La diosa del asfalto, situada en las periferias de la Ciudad de México de los ochenta, narra la vida de una pandilla de mujeres punk quienes viven su juventud entre música y violencia. Es una crítica a una sociedad en la que la agresión está normalizada siempre y cuando sea ejercida por un hombre.
Texto : Andi Sarmiento
Foto: Tomada del trailer oficial
CIUDAD DE MÉXICO.- La diosa del asfalto es una producción mexicana del director Julián Hernández basada en Las castradoras de Santa Fe, caso real ocurrido en la década de los ochenta en la periferia de la Ciudad de México.
La cinta es la historia de Max, una cantante punk que un día como parte de su gira regresa a su barrio, el cual abandonó hace diez años tras un suceso que desconocemos hasta el final de la cinta; tras dicho acontecimiento, Max se separa de su grupo de amigas. La película se desarrolla en el pasado, narrando la vida de esta pandilla femenina que vive su juventud en una zona marginada, entre música y violencia.
Todas vienen de un contexto agresivo en una sociedad donde la mujer es agredida e invisible, desde su casa hasta la calle. Este sistema se convierte en el vínculo que más las une, pues entre ellas se dan la fortaleza para hacer frente a las actitudes que las agreden. Son conscientes de que las cotidianidades de una también son las de todas y esto genera una rabia colectiva; entre ellas se defienden con coraje pues saben lo que es pasar por estos abusos y ya no van a permitir que ni ellas ni sus amigas pasen por lo mismo.
A su vez, lo que nos demuestra es la complejidad que conlleva salir de estos patrones. Viven en un ambiente donde la violencia se combate con violencia, pues es una zona que no voltea a ver la justicia de las autoridades. Asimismo, se refleja una sociedad en la que la agresión está normalizada siempre y cuando esta sea ejercida por un hombre.
Si una mujer mata a un varón, aunque sea por autodefensa, será mucho más consciente de su acción y de las consecuencias que eso conlleva. Mientras tanto, el hombre que asesina a la chica lo hace sin la misma culpa. La diferencia es que uno lo hace por una posición de poder, que no considera a la otra como un humano que vale lo mismo sino como un ser menospreciado, por ello actúa como lo hace, porque si sintiera alguna culpa no lo haría. En cambio, la mujer actúa en respuesta a la agresión del otro, no por iniciativa propia.
Además, la carga moral de la mujer viene también de que sabe que ante la ley y su comunidad será más perseguida que su agresor. Se juzga más a una chica por defenderse que al hombre por atacarla.
Y esa diferencia de culpas se ve no solo en un asesinato sino en cualquier tipo de abuso machista. No es que una mujer no pueda también agredir, pero lo general es que esta sea un poco más responsable de estas acciones; por un lado, porque sabe que ella sí tendrá más repercusiones y por otro, porque a la mujer no se le permite ni se le enseña a ser violenta; también, porque una entiende lo que es vivir esta agresividad y le es más sencillo sentir empatía para no replicarla. Esto sucede en toda forma de relación interpersonal como el cortejo, la sexualidad o la amistad.
Es así como se forman estas redes de apoyo femeninas, que en la película se representa con las distintas bandas que poco a poco se van juntando para encarar a los machos que las rodean. Su enojo las impulsa a defenderse y su miedo desaparece cuando saben que sus amigas están cerca para ayudarlas.
Igualmente, esta unidad demuestra cómo, por primera vez, los hombres del pueblo escapan de ellas. A pesar de que no cesan las agresiones, sí es notorio un cambio cuando el agresor ya no tiene el poder sobre una, sino que debe enfrentarse también a las demás y entonces el miedo cambia de persona.
Por otra parte, la película también retrata una juventud que sobrevive a estas adversidades refugiándose en la música.
Nos muestra la importancia de la música para la formación de la identidad, de forma que se crea una diversidad de grupos y culturas que comparten ideologías y creencias, estilo de vestir o gusto por el mismo tipo de arte. Estos grupos, sobre todo en la juventud, se vuelven un lugar de resguardo para las personas que los conforman, pues son quienes tienen una forma de vida que choca con el estándar establecido y aceptado por la sociedad.
Durante décadas, el punk ha sido un símbolo de rebeldía y vitalidad, expresándose de diversas maneras alrededor del mundo. Pero en general, el punk es sobre criticar y romper con un sistema, por lo que no es un movimiento bien recibido por una parte de la población ni por las autoridades y menos durante el Siglo XX. Además, si bien siempre se ha juzgado a los jóvenes por la expresión de su personalidad, igualmente la crítica es más dura cuando se trata de las mujeres; incomodan más las mujeres gritonas y fuertes que los hombres que hacen lo mismo, aunque ambos sean mal vistos sí existe diferencia en la forma en la que se perciben.
Las chicas de La diosa del asfalto tienen una fuerte amistad,también, porque las une este ímpetu rebelde, comparten gustos por la música, ropa o la misma clase de fiestas y eso se refleja en su carácter.
Hacer frente a la violencia patriarcal que durante siglos hemos tenido tan normalizada y justificada no es un tema sencillo, pues es complicado salir de estas relaciones de poder y círculos de violencia. Sin embargo, la película nos demuestra la importancia crear estos vínculos de apoyo entre mujeres; cuando la sociedad invisibiliza a una esta se hace ver cuando está en compañía de otras que también han sido tachadas.
La diosa del asfalto está disponible en Netflix.
Me gusta escribir lo que pienso y siempre busco formas de cambiar el mundo; siempre analizo y observo mi entorno y no puedo estar en un lugar por mucho tiempo
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