En el estado fronterizo que fue pionero en un triunfo de la oposición, y donde el panismo gobernó 30 años, Morena se quedó este domingo con todos los cargos en disputa, incluida la gubernatura. El empresario Jaime Bonilla tendrá dos años para convencer a los bajacalifornianos que la Cuarta Transformación es posible
Texto y fotografías: José Ignacio De Alba
MEXICALI, BAJA CALIFORNIA.- Hace 30 años, este estado fue pionero en la alternancia política al elegir al panista Ernesto Ruffo Appel como gobernador. Este domingo, después cinco gobiernos consecutivos, el PAN fue borrado de Baja California: Morena ganó la gubernatura, las cinco alcaldías (Mexicali, Ensenada, Tecate, Tijuana y Playas de Rosarito) y los 17 distritos del Congreso local.
Morena y su coalición con el Partido Verde, el Partido del Trabajo y el local Transformemos borraron al PAN y al PRI, los únicos dos partidos que existían en el mapa electoral de Baja California hasta que llegó el «efecto Amlo», como le dicen aquí.
Baja California representa apenas el 4 por ciento de la población del país y la participación ciudadana en esta jornada no llegó al 30 por ciento. Pero la victoria de Morena tiene un carácter simbólico; ésta fue la primera entidad en ser gobernada por un partido de oposición en México y ahora se convirtió en el primer estado del norte del país en el que gana un partido con postulados de izquierda.
«Como alguna vez Baja California se pintó de azul, hoy se pinta de guinda», aseguró el diputado Mario Delgado cuando dio resultados preliminares que le daban a Jaime Bonilla la ventaja.
El gobernador electo sólo gobernará por dos años. La Reforma Electoral de 2014 establece que las elecciones deben quedar homologadas a nivel local y federal, por eso Bonilla gobernará hasta 2021.
Adrián Álvarez asiste a una casilla instalada en Mexicali. El hombre, de 53 años, dice que fue panista de hueso colorado hasta que el gobernador blanquiazul Eugenio Elourdy Walther gobernó en el estado, y quedó como el responsable del incremento de la violencia en la región, «porque replicó el esquema de la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón».
Para Cristóbal Ordóñez, un elector desapasionado «el PAN se va a ir porque le quedó a deber a la gente, por no decir que robaron como si fueran priístas». Ordóñez es un pequeño comerciante de Mexicali, escéptico de los cambios políticos, que piensa que la Cuarta Transformación no es otra cosa que «la misma tienda pero con otro nombre». Incluso, reprocha el gasto tan oneroso en las elecciones. «Mejor le deberían de dar ventiladores a los más necesitados».
Un exfuncionario del gobierno de Baja California enumera las deudas del gobierno encabezado por Francisco Vega: «No se le ha pagado a los jubilados, al sector salud, tampoco a la Universidad de Baja California». Entre los corrillos políticos y en los medios locales se habla del enriquecimiento del «desaseo financiero» del saliente gobernador.
Pero quizá lo que más le afectó, dicen algunos analistas locales, fue la instalación de la cervecera Constellation Brands, que agotaría las reservas los acuíferos de Mexicali, privilegiando a la empresa sobre la ciudadanía. Desde entonces nació «Mexicali Resiste», una organización ciudadana que se enfrentó al gobierno panista y fue reprimida.
En todo caso, lo que se ve en la calle este domingo en el que la temperatura llega a los 35 grados (un día fresco, dicen aquí) es muy poco interés por las elecciones. En la noche, los resultados oficiales sobre participación ciudadana en la jornada electoral confirmarán lo que dicen las casillas vacías: sólo 29 por ciento de los electores acudió a las urnas.
«El hechizo se rompió», dice el taxista Carlos Zermeño. El hombre asegura que no ha votado en los últimos 20 años. De cualquier modo su lugar en el mundo es al volante de su taxi y las elecciones nada cambiarán el destino: «solo Dios sabe los que nos toca a cada quien». Dios «y los gringos», agrega.
La segunda cosa que es clara este día es que el PAN no aspiró a ganar y tiró la toalla antes de la jornada. A las 5 de la tarde, la sede del partido luce vacía y es un franelero quien se encarga de informar que «ya perdimos». Los resultados electorales le dan la razón: Bonilla lleva una ventaja de tres a uno.
Más tarde, en conferencia en la que no acepta preguntas, el candidato panista, Óscar Vega Marín, reconoce su derrota y dice que vigilará que el nuevo gobierno cumpla con la expectativa ciudadana. Ningún panista de estirpe lo acompaña en la derrota.
Jaime Bonilla es un empresario mexicoestadunidense propietario de varios medios de comunicación en la península de Baja California. Fue funcionario en San Diego, California y director de Aguas de Otay de 2001 a 2012. Además, apoyó diversas campañas del partido Republicano, según publicó la Revista Proceso.
También fue diputado federal del Partido del Trabajo y, desde 2018, senador por Morena, aunque en enero pidió licencia para ocupar el cargo de delegado federal en Baja California, cargo que mantuvo hasta ser elegido como candidato a la gubernatura.
Su postulación dejó fuera, en un controvertido proceso, a Jaime Martínez Veloz, un político de mucho arraigo entre la sociedad civil bajacaliforniana.
Norma Mesa, líder de la tribu Kumiai, dice que Bonilla dejó fuera de su equipo a agrupaciones de la sociedad civil y en su lugar colocó a varios priistas. Entre ellos, Fernando Castro Trenti, exfuncionario en la administración de Enrique Peña Nieto. El propio Xicoténcatl Leyva, exgobernador de Baja California y célebre priista, fue expulsado del partido tras anunciar su respaldo a Bonilla.
Pero eso no detuvo el «efecto Amlo» y el hartazgo de los gobiernos panistas.
Tras conocerse los resultados, Bonilla festejó en Tijuana, la ciudad más poblada del estado, junto con miles de simpatizantes. Con cuetes y mariachis, aseguró que su gobierno combatirá la corrupción y la desigualdad. Y cerró su discurso con la frase acuñada en campaña por el presidente: «no les vamos a fallar».
Tiene dos años para demostrarlo.
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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