El futuro de América Latina, coincidieron periodistas, académicos y activistas, está en la resistencia legítima y organizada desde abajo, muchas veces invisibilizada por los grandes medios de comunicación que muestran caos y muerte en nuestra región
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: María Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Qué contextos imperan en una región tan diversa y compleja que tan solo hace algunas décadas vivió dictaduras y gobiernos de facto? ¿Qué papel juega la dependencia económica y política con las grandes potencias mundiales? ¿Cómo se resiste una pandemia desde la comunidad, desde los movimientos sociales? ¿Qué alternativas construimos?
Estas son tan sólo algunas de las interrogantes que surgieron desde nuestra tertuliana, donde la voz y experiencia de colegas que reportan desde México, Argentina, Chile, Haití y Colombia dan pista de la coyuntura que atraviesa nuestra región.
Uno de los grandes hitos a nivel mundial, pero en especial en América Latina, ha sido la agenda del movimiento feminista que ha posicionado el respeto y ampliación de los derechos sexuales, identitarios y reproductivos de las mujeres y las personas trans.
En Argentina, desde que las grandes movilizaciones en 2018 lograron que el congreso debatiera la despenalización del aborto, las conquistas del movimiento feminista han ido en escalada.
Así lo narró la periodista Cecilia González, quien subraya la importancia que han tenido las mujeres y las personas trans para marcar un halo de esperanza que como una marea se ha volcado sobre todas las regiones del continente.
“En Argentina ha sido una grata sorpresa para la lucha de los movimientos sociales que justo en medio de la pandemia en los últimos 7 u 8 meses se hayan dado logros importantísimos que son también ejemplares para la región porque son, en efecto, cascada”.
La periodista se refirió a la legalización del aborto a finales de 2020 y el cupo laboral travesti trans, un hecho inédito que responde a la visibilización y cobertura que el movimiento feminista ha impulsado en espacios autónomos y colectivos.
A pesar de la poca cobertura mediática de las movilizaciones y luchas feministas, las conquistas jurídicas y sociales han abierto nuevos espacios de debate al interior de la sociedad argentina que ahora apuestan hacia la ampliación y realización de estos derechos.
“Los derechos nunca son prerrogativas de los gobiernos, son logros de las luchas sociales” enfatizó, reconociendo que hace falta mucho trabajo de visibilización mediática y popular en torno a los derechos de las personas no binarias y del movimiento LGBTTIQ+.
En el caso chileno, la militante y activista contra la tortura Juana Aguilera, señala que los procesos políticos progresistas en la región pueden explicarse a partir del descontento generado en contra de las dictaduras en todo el continente, como es el cúmulo de movilizaciones que han derivado en la Asamblea Constituyente en Chile.
“Pasé por los tres años de gran esperanza que significó la Unidad Popular en Chile con Salvador Allende a la cabeza, luego el tremendo golpe de Estado que nos sumergió en un proceso de lucha antidictatorial y resistencia, para luego estar con los gobiernos civiles postdictadura en estos 30 años que culminan hoy en día con tal vez el pliego de peticiones que teníamos a finales de los noventa, con una asamblea constituyente y derogando la constitución dictatorial”, narró Juana Aguilera.
El proceso Constituyente en Chile es resultado de una amplia lucha por la democratización del país, donde 155 personas trabajan en una Convención Constituyente que hará la propuesta de un nuevo ordenamiento legal que será sometido a plebiscito para su aprobación; sin embargo, la reacción de algunos sectores de la derecha que se veían beneficiados de la constitución pinochetista han abierto un nuevo campo de batalla para el pueblo chileno que lucha por la democratización y contra la privatización de los bienes y servicios nacionales.
“La derecha chilena que quedó ahí habla muy mal de esta mayoría, dicen que los aplasta. Como si no comprendieran que durante prácticamente 47 años una minoría en Chile aplastó a la gran mayoría y nos obligó a vivir bajo las reglas y el robo permanente de lo que es la riqueza producida por miles de personas en Chile», explicó Aguilera.
El reclamo del pueblo chileno, que aglutina a sectores estudiantiles y del pueblo Mapuche, se sintetiza en una crítica frontal al modelo económico neoliberal, y que pese a estallar en octubre de 2019, la Convención Constituyente no ha generado una propuesta concreta para recuperar los derechos perdidos durante décadas de dictadura y una supuesta democracia que la mantuvo en su esencia.
“En el campo de los Derechos Humanos tenemos muchos desafíos todavía, porque después del estallido, de la brutal represión que se desató, nosotros tenemos más de 500 personas que perdieron los ojos por el gobierno de Piñera, muchas personas mutiladas atropelladas por los carros policiales, muchos prisioneros políticos que llevan en prisión preventiva prácticamente dos años», dijo.
“Cuando intentas entender las violencias en América Latina, casi todos los caminos conducen al norte”, refirió Alex Sierra del Centro de Estudios Socio Jurídicos Latinoamericanos en Colombia.
El contexto que actualmente atraviesa el pueblo colombiano, donde las masivas protestas de los movimientos sociales, estudiantiles e indígenas han sido duramente reprimidas tras cuestionar el actual modelo neoliberal, tiene similitudes no solo con las demandas del pueblo chileno, sino con el mismo método de coerción usado por los carabineros en Chile.
“Hay una guerra sucia contra los movimientos sociales histórica, hay una campaña de desprestigio como de enlodar a cualquier tipo de organización o de movimiento social que intenta proponer una salida distinta al neoliberalismo de la privatización en cada uno de nuestros países y en cada uno de los ámbitos económicos.” denunció.
La injerencia norteamericana ha moldeado la realidad política, económica y social de la región, como la creación de grupos paramilitares y el uso de golpes de facto para contener las movilizaciones sociales.
En el caso colombiano, que ocupa el primer lugar de personas desplazadas al interior del país y de personas desaparecidas a nivel mundial, pese la firma de los Acuerdos de Paz en 2016, las movilizaciones sociales han desnudado las contradicciones de un régimen que se presenta internacionalmente como una de las democracias más estables de América Latina.
De acuerdo con Alex Sierra, las condiciones laborales de Colombia, y la mayoría de los países latinoamericanos se fueron deteriorando a partir de la pandemia de covid-19 en el mundo.
La inestabilidad de las y los trabajadores que viven el día a día sin derechos de seguridad social o un salario fijo, sumada a la pérdida de ingresos y el empobrecimiento generado a partir de la pandemia, hicieron que en Colombia hubiera un estallido social que no ha cesado ha pesar de las fuertes violaciones a los derechos humanos del gobierno de Iván Duque.
En plena pandemia, el gobierno colombiano ordenó la compra de tanquetas y equipo militar en vez de suministros de salud.
Y sin deslegitimar la movilización del pueblo colombiano, Alex Sierra señaló que el gobierno preveía el estallido social, y cuestiona: “¿hasta qué punto también se está orquestando una lógica de querer minar la estabilidad del país por parte de grupos de extrema derecha que también están en las calles?”
El mismo caso ocurre en Haití, donde desde 2018 hubo una emergencia social y popular que comenzó a cuestionar las medidas neoliberales recomendadas por el Fondo Monetario Internacional y aplicadas por el gobierno del en ese entonces presidente Jovenel Moïse, al cual se le acusaba de corrupción y de corromper el orden democrático.
Este estallido social provocó la renuncia de un primer ministro del gobierno, pues tras la disolución de sus fuerzas armadas en la década de los 90, los cuerpos de seguridad no tenían una capacidad de respuesta para contener la efervescencia social y popular que se prolongó hasta inicios de 2020.
Ocurrió un fenómeno hasta entonces desconocido por el pueblo haitiano: la operación de grupos paramilitares y bandas delincuenciales que secuestraron, asesinaron y torturaron a activistas, militantes políticos y periodistas.
Tan solo en lo que va del año, en términos absolutos, en Haití se han cometido 13 masacres y más secuestros de los que actualmente se han registrado en México. Todo esto durante el gobierno de Jovenel Moïse.
“Creemos que la clase dominante haitiana, en alianza con los Estados Unidos que tutelan el país desde hace más de un siglo, definieron recurrir a una vía paramilitar estimulando grupos delincuenciales y bandas armadas, entrenadas, organizadas y financiadas por el propio poder político”, aseguró el periodista Lautaro Rivara.
Hoy podemos ver 77 bandas armadas fuertemente organizadas operando en todo el territorio nacional, operando en los barrios más populosos de la zona de Puerto Príncipe. Más de 500 mil armas de producción norteamericana circulando de forma ilegal en todo el territorio”.
Es en este contexto donde se comete el reciente magnicidio de Joven el Moïse, perpetrado por 26 exmilitares de las fuerzas armadas de Colombia y 2 ciudadanos norteamericanos de origen haitiano.
“Esto corresponde a un plan estrictamente político, nunca Haití, ni siquiera con altos índices de pobreza, miseria, desigualdad y todos los indicadores que podamos buscar, conoció de forma espontánea este tipo de fenómenos y este tipo de violencias.”
Para Rivara la injerencia de los Estados Unidos dentro de la reciente crisis política en Haití es fundamental para comprender el desarrollo de la coyuntura en la nación caribeña, pues un hecho trascendental es el nombramiento del gobierno interino de Ariel Henry recomendado por el Core Group, donde están presentes altos funcionarios norteamericanos.
“Este magnicidio fue cometido por los Estados Unidos, o por lo menos con el visto bueno y la aprobación y el conocimiento de los Estados Unidos”, sentenció el periodista Lautaro Rivara.
Un consenso entre las y los panelistas es que el futuro de América Latinocaribeña reside en la resistencia legítima y organizada desde abajo que muchas de las veces es invisibilizada por los grandes medios de comunicación que muestran caos y muerte en nuestra región.
El estigma que pesa sobre pueblos como el haitiano, sumada a las guerras mediáticas en contra de las protestas en Colombia, la invisibilización del movimiento feminista argentino y los ataques de la derecha chilena al proceso Constituyente dan cuenta de esto.
Las narrativas en disputa no sólo influyen para el avance de las luchas por los derechos sociales, políticos e identitarios, sino también muestran el tablero geopolítico en el que se juega nuestro futuro.
Alex Sierra comentó que ejemplos como el caso cubano, donde algunos medios de comunicación documentaron las protestas ante la falta de insumos para atender la pandemia sin cuestionar el bloqueo económico hacia la isla, son una clara muestra de ello.
Lo mismo con el estigma hacia Venezuela, donde la crítica de los miles de desplazados se inserta en un escenario de disputa geopolítica que las corporaciones mediáticas no señalan con todas sus letras.
La pandemia por el Sars-Cov-2 también vino a desnudar los perversos intereses que se ciernen sobre nuestros territorios.
No sólo en México la infodemia ha influido en las estrategias para mitigar los impactos del virus en nuestros cuerpos y en nuestra economía.
En Argentina, González contó cómo los medios opositores al gobierno de Alberto Fernández han difundido información falsa para que la ciudadanía no acuda a vacunarse, responsabilizando al mandatario de las consecuencias de estos actos.
En Chile, dijo Aguilera, las desigualdades de clase que existieron en la aplicación de vacunas, pues en ese país primero recibieron su dosis la minoría piñerista que hoy se muestra en desacuerdo con la mayoría Constituyente.
En Colombia, fue la indolencia del gobierno frente a la población, pues la demora de un esquema claro de vacunación corresponde a las diferencias gubernamentales para adquirir la vacuna Sputnik debido a la injerencia de los Estados Unidos en este país, explicó Sierra.
Mientras que en Haití, Rivara explicó que las precarias condiciones de la población, que no tiene un sistema de salud pública, impidió que la vacunación y el confinamiento que se realizó en casi todos los países fuera algo remotamente posible. Esto, sumado al racismo histórico a la que la población negra se ha enfrentado durante siglos genera en el pueblo haitiano un sentimiento de desconfianza hacia los medicamentos de occidente.
La pandemia, además de desnudar las diferencias sociales que existen en el mundo, puso a relieve las pugnas geopolíticas que sortean el futuro de Estados democráticos y el fracaso del neoliberalismo ante la destrucción de sistemas de salud públicos.
La multipolaridad del mundo tras la conformación de bloques político económicos pone la necesidad de hacer un balance de las necesidades urgentes para nuestra región.
La necesidad de integrar a la región como un solo bloque que permita negociar con las grandes potencias aspectos cruciales como la salud y el fortalecimiento económico parece una salida pertinente para una región que parece depender económica y políticamente de los Estados Unidos.
Esto, para el grupo de panelistas, tiene que pasar a la vez por una revisión del progresismo latinoamericano y su relación con el modelo neoliberal.
Lautaro Rivara aseguró que aunque existan gobiernos políticamente progresistas, en esencia el modelo neoliberal sigue dominando las relaciones de intercambio y producción a nivel global.
La salida, sin embargo, sigue siendo la organización y movilización social que empuje cambios verdaderamente drásticos en la política económica de América Latinocaribeña que, tal vez en un futuro, permitan que lo que hoy son sueños puedan ser realidades que estemos narrando.
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