«Somos los primeros en ser violentados»: talleristas y promotores culturales en CDMX

18 agosto, 2022

Los dos programas que buscan llevar la cultura a los barrios están siendo usados por el gobierno de la Ciudad de México como una reserva de personal para emergencias, como en la vacunación anticovid o el cierre de la Línea 1 del Metro. Quienes trabajan en los Pilares y en los Faros Culturales, con derechos sus laborales diluidos, acusan violencia institucional

Texto: Arturo Contreras Camero

Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.- Pareciera que los más de 2 mil 800 talleristas y promotores culturales con los que cuenta la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México están a disposición de otras necesidades de la ciudad. Más allá de impartir sus talleres en alguno de los centros culturales o de los 300 Pilares (centros de cultura en colonias y barrios), también se les pide ayuda (casi obligatoria) en eventos masivos como los conciertos gratuitos del Zócalo, los procesos masivos vacunación contra covid-19 o el brigadeo en varias colonias de la ciudad.

En sentido estricto no son trabajadores de la Secretaría de Cultura, sino parte de dos programas sociales, el de talleristas y el de promotores culturales. En vez de recibir un salario por desempeñar su labor, son beneficiarios del programa social, que les otorga un monto mensual.

Este sistema, del que ya habíamos dado cuenta en Pie de Página, profundiza las relaciones violentas entre los coordinadores del programa y los talleristas y promotores, pues desdibuja los derechos laborales y la dignidad de los encargados de promover la cultura en la capital.

Talleristas y promotores que piden resguardar su identidad denuncian que el trato empeoró con la encargada de operar el programa: Rita Magali Cadena Amador, directora general de vinculación cultural comunitaria en la Ciudad de México. 

“Sentimos que somos los beneficiarios primarios los primeros en ser violentados al recibir, sin aviso previo, más horas de trabajo y menos certezas. Enfrentamos ciertos temas específicos, como el desplazamiento de compañeros, no tenemos certidumbres de ningún tipo”, cuenta una persona beneficiaria de estos programas, tallerista del Faro de Aragón, como llaman al espacio cultural. 

En los últimos meses la dirección de Magali Cadena removió a algunos talleristas de la Faro y los asignó a otros centros culturales, como los Pilares, o a otros programas como el de Barrio Adentro, en el que dejan de trabajar en un espacio cultural del gobierno para impartir sus talleres en espacios públicos como parques, plazas y mercados. 

Lejos de la Faro, al otro lado de San Juan de Aragón, un grupo de talleristas se reunió para compartir sus experiencias con Pie de Página. Hubieran querido realizar la reunión en la Faro, pero el acoso de los directivos los obligó a buscar un lugar fuera. Señalan que no solo les toman fotos, también les prohíben las reuniones y las asambleas organizativas.

Esto dificulta el trabajo de los talleristas, quienes no pueden dar seguimiento a la formación artística de quienes toman sus talleres y con quienes crean un vínculo.

“Para el gremio de la cultura y para la gente, estos programas van a mermar el acceso a la cultura de mucha gente que la necesita”, cuenta la persona que pide resguardar su identidad. 

“A veces, en el discurso oficial, a los que hacemos cultura nos cuelgan un montón de milagros, como que nosotros vamos a resarcir el tejido social, que tanto nosotros como el gobierno hemos mancillado. O sea, somos los salvadores del tejido, pero somos violentados por la institución. Todo el tiempo están viendo si vas o si haces o si opinas. Yo considero que es muy grave no lo que nos hacen a nosotros, pero lo que están haciendo con la cultura. Nosotros procuramos que haya comunidad. Y la comunidad, no sé cómo la entiendan ellos, pero es como un ser vivo que se construye con el diálogo, algo a lo que no están dispuestos”. 

Otro tallerista explica que el programa era una gran propuesta para ampliar el acceso a los derechos culturales en la ciudad, en el que estaba la promesa de una dignificación de los trabajadores de la cultura, sin embargo, parece ir en otro sentido. 

Ambos programas, tanto el de talleristas como el de promotores, ofrecían una remuneración que iba de los 7 mil a los 8 mil 500, para talleristas, y de 8 mil a 12 mil y hasta 18 mil entre los promotores culturales, por determinadas horas de trabajo según las reglas de operación de los programas a principio de año; sin embargo los responsables del programa han ido incrementando las horas de trabajo asegurando que a lo largo del año han cambiado las reglas de operación.

“Si trabajábamos 12 horas por 7 mil pesos, ahora van a ser 30, más toda la crisis que padecemos a nivel psicológico. En la pandemia, los centros culturales, los Faros y otros espacios estuvieron cerrados, lo que bajó la asistencia, pero aún así, nos están diciendo que otro de los requisitos (para permanecer en el programa) es que en vez de 5 alumnas ahora deberíamos tener 15 por lo menos, que sean constantes y que es nuestra obligación evitar que deserten”.

Otro tallerista.

Menos talleristas, más trabajo

Cada día, cuentan los talleristas, la demanda de trabajo es mayor, tanto en las actividades culturales como en las que no lo son, como el apoyo en las campañas de vacunación o el apoyo en las estaciones de la Línea 1 del Metro, que cerró hace un mes y medio para ser remodelada.

Este verano, semanas antes de concluir los cursos y las horas de taller a las que estaban comprometidos, a los talleristas y promotores les pidieron organizar los cursos del programa Verano Divertido, que ofreció talleres para estudiantes durante esta temporada vacacional. 

“Nos avisaron de un día para otro. De un día para otro tienes que entrarle a un rango etáreo que no es el que tenemos normalmente en los talleres. Ahora atiende a infancias en un taller que no teníamos ni contemplado ni planeado”, cuenta otra tallerista. 

El aviso para realizar estas actividades extra, acusa otra promotora cultural que no es de la Faro de Aragón, es de un día para otro.

“Por ejemplo, ahora para lo del Metro, nos avisaron una noche anterior, a las once de la noche, que teníamos que estar en las estaciones a las cuatro de la mañana para ayudar con la organización. Hay compañeros que viven muy lejos y a esas horas no hay transporte (público). Tenemos que usar lo de nuestras becas en Uber, para llegar, porque si no, te la quitan. Todo para ir a dirigir el tránsito o estar repartiendo volantes en la calle. Es una infantilización terrible de los promotores culturales”. 

Acusan aleccionamiento y trabajo partidista

Además de realizar estas actividades, que no están estipuladas en las reglas de operación de ninguno de los dos programas, a los beneficiarios los fueron incluyendo, cada vez de forma más evidente, en actividades que ellos consideran partidistas, como levantar encuestas entre sus talleristas y en colonias de la ciudad para medir no solo la efectividad de los programas, sino también, la popularidad de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y de su gestión.

Desde la Secretaría de Cultura, señalan, buscan aleccionarlos en los valores de la Cuarta Transformación, como se dieron cuenta muchos durante los últimos talleres de “capacitación” que les impartieron tanto a talleristas como promotores. Primero les mostraron un video de media hora que incluía un mensaje de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, sobre la importancia de la cultura y de cómo la Cuarta Transformación, con estos programas y con personas como ellos a su servicio, lograrían hacer un México mejor. 

Después, en algunos casos, Magali Cadena les daba otro mensaje sobre lo que ella cree es el servicio público. “Nos reunieron a todos en la Sala Ollin Yoliztli”, cuenta una promotora en entrevista. “Siempre es así, ahí estaba ella diciendo que si nosotras estábamos aquí por dinero estábamos mal, que deberíamos estar porque nos gusta, porque tenemos que aprender a trabajar”.

El mensaje político se daba en tandas de talleristas y promotores, que iban llenando y desalojando la sala de conciertos uno tras otro. Hasta que después de uno de los tantos mensajes, uno de los promotores culturales la increpó por las irregularidades en el programa, a lo que otros compañeros respondieron con gritos. Enojada, relatan, Magali Cadena respondió: “Yo soy una figura pública y no voy a permitir que me ataquen, sé defenderme”, y en su diatriba comentó algo como que las reglas de operación se las podía pasar por el arco del triunfo. 

Así ha sido siempre, reconocen tanto talleristas como promotores, las autoridades de la Secretaría de Cultura se la viven amenazándolos con que van a cambiar las reglas de operación de los programas si no cumplen con lo que les solicitan. El miedo que tienen los beneficiarios del programa no es en vano. Según cuentan, los encargados del programa han ido cortando folios de beneficiarios y han ido reduciendo su número poco a poco. 

“Dijeron que iban a recortar folios, supuestamente para darnos materiales de trabajo, porque todos, tanto en Talleres de Artes y Oficio, como a los promotores culturales, nos han dicho que las actividades y los materiales tienen que salir del bolsillo de cada quien”, cuenta otro tallerista.

El subdirector del programa nos ha dicho que de nuestras mensualidades, de lo que nos dan del programa, tenemos que comprar los materiales, pero que eso se iba a resolver con el recorte de folios”. 

A pesar de que varios talleristas y promotores salieron del programa, el material prometido nunca llegó. Según los resultados públicos de la convocatoria de este año se aceptaron mil 358 promotores de los mil 237 establecidos por el programa, mientras que en el caso de los talleristas se aceptaron mil 346 de los más de mil 600 necesarios. 

“Cuando vas a entrar, te venden el cuento de la cultura comunitaria, pero estando ahí dentro ya uno siente que somos la parte más baja de una gran estructura. Hay muchos problemas estructurales, porque hay mucho amiguismo en la red de Faros, muchos familiares, mucha gente sin preparación”. 

Relata otro tallerista.

Pie de Página buscó a Magali Cadena para la elaboración de este trabajo. Primero, a través de un correo electrónico, se solicitaron las preguntas previas a la entrevista, supuestamente por ser un requisito en todas las entrevistas con funcionarios públicos. Días después de enviarlas, no se confirmó la entrevista y se remitió a la oficina de Comunicación Social para la gestión de la misma. Hasta el cierre de la edición, no hubo respuesta.

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Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.