Lo que retratará la pandemia

28 marzo, 2020

El Covid-19 nos permite retratar a los egoístas, a los mezquinos o a los oportunistas; fotografiar a los que  acaparan comida y enseres de higiene personal; los que mandan a sus empleados a su casa sin pagarles su sueldo

Por Duilio Rodríguez

Abajo de mi casa, en la acera de enfrente hay una cafetería, un minisuper y otros restaurantes. Es una zona con muchos visitantes y, por consiguiente, con músicos y vendedores ambulantes.

El quehacer fotográfico además de lo visual  también se nutre de los demás sentidos. Así que hoy  mi termómetro para saber cómo va el encierro colectivo es  una “playlist” con música pop de los noventa. 

Habitualmente los empleados del café abren muy temprano, colocan, mesas y sillas en la calle mientras escuchan a todo volumen Luis Miguel, Rocío Dúrcal, José José y otros cantantes. Un poco más tarde aparece el sonido inconfundible del vendedor de pan dulce, que anuncia su llegada tocando el claxon de su bicicleta. 

Una vez abiertos todos los negocios, aparecen otros sonidos: los músicos de la marimba, los del camión de la basura, el que vende plantas y el megáfono inconfundible de comprador de ropa usada.

Pero desde que se anunció la contingencia, primero desapareció la música del café, después siguió la del vendedor de pan y le siguió el de las plantas. Vamos a ver cuantos sonidos desaparecen los próximos días conforme avanza la epidemia. 

En 2009 cuando padecimos la invasión del virus H1N1 en México, abundaban las fotografías de gente que usaba cubre bocas.  Me pareció increíble ver la Ciudad de México vacía, 20 millones de habitantes se esfumaron. 

En aquel momento no recuerdo que se hablara –como se habla ahora– de los trabajadores que simplemente no pueden dejar de trabajar.

Calles, avenidas, parques, escuelas, el metro y supermercados estaban desiertos. Entonces salí a fotografiar la vida sin gente, todos se habían escondido por el terror a infectarse de un virus que hoy sabemos no es tan letal.

Aunque la ciudad  parecía un escenario de cine de ficción, lo que sucedió en 2009 no alcanzó los niveles de desastre a los que nos tienen acostumbrados en Hollywood. 

La única referencia que alimentaba nuestra psicosis en aquellas épocas era una película gringa estrenada en 1995  titulada Outbreak , que en México tradujeron y titularon “Epidemia”. Desde entonces se han realizado muchas y muy buenas películas sobre epidemias, aunque casi todas siguiendo el mismo guión apocalíptico. 

“Outbreak” comienza con una frase escrita en letras blancas sobre un fondo negro que dice: 

The single biggest threat to man’s continued dominance on the planet is the virus”: La mayor amenaza para el continuo dominio del hombre es el virus.

La cita es perturbadora y se le atribuye al biólogo Joshua Lederberg, ganador del premio Nobel de Medicina en 1958. Después de leer la frase, en la película vemos una serie de imágenes muy bien ensambladas:

La primera escena es de una guerra en Zaire (actualmente se conoce como República del Congo).  En medio de la selva un grupo de combatientes se matan, corren y se disparan, hasta que una bomba estalla y vuelan por los aires unos soldados. 

Segundos después aterriza un helicóptero en una aldea,  del cual descienden dos estadounidenses cubiertos con trajes de hule y mascarillas con un tubo conectado a un tanque (supongo que de oxígeno).

Se acercan a una cabaña donde hay aparentemente heridos, pero no lo son. Se trata de  enfermos moribundos con llagas supurantes de pus y sangre, tendidos en camastros improvisados. 

Los estadounidenses con trajes de hule toman una muestra de sangre a uno de los enfermos, solo para confirmar que la enfermedad es peor de lo que imaginaban, por lo tanto se retiran del lugar y piden un avión. (Uno pensaría que lo piden para salvar a los enfermos).

El avión sobrevuela la aldea y desde el aire deja caer una bomba que calcina de inmediato todo lo viviente: los enfermos. 

Con esa simple secuencia de imágenes el planteamiento de la película está hecho. Una enfermedad contagiosa es peor que una guerra.

Lo que vemos hasta aquí, independientemente de las imágenes de acción muy bien logradas, es un planteamiento aparentemente normal para una película de drama, pero lo que aparece después y casi durante toda la película, es un catálogo  de ideas estigmatizantes contra ciertos grupos étnicos y sociales. 

Por ejemplo: La enfermedad la transmite un mono selvático, sale de África, se transporta en un barco con tripulantes asiáticos, y llega a EU por medio de un traficante de animales exóticos. 

En vez de cuidarnos ante algo que nos atemoriza (como el contagio de una enfermedad mortal), lo primero que buscamos es un culpable a quien  atacar. No faltan las voces que claman ‘¡toque de queda, mano dura!’ y la consiguiente restricción de la movilidad.  Aunque ya sabemos que hay muchos que necesitan salir a trabajar, omitimos a los que necesitamos que sigan trabajando: Médicos, enfermeras, policías, transportistas y a todos los que nos suministran los enseres y alimentos indispensable para poder vivir.

La narrativa cinematográfica es verosímil, mas no es verdad. Hoy en día frente a una epidemia real, lo que sabemos es que un virus puede mutar y aparecer en cualquier parte del mundo. No es un problema de latinos, africanos o asiáticos. 

Lo que sí es cierto es que El Covid19 nos permite retratar a los egoístas, a los mezquinos o a los oportunistas. 

Fotografiar a los que  acaparan comida y enseres de higiene personal, los que mandan a sus empleados a su casa sin pagarles su sueldo. 

Hoy podemos ver con la mayor crudeza a los que no tienen casa, agua o un trabajo que les permita ausentarse, a las personas que deambulan solas por la calle, a los músicos de la marimba frente a los edificios para que les avienten unas monedas.

Ya hemos visto mucho cine donde los héroes son norteamericanos y salvan el mundo. Las noticias que nos llegan de Europa son trágicas pero también son esperanzadoras. De los que cuidan a sus viejos, de los que aplauden a sus médicos, o de los animales que ante la falta de humanos regresan a su hábitat.

En unos años cuando todo esto haya pasado  habrá ensayos fotográficos, novelas, cuentos, guiones cinematográficos y seguramente usaremos el audio y vídeo para recordar y saber de todos los héroes de todas las nacionalidades.


Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.