El sombrero costeño, que durante años le ha dado identidad a San Luis Acatlán, en la Costa Chica de Guerrero, estuvo tambaleando ante la pandemia de covid-19
Texto y foto: Kau Sirenio Pioquinto
SAN LUIS ACATLÁN, GUERRERO.- Cuando Manuel Dauberto Velasco salió de Ocotlán, Oaxaca, nunca se imaginó que en esa travesía llegaría a San Luis Acatlán, Guerrero. Ahí estudió hasta cuatro grados de primaria y años después impulsó una pequeña fábrica de sombrero artesanal.
Llegó a colocar su producto en el mercado nacional. Sin embargo, la pandemia de la covid-19 paró la producción y casi lo lleva al quiebre, porque sus principales consumidores son maestros de danza y personas que venden en exposiciones, jaripeos, festivales.
Manuel Velasco trabajó en la casa de Margarito Saavedra, como mozo; su actividad era acarrear agua y leña, a cambio recibía comida y la posibilidad de ir a una escuela, donde logró estudiar hasta cuarto grado de primaria. Cumplidos los quince años, se independizó para luego, aprender a tejer el sobrero, con los migrantes provenientes del municipio de Copanatoyac de la Montaña, Guerrero, quienes le enseñaron el arte de la palma.
En 1935 empezó a trabajar la palma, con el paso de los años descubrió el arte de tejer sombrero, tardaba dos días en confeccionar una pieza y no obtenía ganancias, sino que pérdida de tiempo. Eso lo llevó a organizar a los tejedores que fueron sus maestros, para trabajar en serie, que consistía en tejido, encerado, costura y adorno, eso facilitó que en lugar de hacer uno, fabricaban más de 20 piezas al día.
Manuel Velasco hijo platicó con Pie de Página la trayectoria del sombrero costeño, desde su tejido, su puesta en mercado, y la familia que lo integran, contó qué tiene la producción vive su alza y baja. Lo irónico de estos sombreros es que fueron los migrantes que iniciaron con la fábrica, ahora la migración de la región hacia los campos agrícolas y Estados Unidos llevó a la baja la producción y venta.
Los recuerdos de Velasco hijo lo trasladan a la época cuando llegaron a tejer diez mil sombreros al mes, lo que le permitía mantener el mercado y entregar distintos modelos a los proveedores. Sin embargo, la producción cayó cuando jóvenes en su mayoría empezaron a usar en la Costa Chica: sobreros y gorras de materiales sintéticos.
“Otro factor, es la migración, porque la gran mayoría de ellos eran los consumidores, ahora ellos ya no están aquí para comprar, además, el intercambio cultural nos lacera más, porque la aculturación que nos traen los paisanos que regresan de Estados Unidos, cada día es más difícil que los jóvenes, se compren un sombrero de palma” dice Manuel Velasco.
El sombrero costeño es artesanal, cuya fabricación depende de la mano de los migrantes indígenas para elaborarlas: “Son ellos los que le dan parte de ellos, parte de su filosofía en el tejido, para no perderse en este bullicio de la globalización, además ayuda a familias de los tejedores y mantienen el tejido de la palma. Si seguimos esta tradición con los ancianos y niños en la confección de sombreros vamos a conservar la cultura porque se transmite de generación en generación”.
Mientras muestra los distintos modelos que exhibe en el mostrador Manuel Velasco reseña el origen del nombre del sombrero: “Le pusimos costeño porque la materia prima es de la Montaña y lo fabricamos en Costa Chica, además es un estilo muy particular de la región, esto hace que siempre haya un adulto que compre un sobrero, y se mantiene como empresa familiar”.
Con una risa de oreja a oreja, el heredero del sombrero costeño explique su producto es el ícono representativo de la Costa Chica, así como lo es el sombrero calentano de la región de Tierra Caliente:
“El sombrero costeño tiene su historia, porque es la imagen de San Luis Acatlán porque lo podemos encontrar en una canción, poesía, cuento, leyenda y en enciclopedia guerrerense. Además, lo vemos en danza regional y jaripeos. Es la identidad costeña”.
El sombrero costeño lo usan campesinos, políticos y artistas en fiestas o en los campos de cultivos. La clase política lo usan para presumir su sensibilidad con los indígenas. Mientras los artistas locales lo llevan puesto cuando se presentan en los jaripeos o bailes.
El fallecido cantautor Joan Sebastián solía usar este sombrero cuando se presentaba en la Costa Chica, en una de su presentación se refirió así del sombrero: “Este sombrero es un muy bonito y valioso, hay que usarlo para que los demás, conozcan lo que está hecho en México y que está bien hecho”.
Manuel Velasco dice los artesanos hacen distintos diseños:
“Para damas hay cuatro modelos, y para caballeros tenemos 35 variedad, los niños cuentan seis tipos; Los sombreros que más se venden son Costeño o truman, de ahí le siguen los de charro, yucateco, catrín, y vaquero; que van desde tallas: para un bebé hasta una copa más grande. Tenemos calidad que va desde normal, selección y fino, con adornos, que consiste en bordado y corte de listón para damas”.
Los sombreros Costeños se venden en Estados Unidos, Francia y Alemania, en México se pueden encontrar en San Luis Potosí, Veracruz, Jalisco, Aguascalientes, Nuevo León, Tamaulipas, Puebla y Ciudad de México y en las principales ciudades de Guerrero.
En la plática con Manuel Velasco interviene su esposa, Elizabeth Nava García, para agregar otros datos. “Gracias a las redes sociales, estamos trabajando con un mayor número de clientes que nos contactan desde los Estados Unidos y en el centro de la república, y el trabajo sigue, aunque con otras políticas de venta”.
Elizabeth Nava no solo habla de mercadotecnia, sino que agrega a la conversación, la crisis por la pandemia: “Dejamos de producir durante casi dos meses, en mayo comenzamos de nuevo y actualmente estamos produciendo en un ochenta por ciento de nuestra capacidad. Esperamos poder normalizar pronto nuestro trabajo para que todos los que intervenimos en la elaboración del Sombrero Costeño, tengamos una mejor calidad de vida. Apoyamos a los trabajadores con lo que necesitaron, prácticamente con sus salarios normales, a pesar de que las ventas bajaron con esta contingencia”.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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