La imagen de la sororidad

18 agosto, 2019

La foto que captó María Ruiz durante la protesta le devuelve el objetivo y la humanidad a la marcha de mujeres, y pone en perspectiva la violencia radical frente al salvajismo y la barbarie de una violación

@duiliorodriguez

Emitir juicios y opinar rápidamente de las imágenes suele ser más fácil que tratar de entender todo el contexto que las rodea. Lo que vemos/miramos genera impulsos inmediatos, con comentarios y conclusiones que casi siempre son poco afortunadas.

No abundan los videos y fotografías de la protesta del viernes pasado que muestren la complejidad de un movimiento de miles de mujeres que han decidido salir a la calle a protestar, hartas de que su voz no sea escuchada y, en el mejor de los casos, que sólo sea escuchada con odio o compasión. 

Basta echarle un vistazo a lo difundido en todos los medios el viernes y sábado para ver cuáles fueron las imágenes escogidas para ser publicadas. Prolifera una narrativa: la de mujeres destruyendo la estación del Metrobús Insurgentes, quemando inmuebles, pintando monumentos o agrediendo a reporteros. 

En principio, parecería que esas son las fotografías fuertes de la jornada. En muchas de ellas está el momento preciso en que algunas manifestantes rompen un vidrio o prenden fuego. En el argot periodístico y, visto con los parámetros de siempre, diríamos: «esa es la nota». 

Pero en el contexto en el que vivimos es obligado hacer un alto y volver sobre lo aprendido. No podemos ignorar que vivimos en un país de feminicidios, violaciones, de gobernantes apáticos o incompetentes que no quieren (o no pueden) resolver el problema de la violencia de género. 

Tampoco podemos ignorar que vivimos en una sociedad dominada por hombres, con lenguaje y visión machista. 

Las imágenes de los desmanes que se difundieron copiosamente sirven para que reaccionemos rápido, indignados al ver cómo la “barbarie” llega a niveles tales que «hasta se destruye» una estación del metro. Pero no sirven para ver el origen de  la movilización masiva y detenernos a pensar un poco más. 

María Fernanda Ruiz, fotógrafa de Pie de Página, estaba lista para cubrir la marcha desde la tarde del viernes y siguió a las manifestantes hasta la medianoche. De vez en vez, cuando podía, me mandaba fotografías. Yo había estado monitoreando lo que pasaba y estaba al tanto de la discusión que había por la radicalización de las protestas. Pero una fotografía que mandó en la madrugada del sábado era especial.

La foto fue tomada frente a la estación del metrobús destruida, donde dos mujeres abrazadas, sostienen una pancarta en la que se alcanza a leer en letras mayúsculas la palabra violación. Se trataba de la misma estación y los mismos hechos que horas antes había visto en todas las televisoras y en internet, donde aparecían mujeres cuasizombies destruyendo todo. 

Pero esta imagen de Maria Ruiz contenía un momento muy emotivo y significativo: dos seres abrazándose, llorando, características fundamentales que nos convierten en seres humanos sensibles en medio del desastre. No eran nada mas rayones y pintas como muchos difundían. En las paredes de fondo se leía: Justicia. Ni una menos.

Ver esa foto fue un alivio. Por fin tenía una imagen –entre decenas– que por sus característica permitía pensar en las mujeres más allá del vandalismo y la ira.

Desde mi perspectiva, esa imagen contaba una historia diferente, permitía empatizar y, por lo tanto, volver a pensar en lo que motivaba la manifestación. Devolvía a la protesta su principal objetivo, la solidaridad, el amor y la unión de las mujeres frente al fenómeno misógino, salvaje y bárbaro de la violación.

Sin intentar justificar los movimientos radicales, es un hecho que las grandes transformaciones sociales (la independencia, la revolución y muchas otras) han sido por la fuerza y con violencia.

Es cierto también que la violencia genera una espiral de más violencia hasta que una de las partes cede o sucumbe y que eso no es deseable en un país que lleva años inmerso en eventos atroces.

Personalmente creo que lo radical frente a la violencia no es más violencia, y que lo radical y realmente difícil de lograr son movimientos pacifistas.

Tal vez por eso hay tan pocos ejemplos pacíficos exitosos en la historia de la humanidad. Pero tampoco podemos rasgarnos las vestiduras y enjuiciar a todo un movimiento por unas imágenes que no nos permiten razonar.

Foto: María Ruiz

Columnas anteriores:

Aprender fotografía en México

Retar nuestros prejuicios

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.