Ésta es la decimosexta entrega de El Promontorio y el Eco, que reúne poemas inéditos de Eduardo Sierra Romero
Por: Eduardo Sierra Romero
Fotos: María Ruiz
Hoy nace en el horizonte la evidencia del infinito,
bruma de nostalgias y encarnación de divinidades.
Sólo la acepción de lo acertado baja en sonido
por el valle. No tememos la sordera.
La presencia violeta
tapiza nuestras proyecciones, líneas sagradas
surcan nuestro mar verde.
Síntomas de sanación, descripción de las pautas
del delirio. Tu sello, mi pasión.
Deshila el tejido orgánico lo impermeable
de la piedra, lo húmedo de la piel nos teje. La unión
de la sustancia a escala, somos ya dioses bajo el
influjo del incesante oleaje del cielo.
Permuta, transcurre, vamos y no regresaremos.
¿Quién querría regresar?
Somos causa, y el conflicto es ya solución.
Las fundaciones de la lágrima son ya rocío
en el devenir de los valles.
Somos causa, y alrededor de tus labios ha
puesto casa el navegante, lanzando ya su brújula
al mar. Llega el boletín a la montaña, se acerca
el tiempo real.
Somos causa, y las llamadas para contraer
el espacio hallan respuesta en la compresión de tu pecho
contra el mío. Inspira y exhala, el aire purificado
ya anida.
Somos causa, y llega la opulencia, los gestos son
exactos y batalla consigo mismo lo que sobra. Pintamos de
cielo nuestras habitaciones.
Somos causa, y se diluyen los efectos, la preparación
ya proyectó nuestros espejos al firmamento.
Surge el júbilo y caminamos de la mano.
Girasol
Alrededor del girasol se pronuncia
un misterio, un relámpago de calor,
una duda que se desfigura sobre mis manos,
una ilusión de ceguera como acertijo.
La llamarada que suscita las palabras
y las estancias, y los caminos,
y estos cuerpos que se extrañan.
La llamarada que mueve al girasol es
la misma que desvía las geografías hacia la expresión
de la renaciente certeza.
Tapizada la multiplicidad de este milagroso
Sol, que en lo terreno tiene todo inventado y
revela la perfecta pintura con números,
hace surgir la chispa que se deja llevar por el viento
resucitando en su propósito de cobijo.
Ya encendida, es la llama violeta en mi corazón,
lo guía en su giro y lo arranca de mi pecho
con el latido de tu nombre y prendado del ala del arcángel,
inicia el regreso a casa.
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