5 junio, 2019
Por ser los más afectados, vecinos de la Asamblea ciudadana del pueblo de Xoco piden que se les tome en cuenta en las mesas de discusión entre Fibra Uno, los constructores del desarrollo Mitikah, y el gobierno capitalino
Texto y fotografías: Arturo Contreras Camero
Vecinos del pueblo de Xoco, de la colonia Acacias, Del Valle y General Anaya, amenazan con cerrar avenida Universidad en su totalidad si no son incluidos en las mesas de diálogo entre el gobierno de la Ciudad de México y la desarrolladora Fibra Uno, que construye el complejo urbano Mítikah, en las inmediaciones de Coyoacán.
Hace un mes, el 4 de mayo, la desarrolladora taló al menos 80 árboles en la calle Real de Mayorazgo y al interior de lo que solían ser el centro Bancomer, que albergaba las oficinas centrales de ese banco, para construir un paso a desnivel para automóviles que uniría las dos fases del proyecto.
Unos días después, el gobierno anunció una multa y la suspensión de la fase dos del proyecto, sin embargo, el resto de las fases siguen en construcción. El paso a desnivel pretendía ser una de las obras de mitigación del proyecto. Estas obras se supone que deben paliar los daños hechos a los vecinos de la zona por la construcción, sin embargo, en este caso los constructores pretendían que fuera un beneficio exclusivo de los futuros inquilinos del desarrollo.
La jefa de gobierno aseguró entonces que citaría a mesas de diálogo a la desarrolladora para revisar todas las obras de mitigación que se tienen planeadas. Para lo que convocaría a los vecinos, pero hasta el momento, la invitación no ha llegado, según asegura René Rivas, secretario técnico de la Asamblea ciudadana del pueblo de Xoco.
“Que se paren las obras de mitigación si no se dan a conocer a la población”, demanda René Rivas en una conferencia de prensa en la calle, de espaldas a las obras de los edificios del complejo aún en construcción que llenan el ambiente de ruido pesado. “Claudia Sheinbaum no nos ve, o no nos incluye. Ella dijo que iban a invitar a los vecinos a estas mesas de inclusión ciudadana”.
Según asegura René Rivas, la próxima mesa de diálogo entre la desarrolladora y el gobierno de la ciudad se llevará a cabo el próximo 16 de junio. Si a esa mesa no son convocados, asegura que el día siguiente, lunes 17, bloquearán todos los carriles de Avenida Universidad a la altura de Plaza Coyoacán, hasta que las autoridades de la delegación Benito Juárez y de la Ciudad de México los tomen en cuenta.
El pasado 9 de mayo, los vecinos bloquearon dos carriles de dicha avenida de siete a diez de la mañana para conseguir que el gobierno los citara a una reunión que nunca llegó.
Los vecinos, además, demandan una auditoría a todas las obras de mitigación que incluye el proyecto, pues acusan que así como el paso subterráneo, el resto de las obras de mitigación sólo benefician al propio desarrollo y no al barrio.
Hasta hace poco más de un mes pasar por la calle Real de Mayorazgo, la que lleva del metro Coyoacán a la Cineteca Nacional solía ser un paseo fresco a la sombra de decenas de árboles que protegían del sol. Hoy, caminar por ahí es caminar bajo rayo pleno, rodeado por nada más que cemento y asfalto.
La tala del pasado 4 de mayo la dejó así. Al principio, se pensó que eran más de 40 árboles talados. Días después, el gobierno dijo que eran más de 56 e impuso una multa de 25 millones de pesos. El viernes 31 de mayo, la Secretaría de Medio Ambiente señaló, en un comunicado, que eran 80 árboles y aumentó la multa a 40 millones 800 mil pesos. Sin embargo, los vecinos aseguran que son muchos más.
La cifra de árboles derribados se duplicó después de que esa dependencia diera a conocer que a partir de un recorrido al interior del centro Bancomer descubrieron que la tala abarcaba más de lo que se pensó en un inicio.
La mayoría de los árboles visibles se encontraban en el camellón que divide la circulación de la calle, sin embargo, una barda y una malla ciclónica esconden el resto de los árboles derrumbados. A partir de ese anuncio, los vecinos volaron un dron y ratificaron lo que el gobierno había anunciado la semana pasada y otras sorpresas.
“Al interior de esta barda, talaron otros más. Pusimos un dron y encontramos lo siguiente: aquí hay vestigios arqueológicos que se descubrieron en noviembre del año pasado. Todo esto son basamentos piramidales”, explica Rivas.
Además de estos árboles, que se encontraban en el costado sur de centro Bancomer, los vecinos aseguran que en el costado Norte, al otro lado de la construcción hay muchos derribos más.
“Sabemos que tanto en el costado sur, como en el norte, se talaron árboles. No tenemos acceso al predio, por lo que ya presentamos una denuncia ante la PAOT (Procuraduría de Ambiente y Ordenamiento Territorial). Estamos esperando las investigaciones”, añade René Rivas.
“Esto se está comiendo al pueblo de Xoco. Lo está encapsulando”, lamenta Lidia Suárez, una señora de 72 años que toda su vida ha residido en estas tierras. Aparenta menos años, tal vez es el cabello teñido, que tapa las canas, pero ella se lo atribuye a su alimentación de la infancia.
Cuando ella era niña, las casas y los monstruosos desarrollos residenciales que se alzan en grises torres en esta colonia no existían. Sólo había descampado y una hacienda enorme que pertenecía al candidato presidencial de 1940, el general Juan Andreu Almazán. El papá de Lidia era el encargado de la hacienda y su granja, por lo que siempre tenía comida fresca. Muy fresca.
“Todos me piden la receta para ser tragaaños. Yo creo que es por todos los días que viví en la granja, que comía todo fresco. Tengo siete hermanas y todas estamos igual. No representamos nuestra edad. Mi mamá nos preguntaba qué queríamos comer. Ella iba y lo cortaba”.
En esos tiempos la colonia ni se asomaban los fraccionamientos que cierran sus calles con rejas y guardias privados. Ni calles había. Sólo unas cuantas casas de adobe. De esas hoy quedan muy pocas, entre ellas la de Lidia. Por el agua no se preocupaban. Tenían un pozo en su casa, y había una toma comunitaria de donde la acarreaban para cocinar.
“Cuando salíamos de la escuela nos íbamos a jugar al río”. Lidia se refiere al río Churubusco, que entonces no era una avenida. “Nos quitábamos los zapatos y nos metíamos a lavar los pies en el río. Hacíamos barcos de papel con las hojas de los cuadernos y los mirábamos irse. Nunca me imaginé que nos fuera a faltar el agua”, dice.
Desde hace unos años, empezó a faltar el agua. Fue el mismo tiempo cuando empezaron a aparecer grandes complejos de vivienda de lujo, como los City Towers. Esos grandes bloques de concreto que traen de todo, desde cine a cancha de tenis y salón de eventos. En la colonia ahora hay, por lo menos, cinco de esos.
“A las once de la mañana o a las dos de la tarde ya no hay ni una gota. A veces cae en la madrugada, pero en veces da la una de la mañana y no llega”, dice la señora Lidia.
De acuerdo con René Rivas, de la asamblea vecinal, esta zona va a ser inhabitable en 10 años por la gran demanda de agua que tienen esos departamentos. Asegura que ha tenido pláticas con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, y en ellas le dicen que no pueden garantizar el suministro de agua en la zona.
Además de la preocupación por el agua, ahora la señora Lidia vive preocupada por el pago del predial, que pasó de 10 mil pesos a 32 mil en unos pocos años, y por los desarrolladores que insisten en que les venda su casa para construir más departamentos.
“Se acabó todo. La gente que está quedando es muy pobre, no es de dinero. Por el alza de precios ya no les queda más que vender, porque dicen mejor nos vamos, vendemos ahorita que nos pagan más o menos y nos vamos”. asegura.
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