el consumo. Ahí reside la responsabilidad de las grandes potencias, que ofrecen puertas falsas para enfrentar la crisis, porque no tocan el consumo.
El problema no solo puede palparse en el aire, el suelo o el agua, sino también en fenómenos como la migración, la militarización y las políticas laborales.
Arturo Contreras puso el acento en las contradicciones de la “COP más excluyente de la historia”.
No solo fue el hecho de que el mobiliario de esta cumbre fuera patrocinado por IKEA, una empresa vinculada con la tala ilegal en varias regiones del planeta, sino también, y especialmente, lo que los movimientos y comunidades indígenas reclamaron.
En la inauguración de la contracop, recuerda, el mensaje era opuesto al que daban los políticos y funcionarios en la cumbre. Hubo personas provenientes de diversos pueblos y comunidades, entre mapuches, y otros pueblos de latinoamérica, hasta personas originarias del norte de Escocia y otras regiones de Europa.
“Yo decía ‘esto está más divertido que la inauguración de adentro’”, contó. “Teníamos que ver cómo hacíamos que estas voces se multiplicaran”.
El colonialismo es palpable. A diferencia de empresarios y políticos, los pueblos y comunidades del mundo no tienen encima a los reflectores, cuando son ellos quienes viven, día a día y en carne propia, la devastación ambiental del mundo.
Para Arturo, comunicar estas otras voces es hacer énfasis en que deben cuestionarse las políticas de estado, y reconocer otras formas de organización en lo concreto.
“El aprendizaje más importante es ese, no dejar que la discusión política se vaya a un lado y quede sobre las decisiones organizativas que puede tener cada quien”.
La tertuliana completa puedes consultarla en nuestro canal de Youtube o en nuestra transmisión de Facebook.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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