“La reflexión filosófica no es un lujo, sino una necesidad”

17 noviembre, 2022

El ambiente social en el que transcurren nuestras vidas no deja un respiro para reflexionar. Pero la reflexión está presente en nuestra vida cotidiana y difícilmente se puede a escapar de ella. ¿Para qué necesitamos a la filosofía? ¿Qué herramientas teóricas nos puede dar para nuestras prácticas cotidianas?

Texto: Alejandro Ruiz

Fotos: Especial

CIUDAD DE MÉXICO. – Nuestra vida cotidiana está llena de fenómenos que nos urge explicar. Reflexionar lo que hacemos, vemos, sentimos o pensamos, es un acto del que difícilmente podemos desprendernos. Y esto, aunque no se realice de forma sistemática, es un acto filosófico. 

Aunque es fundamental para comprender nuestro entorno –e inclusive parece imposible prescindir de ella–, hoy la filosofía se encuentra amenazada. El Observatorio Filosófico de México ha encendido sus alertas ante la posibilidad de que se elimine de los planes de estudio, pues la escuela es el único contacto que muchas personas pueden tener con la filosofía.

En una jornada de conversatorios por el Día Mundial de la Filosofía, el Observatorio ha lanzado la primera pregunta: ¿Cuál es la necesidad de la filosofía? 

La filósofa Adriana Mancilla, de la Universidad de Colima, y los filósofos Cuauhtémoc Mayorga de la Universidad de Guadalajara y Armando Moreno de la Universidad michoacana de San Nicolás de Hidalgo, aventuran algunas respuestas. 

¿Para qué necesitamos la filosofía? 

¿En verdad necesitamos la filosofía en nuestras vidas? ¿La filosofía es para todas y todos? ¿Lujo o necesidad? Adriana Macilla responde: 

En nuestra sociedad ciertamente no hay un ambiente propicio para la reflexión filosófica. Todo lo contrario: el ambiente social, justamente, tiende a distraerlo para la filosofía, de los asuntos que importan para el ser humano”. 

Para la filósofa, esta disciplina es inherente a la condición humana, pero dado que el ambiente social en el que transcurren nuestras vidas no deja un respiro para reflexionar, las escuelas han cumplido esta función. Las aulas, la educación en general –pero en particular la pública– algunas veces son los únicos espacios en los que la sociedad puede acceder a plantearse estas reflexiones. Por eso, dice, hay que defender a ultranza su presencia en el sistema de educación pública. 

“Pero justamente estamos viendo lo contrario. Los esfuerzos sistemáticos han sido por quitar la filosofía, y quitar esta oportunidad de reflexión”. 

Por su parte, el doctor en filosofía, Cuauhtémoc Mayorga, dice que el acto de reflexionar está presente en la vida cotidiana, y difícilmente se puede a escapar de ellas. Por ejemplo, señala, al preguntarnos si alguien miente o dice la verdad; la mejor forma de gobierno que no conviene; el amor o la amistad.

No solamente no es inútil, sino que es imposible que todo ser humano pensante escape de algún tipo de problema de tipo filosófico. Todos los seres humanos pensantes, en algún momento dado, abordamos y tratamos problemas filosóficos, sin la sistematicidad con la que lo hacen los profesionales”. 

No obstante, aunque la filosofía está presente en el pensar y actuar cotidiano, las categorías de análisis no las tienen todas las personas. Al dotar de herramientas académicas en la educación se abre la posibilidad a que cualquiera que pueda profundizar en un planteamiento o problema en específico, pueda hacerlo de manera sistemática. 

Todos tenemos problemas actuales de orden filosófico. A todos nos preocupan. A todos nos ocupan; pero hay momentos en que son tan acuciantes que entonces la reflexión filosófica no solamente es un lujo, sino es una necesidad para poder acceder a la resolución de una manera sistemática”. 

Para el doctor Armando Moreno, establecer el vínculo entre los problemas personales y cotidianos y la filosofía es fundamental. La interrogante no es si es necesaria o no, sino en qué modo lo es. 

Un “lujo“ necesario

Para Moreno, la aparición de la filosofía está relacionada con el excedente que produjo la humanidad para asegurar su supervivencia. Excedentes energéticos, y económicos, precisa, que permiten pensar nuestra realidad y entorno. 

“La filosofía es un derroche, pero no es un derroche superfluo, es un derroche cultural”, dice. “Al decir que es un derroche no quiero que se entienda de que es superflua, en el sentido de que podamos prescindir de ella. Podríamos decirlo, también recurriendo a alguna paradoja, de que (la filosofía) es un lujo necesario”. 

Lo que le da sentido a este “lujo necesario”, explica, es la finalidad con la que se aplica. Por ejemplo, de manera interna, pero también para resolver problemas sociales. Por eso, aunque todos reflexionamos filosóficamente, pues compartimos cosmovisiones e interpretaciones del mundo, esto no se hace sin un maco epistemológico previo. 

Estas otras facetas del filosofar pasan muchas veces inadvertidas. Resultan muchas veces inconexas, atomizadas, ocasionales, eventuales; y no por eso menos valiosas; pero probablemente menos potentes que si tuviéramos al menos una cierta base de filosofía sistemática para poder consolidar este racimo de reflexiones que nosotros vamos haciendo sobre la vida”. 

El pensamiento filosófico está ligado a nuestras concepciones del mundo, agrega, por lo que la filosofía puede tener un papel activo en la formación de la consciencia social.

Adriana Mancilla. Filósofa. Universidad de Colima

Conocer y auto-reconocernos a través del pensamiento 

No nos conocemos, o no nos vemos como objetos de análisis de nosotros mismos. Casi siempre intentamos explicar lo que nos rodea, sin reflexionar que eso, en cierta medida, nos define, explica Adriana Mancilla.

Además de reconocer nuestro entorno y con eso autoconocer nuestro ser, la reflexión sobre la realidad material o social que vivimos es imposible sin la filosofía. Sin embargo, la falta de herramientas teóricas para problematizar esto hace que muchas personas no profundicen en ese conocimiento. 

“A veces no es ni siquiera que digamos ‘no las problematizo’, sino que para gran cantidad de personas, especialmente para las más jóvenes, no cabe ni siquiera la posibilidad de que eso pueda ser problematizado, o que admita preguntas. Y entonces parecería que la realidad está dada, está hecha, y que hay una manera de abordarla”. 

Cuauhtémoc Mayorga, añade que encasillar este tipo de reflexiones únicamente a quienes ejercen la disciplina de la filosofía, ha impedido que se comprenda el potencial reflexivo de ésta. 

Vivimos como en mundos artificiales, y en gran medida son de máquinas, de artefactos tecnológicos, pero también de elementos creados con el pensamiento, y la cultura”. 

Por eso, señala, es necesario generar alternativas para salir de esas cuestiones. 

Todos enfrentamos problemáticas filosóficas, pero quien se dedica profesionalmente al mundo de la filosofía, de alguna manera goza del estudio y la experiencia que permite, en un momento dado, ver algunos ensayos de solución a esas dudas, a ese mar de incertidumbres en el que nos encontramos”. 

Por su parte, Moreno concluye que la principal función de la filosofía es la crítica de las formas existente, o de lo aparente: la crítica de las obviedades. 

“En cuanto uno dice que algo es obvio generas un falso consenso en el auditorio, y además quien no lo vea como obvio corre el riesgo de ser tachado de ciego o miope. Entonces la obviedad es uno de estos velos de las formas existentes, de las formas aparentes terriblemente engañoso”. 

Para este grupo de filósofos, eliminar la filosofía de la educación media superior amputa el derecho que tenemos las personas a cuestionar las obviedades, a problematizar nuestra realidad y construir mundos mejores. 

La crisis de las humanidades 

En otro conversatorio, se habla de la crisis actual de las humanidades. En la mesa participan los filósofos Gabriel Vargas Lozano, Guillermo Hurtado, José Alfredo Torres y Antonio Matheus.

¿Qué se ha entendido por humanidades? ¿Por qué han quedado relegadas en términos generales respecto de la enseñanza de la ciencia y la técnica? ¿Dónde quedan las humanidades en una sociedad que ensalza y venera la ciencia y los algoritmos en un sentido utilitario?, pregunta José Alfredo Torres.

Guillermo Hurtado, del Instituto de Investigaciones Filosóficas, señala que hay una renuencia a entender que las humanidades son un campo del conocimiento que tiene una historia y tradición propia. Incluso, señala que la UNAM tiene el prestigio internacional que tiene por las humanidades

En México tenemos una tradición de trabajo humanístico muy grande (…) Lo que está en crisis es la percepción que tiene el poder sobre las humanidades. Lo que no se acaba de entender en el Estado nacional mexicano, y a veces ni siquiera en las propias universidades, es ¿qué son las humanidades? ¿cómo se distinguen de las ciencias?” .

Por su parte, Vargas Lozano señala que la crisis que hoy enfrentan las humanidades tiene que ver con que no hay un marco conceptual o parámetros definidos que den cabida a toda la amplia gama de estas disciplinas.

Pone sobre la mesa dos discusiones urgentes para los filósofos: La primera, si las disciplinas humanísticas están cumpliendo una función de análisis y propuestas respecto a la crisis humana que vivimos o no. Y la segunda, cuál es le papel que las humanidades, y la filosofía en particular, deberán tener hoy para estar respondiendo a una situación tan grave como la que tenemos.

Matheus enfatiza en que, hay una crisis humanizante que tiene que ver con la educación. Y así como la filosofía, el resto de las humanidades permite entender y teorizar los problemas actuales para resolverlos. Sin embargo, señala, la tendencia de todos los gobiernos –incluido el actual– de eliminar o relegar su importancia para la vida cotidiana las ha llevado a una crisis.

Es curioso que nosotros tengamos que comparecer, y tengamos que defender, y que tengamos que demostrar que las humanidades son una necesidad dentro de una sociedad que pretende transformar la historia de un país, y que pretende moldear un proyecto de nación”.

Olvidar esto, coinciden los filósofos, es dejar atrás la tradición humanística que existe en México. Una tradición que se remonta hasta los pueblos indígenas antes de la colonización, y que se une al pensamiento occidental en el siglo XVI.

“Se unen para generar una escuela de pensamiento única y rica, que ha planteado las preguntas sobre el sentido del ser humano desde nuestra propia condición y nuestra propia historia”, enfatiza Hurtado.

Por eso, y ante los debates de ¿qué sentido tiene filosofar? Es crucial la discusión sobre su permanencia en los planes de estudio de la escuela media superior. De no hacerse, concluyen los filósofos, se agravaría la crisis que actualmente atraviesan las humanidades en el país, así como la falta de un pensamiento crítico en las futuras generaciones para resolver debates cruciales para construir nuevos proyectos civilizatorios.

Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.