Lavinia: las fracturas del cuerpo y el espíritu 

7 septiembre, 2022

Lavinia, mujer juchiteca que resultó afectada por el sismo, perdió su casa y también una de sus extremidades, en su memoria esta historia.

A una mujer que se aferra a la vida en condiciones adversas se le agarra cariño. Tras el sismo de 2017 en Juchitán, resistió la pérdida de su casa y una de sus piernas. Para Lavinia no había imposibles, trabajó con todas sus fuerzas para reconstruir su casa. Pero llegó la covid y con su condición de diabetes, el confinamiento

Texto y fotos: Roselia Chaca

Ni guicaa Lavinia, gunaa bicaalu dxi ne gueela 

En memoria de Lavinia que luchó siempre

OAXACA.- «¿Oiga, sabe que mi abuela murió?». Me escribió Mara por el mensajero de mi Facebook un día de septiembre del 2021. Había perdido la pista de Lavinia, su abuela. La última vez que supe de ella, seis meses antes del mensaje, Lavinia esperaba ansiosa la entrega de una silla de ruedas que gestioné ante una organización civil. Sin planearlo, la seguí durante casi cuatro años, documenté la tragedia que cayó sobre ella la noche del 7 de septiembre; además de perder su casa, perdió una de sus piernas, la derecha. Denuncié la estafa que le hicieron con la tarjeta de reconstrucción del (Fondo de Desastres Naturales) Fonden y seguí de cerca la reincorporación que tuvo a la vida económica de la ciudad de Juchitán. Una mujer que se aferra a la vida en condiciones adversas se le agarra cariño, lamenté su muerte. 

Conocí a Lavinia Valencia Suarez cuando tenía 53 años, cuatro meses después del sismo. La encontré cabizbaja y sumamente deprimida sentada en su catre en la diminuta casa de concreto de una sola pieza ubicada entre callejones de la ribera del río en la Quinta Sección de Juchitán. Apenas hablaba, su nieta hacía de intermediaria. Su aspecto era prácticamente el de una anciana, la diabetes se había desquitado con su cuerpo, la depresión de estar en silla de ruedas casi la apaga, estar mutilada no era la vida que Lavinia deseaba, ella que siempre recorrió a pie la ciudad vendiendo sus dulces. En esa etapa de duelo deseó fervientemente la muerte.

Lavinia, una mujer fuerte como las zapotecas resistió a pesar de que el sismo la dejó sin casa, luchó como todas las mujeres hasta el final de sus días.

La sanación

Lavinia quedó sepultada bajo los escombros de su casa y su pierna fue la más lastimada. En una primera revisión fue atendida por un médico particular sin lograr alivio, un mes después fue internada en una clínica, también privada, donde la operaron para salvarle la vida. Nunca tuvo acceso al servicio público de salud porque no estaba inscrita en el Registro Civil y, por tanto, nunca existió de manera legal, tampoco tuvo acceso a educación. En el procedimiento médico privado se gastó 75 mil pesos de los recursos de la tarjeta del Fonden destinados a la reconstrucción de su vivienda, los 45 mil restantes se los quedó un constructor que la estafó, nunca construyó nada de los trabajos por los que ella pagó y desapareció. 

“Ni casa ni pierna”, decía en las entrevistas. La primera silla de ruedas, despensas, medicinas, dinero y su registro oficial para acceder al Seguro Popular llegaron a ella a través de la sociedad civil. A pesar de ello, su recuperación fue lenta, durante cuatro meses no salió a la calle. Al quinto mes, ya con silla de ruedas, consiguió un pequeño espacio en el colorido mercado de la ciudad, que está dominado prácticamente por las mujeres zapotecas. Al mercado llegaba alrededor de las 10 de la mañana y se iba caída la tarde. Sobre dos cajas de madera colocaba sus palanganas con dulces de durazno y camote, el día se le iba platicando con la gente. El mercado fue para Lavinia la salvación, el lugar de sanación y terapia, desde allí se aferró nuevamente a la vida. 

El uso diario desgastó la primera silla de ruedas, no duró ni el año. La segunda silla llegó desde Polonia a través de la ciclista Zofia Radzikowska, quien sin conocer a Lavinia se la donó. Los intermediarios del apoyo fueron integrantes de la asociación civil “Los Galácticos” quienes leyeron la historia de Lavinia y buscaron el apoyo de la polaca. Los niños del taller de música de la organización fueron los encargados de entregarle a Lavinia su nueva silla y una dotación de medicamentos para tratar su diabetes. A Lavinia la recuerdo emocionada esa mañana recibiendo el apoyo en su puesto del mercado, lloró mientras los niños la abrazaban, en pago les regaló dulces y muchas bendiciones.

La pandemia

Después de vencer la depresión con la vendimia durante dos años, la pandemia de covid-19 la recluyó nuevamente en su casa. El mercado de Juchitán era el principal centro de los contagios, muchas comerciantes murieron en los primeros meses de la contingencia sanitaria, Lavinia era de las más vulnerables, era alto el riesgo, la tristeza la volvió abrazar. La visité por quinta vez en su casa, solo que ahora la encontré sentada en una cocina improvisada con láminas y lonas, meneaba el caramelo en un sartén sobre un fogón portátil, la silla donada ya estaba desgastada, requería una nueva, pero esa era el menor de sus preocupaciones, no tener para comer era la angustia.

Lavinia ofertaba sus alimentos en el mercado 5 de septiembre de “Juchitán”. Mujer trabajadora y honesta, el sismo la dejó sin hogar ni pertenencias, pero nunca se doblegó, luchó hasta el final.

“Mira”, dijo señalando con la mano una casa en obra negra, la construcción estaba con un avance del 50%. “Y así se va a quedar durante un buen tiempo”, comentó apenada. Gracias a un gestor social, fue incluida en el Programa de Reconstrucción Nacional del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, el recurso que recibió del nuevo gobierno apenas y le alcanzó para ponerle techo y una tercera parte de piso firme. En esa casa a medio construir se resguardó del sol y la lluvia los años que le quedaron de vida. 

Lavinia siempre estuvo consciente que la diabetes la mantenía cautiva, pero también sabía que estar en casa y no tener medicina para combatirla tampoco era tan diferente de morir por exponerse a un virus. Durante el año y medio que estuvo en confinamiento Mara batalló para conseguir su insulina, la falta de empleo dificultó su situación. A veces triste, a veces alegre, Lavinia vio pasar la pandemia desde una silla de ruedas entre los restos que el sismo le dejó.

“Mi abuelita ya descansa”, fueron las palabras de consuelo que Mara se decía, me decía, en el escueto informe que me daba de su abuela. No supe qué escribir, tardé en responder que Lavinia está en un mejor lugar.

Para Lavinia no había imposibles, sin una extremidad trabajó con todas sus fuerzas, su mayor sueño era reconstruir su casa.

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