Un «nuevo horizonte» para Iguala

20 noviembre, 2015

Este texto a cuatro manos fue realizado con la información obtenida en varios viajes a Carrizalillo e Iguala, realizados entre diciembre de 2014 y septiembre de 2015

Texto: Margena de la O, Daniela Pastrana, José Ignacio De Alba y Uriél Salmerón

Video y foto: Ximena Natera

IGUALA, GUERRERO.- En el oriente de Iguala hay una colonia que se llama Fraccionamiento Ángel Aguirre Rivero. El arco de entrada tiene el lema de su primer período como gobernador, entre 1996 y 1999: «Un Nuevo Horizonte para Guerrero». En esa colonia, en la calle de Arquitectos, fue asesinado el 21 de octubre pasado Onofre Peña Celso, ex comisario de Carrizalillo, un poblado minero que está a entre Iguala y Chilpancingo y que desde octubre de 2014 ha sido mencionado como uno de los lugares a los que podrían haber sido llevados los estudiantes de Ayotzinapa en la madrugada del 27 de septiembre.

Nelson Figueroa, el actual comisario de Carrizalillo, asegura que en la casa de Peña Celso estuvieron escondidos José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda, señalados como los autores intelectuales del ataque a los normalistas. Y en varios medios se ha señalado a esa familia como una célula activa de los Guerreros Unidos.

«No tenemos nada que ver con Guerreros Unidos y ni conocíamos a la señora», responden, en entrevista, las hijas del ejidatario asesinado, a pesar de que tenía medidas cautelares del gobierno estatal.

«Nosotros somos desplazados. A mí me han desaparecido a dos hermanos, un sobrino, y me han matado a mis sobrinos», afirma su tío y ex comisariado ejidal, Valeriano Celso Solís.

En Carrizalillo han encontrado cinco fosas desde que el 28 de octubre, los pobladores detuvieron y golpearon a Modesto Peña Celso (lo acusan de ser «halcón» de Guerreros Unidos); según su versión, el hermano menor de Onofre habría confesado que los cuerpos de los estudiantes están en esa zona.

La historia de ese pueblo minero, con su propia pelea entre rojos y guerreros, se cuece aparte. Pero la situación de los desplazados, en la colonia que lleva el nombre del gobernador caído, es una muestra de lo que ha pasado en esta región de Guerrero después de que el ataque a los normalistas rurales volteara los ojos del mundo a Iguala: todo se ha movido para seguir igual.

El Partido de la Revolución Democrática, al que pertenecía el alcalde José Luis Abarca, perdió el poder en las elecciones del 7 de junio. Pero su sucesor, el priista Esteban Albarrán Mendoza, ni siquiera había entrado en funciones cuando ya había provocado su primer escándalo político al nombrar en su equipo de trabajo a 27 funcionarios de las administraciones anteriores. Entre ellos, Crisóforo Tinoco Bahena, quien fuera Director Operativo de la Policía Municipal de Iguala durante la administración de Abarca y fue cesado en mayo de 2013, luego de dirigir un ataque contra policías de Teloloapan. Otros nombramiento polémicos fueron los de Martín Ocampo Arteaga, ex Jefe de Licencias e Infracciones que había sido vinculado con el narcotraficante Mario Casarrubias, y Timoteo Mata Cruz, ex subdirector de Seguridad Pública en Zihuatanejo que estuvo preso en 2008, acusado de dar protección a operadores de los hermanos Beltrán Leyva en la región de Costa Grande.

La presión mediática obligó a Albarrán a removerlos. Pero la violencia no cesa. En los cerros que rodean Iguala siguen encontrando huesos, con más rapidez de la que los peritos de la Procuraduría General de la República pueden identificar. La Gendarmería llegó el 6 de octubre de 2014 con bombo y platillo y se fue empezando noviembre de este año, durante su estancia hubo 115 personas ejecutadas y 16 desaparecidas, según el registro que ha hecho el diario El Sur. La central de autobuses, de donde salieron 3 de los 5 camiones atacados por la policía municipal el 26 de septiembre, sigue siendo un «nido de halcones», cuenta un funcionario federal que pide el anonimato. Ahora, dice, ya no les preocupan los Guerreros Unidos, sino sus sucesores: los «Tilos» y los «Bélicos», formados por el cuerpo de ex escoltas de Abarca.

El alcalde en desgracia fue detenido, junto con su esposa, el 4 de noviembre de 2014. Está preso en el penal federal de El Altiplano y enfrenta cargos por delincuencia organizada y enriquecimiento ilícito. Pero sus negocios funcionan con normalidad y sus propiedades están intocadas.

Su abuelo, Nicolás Abarca, conserva la tienda de vestidos de novia en el mercado popular de Iguala. Sus joyerías (Aurium, Orovel’s, y Stela) son administradas por su madre, Esther Velázquez, el Centro Joyero de Iguala, donde la familia tiene al menos una docena de locales.

Su hermana, Roselia Abarca Velázquez, es directora del Centro de Estudios Benemérito de las Américas, otro negocio familiar y administra los 62 establecimientos de la Plaza Galerías Tamarindos, el más grande de los negocios construidos en Iguala, que abrió sus puertas el 30 de octubre de 2008 en un terreno donado por el 27 Batallón de Infantería, gracias a las gestiones del ex senador Lázaro Mazón Alonso y Rubén Figueroa Smutny, hijo y nieto de ex gobernadores. También funcionan sin problemas las farmacias Guadalajara, que Abarca inauguró en su faceta de empresario.

Cuando la pareja fue detenida, la PGR aseguró que investigaba de 65 a 90 propiedades de los Abarca (entre casas, departamentos y joyerías en Iguala, Taxco, Acapulco, Zihuatanejo, Morelos, Tlaxcala y Distrito Federal). Catorce meses después, no se conoce en sus propiedades públicas, alguna restricción judicial.

Entre las calles Juan N. Álvarez y Periférico Norte, se yergue un discreto memorial en honor de Julio César y Daniel Solís, los dos estudiantes asesinados en ese lugar durante el ataque del 26 de septiembre. La cruz de Julio César Mondragón, cuyo cuerpo desollado fue localizado a la mañana siguiente, se encuentra a un kilómetro y medio del lugar, frente a un basurero. Ángel Aguirre el gobernador del nuevo horizonte para Guerrero, no acabó su mandato, pero se fue «con la conciencia tranquila». La justicia para los estudiantes, que reclama el mundo, no es tema de conversación entre los comerciantes de la ciudad. «Catastrofistas, los igualtecos no tenemos por qué pagar descuidos familiares de otros lados», dice un hombre de 73 años, presente en el festejo de la Independencia mexicana.

El día del Grito, el alcalde interino, Silvano Mendiola, acordó suspender el tradicional baile en la plaza principal, que se realiza año con año. En cambio, organizó un bailongo VIP para sus invitados.

El palacio municipal de Iguala, como la misma ciudad, está remozado por fuera, pero ahumado en las entrañas. Parece que desde el 23 de octubre del 2014, cuando manifestantes encapuchados quemaron el ayuntamiento en protesta por los que se llevaron vivos, sólo pintaron la fachada, de la cual ahora cuelgan banderillas patrias y una lona con la cara de los héroes insurgentes. Pero por dentro, fuera de haber removido varillas, concreto y equipo de oficina destruido, todo sigue igual. Entre penumbras. Una triste metáfora de la situación del estado.

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Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.

Periodista visual especializada en temas de violaciones a derechos humanos, migración y procesos de memoria histórica en la región. Es parte del equipo de Pie de Página desde 2015 y fue editora del periódico gratuito En el Camino hasta 2016. Becaria de la International Women’s Media Foundation, Fundación Gabo y la Universidad Iberoamericana en su programa Prensa y Democracia.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).

Dice Dylan Thomas que decía D.H. Lawrence que nosotros bailamos como nuestros abuelos imaginaron bailar.