Sin señas particulares: la crisis por encontrar la verdad en México

17 septiembre, 2021

Foto: imcine.gob.mx

La cineasta Fernanda Valadez habla sobre su película Sin señas particulares y explica ciertas decisiones creativas para retratar la crisis de desapariciones y migración que enfrenta el país

Texto: Gene Cruz/LadoB

PUEBLA.- Hace unas semanas se estrenó en salas mexicanas Sin señas particulares, ganadora de premios en el Festival de San Sebastián 2019 y Sundance 2020; su directora, Fernanda Valadez, es originaria de Guanajuato y egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica; ella habló con LADO B sobre cómo ha trasladado al lenguaje fílmico la realidad nacional de las desapariciones forzadas.

La película relata la travesía de Magdalena (Mercedes Hernández), una madre de Guanajuato que se traslada al norte del país en busca de su hijo, Jesús (Juan Jesús Varela). Él desapareció mientras intentaba llegar a la frontera para cruzar a Estados Unidos. A la par, la historia traza una radiografía del México contemporáneo, con sus crisis migratorias, el crimen organizado, su violencia y miles de familias destruidas.

Sin señas particulares consiste en mostrar cuán parcial es nuestro acceso “a la información, pero sobre todo a la verdad”, dice la directora. Para las autoridades, esta verdad consiste en darle a firmar a Magdalena unos papeles; para que ella reconozca legalmente que una maleta hallada en una fosa clandestina es de su hijo; y que, por ende, lo identifica como una de las víctimas; sin ningún otro indicio ni prueba, pero asumiendo que es el escenario más probable.  

Para la protagonista firmar significa consentir que las autoridades dejen de buscar a Jesús y, por lo tanto, nunca saber qué sucedió. «Es que mi hijo puede estar muerto, pero yo tengo que saber»», explica Magdalena en una escena posterior. 

Acercarse a la tragedia

Fotograma de Sin señas particulares (2021) / Foto: imcine.gob.mx

Esta no es la primera vez que Valadez aborda el tema de las personas desaparecidas en México. El punto de partida de este nuevo proyecto fue su trabajo de tesis 400 maletas (2014). Ambas historias son bastante similares, incluso la protagonista es la misma; sin embargo, la directora admite y lamenta la excesiva distancia emocional que asumió con los personajes en su cortometraje. 

Más amplio y complejo que lo que se puede narrar en 20 minutos

Su postura cambia en Sin señas particulares, en parte porque era necesario mostrar “que la crisis humanitaria y la crisis de desaparición forzada es más amplia y más compleja de lo que uno puede expresar en 20 minutos”; pero también porque en la película tuvo la oportunidad de utilizar más metáforas visuales que le permitieron “contar la brutalidad y la violencia” de la situación que retrata.

Y vaya que el aspecto visual destaca. Gracias a la colaboración de Claudia Becerril en la fotografía, y Susan Korda en la edición, la cinta le aporta una incómoda belleza al horror. Porque, explica Valadez, “era importante, justo que el paisaje se fuera haciendo expresivo; y ese ser expresivo a veces era ofrecer un espacio de remanso para los personajes: un momento de esperanza; un momento –aunque fuera fugaz– de quietud; […] es una manera de decir que mientras nosotros estamos en nuestras adversidades humanas, a la naturaleza no le importa”. 

Por su parte, el sonido, o más bien su ausencia, llaman poderosamente la atención en la película. El diseño sonoro a cargo de Omar Juárez le aportó otra dimensión perceptiva al largometraje. Mediante sus habilidades para recoger y editar sonidos naturales, otorgó una “atmósfera sonora adversa […] en una perspectiva muy contenida” reconoció la directora. Poco a poco, conforme avanza el viaje en la película, Juárez sustraía los sonidos humanos, los sustituía por los de la naturaleza y los reproducía incluso en reversa. A ello, se agregó la música.

Valadez dijo a LADO B sentirse realmente afortunada de haber contado con la participación de la compositora Clarice Jensen. “Ahora sí que, como fans, le escribimos [a Jensen] (…) para ver si podía licenciarnos algunas de las piezas que nos gustaban mucho, y ella nos contestó que sí, con todo gusto, pero que prefería componer música original, y la verdad es que fue todo un lujo (…) trabajar con ella”. 

Así, y logrando un mutuo entendimiento, la también compositora comprendió la necesidad del filme de contar con música “que apoyara [su] atmósfera emocional”. Esta se caracterizó por ser música instrumental procesada con efectos electrónicos capaces, en un todo, de crear tensión. 

Un thriller psicológico que raya en lo documental

Fotograma de Sin señas particulares (2021) / Foto: imcine.gob.mx

El largometraje exhibe una arraigada participación femenina, tanto en el equipo de producción, como en la trama. Valadez considera que esto “se dio de una manera muy natural” por ser mujeres; de hecho, agregó: “creo que eso es lo que nos permite ahora [el ser] realizadoras: traer historias que antes no se habrían sentido interesantes, porque vivíamos en una sociedad todavía más centrada en el deseo heteropatriarcal”.

En este sentido, concluye: “sobre eso sí somos muy explícitas y muy frontales. Sentimos que es nuestra labor también poner nuestro granito de arena para buscar una paridad de género”.  

Sin señas particulares no puede resumirse en un solo género cinematográfico. De esta manera, mezcla el thriller psicológico con el road movie y lo fantástico. Ante la pregunta sobre el eclecticismo creativo, Valadez apuntó: “esta historia la teníamos que contar con mucha libertad, sin sentirnos ceñidas a las reglas de un género específico y procuramos —desde que estábamos escribiendo Astrid [Rondero Martínez, co-guionista y co-productora del filme] y yo—, empezar con una sensación muy realista, casi naturalista, y que fuera un viaje que se fuera tornando más expresivo conforme la historia avanzaba, que el paisaje no fuera solo el paisaje, sino fuera también un reflejo (…) de los paisajes interiores de los personajes, que pudieran expresar sus miedos y sus esperanzas, también sus contradicciones”. 

Y agrega: “creo que la película se nos hizo un poco, casi de terror, porque lo que sucede y lo que tratábamos de expresar, pues es verdaderamente terrorífico”.

El filme bebe de fuentes tan disímiles como películas y eventos históricos. Entre las primeras se encuentran Walkabout de Nicolas Roeg, Wake in Fright de Ted Kotcheff, ambas producciones australianas de los años setenta, relativas al género de guerra. A su vez, The Ascent de Larisa Shepitko, considerada por Valadez “una gran directora de la Unión Soviética”, fue otra de las realizaciones “que veía constantemente, un poco, buscando inspiración”, confesó.

Asimismo, esto implicó un amplio proceso de documentación que abarcó trabajos periodísticos sobre desaparición forzada. Entre los episodios de la historia que alimentaron el trabajo de Valadez estuvieron el Holocausto y el genocidio de Ruanda, dada la cantidad de documentación directa que existe sobre sus perpetradores y supervivientes. En palabras de Valadez: “por un lado el reto fue ir a esa información directa y luego, un poco, ponerla entre paréntesis para poder (…) contar una historia que se sintiera cercana, que se sintiera verosímil”.

La cineasta afirmó que la temática de su filme es enorme y que, por ello, lo que “puede hacer el cine es poner un granito de arena a una discusión que debemos tener como sociedad y [que], en la medida en que esto se siga presentando, va a seguir provocando (…) todo tipo de acercamientos artísticos; porque (…) lo que puede hacer el arte es vincularnos de una manera humana y empática con estas realidades”.

*Este trabajo fue publicado originalmente en LadoB. Pie de Página lo reproduce gracias a la Alianza de Medios de la cual forma parte. Aquí puedes ver la publicación original.

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