Segunda parte de laa entrevista realizada el 1 de diciembre de 2014 con el responsable de la policía ministerial de Guerrero, el vicealmirante en retiro Alejandro Salomón Velmar,
Texto: Daniela Pastrana
Infografías: Ana Ramos y Lucía vergara
Salomón Velmar tenía 22 días en el cargo cuando explotó el asunto de Iguala. Su proyecto se quedó esperando a ser leído por el gobernador con licencia, Ángel Aguirre y tampoco lo ha visto su sustituto, Rogelio Ortega.
— Pero no ha empezado…
— Ahora si que no he tenido tiempo de montar en mi caballo (…) Todo el tiempo se ha ido en buscar a los estudiantes, en buscar a los delincuentes, traslados, comparecencias y todo eso.
El vicealmirante está convencido de que, además del ataque frontal a la delincuencia (que implica ir tomando el control de cada pueblo) y el apoyo tecnológico («con armamento, instalaciones, vehículos, todo lo que requiera») es necesaria la recomposición del tejido social.
Yo percibo un actuar de la delincuencia muy similar al de la guerrilla», dice.
«Explotan cuando existe un abismo entre las condiciones de vida de esa gente y lo que ven. Por ejemplo, ven un Acapulco que tiene unos hoteles enormes, que hay gente que viene de vacaciones, trae un carrazo, una muchachona guapa, que se pasea con un artista y dice: ‘¿yo cuándo voy a tener eso?’. La única manera de tener eso es arrebatándolo. Entonces viene la organización de bandas delicuenciales para secuestrar, cobrar piso. Sabemos que les cobran piso a los repartidores de Sabritas, de la Coca-Cola, para entrar a una colonia y que hay quiénes se encargan de hacer el cobro… claro todo esto es función de la policía preventiva. Para que yo pudiera tener un control firme de todo necesito un mando único para juntar los recursos que tenemos: humanos y técnicos de las tres corporaciones»
No me alcanza el personal, no me alcanza el presupuesto. Esta corporación ha ido siendo abandonada durante mucho tiempo«, lamenta Salomón Velmar.
Explica que la ministerial tuvo alguna vez 2 mil agentes efectivos. Ahora tiene 870, de los cuales, la mitad están dedicados a ser escoltas de funcionarios.
Hay otros problemas que complican su trabajo, como la infiltración de los grupos criminales en las distintas corporaciones policiacas. Narra un caso: Cuatro o cinco días después del ataque de Iguala recibió la denuncia de que que en Carrizalillo, un pueblo que está alrededor de las minas Bermejal y Los Filos, un grupo criminal tenía secuestrados a los pobladores. Le dieron indicaciones de los lugares dónde vivían y dónde tenían armamento. El operativo requería apoyo de la policía estatal y la federal, así que convocó a una reunión de planeación. Acordaron realizar el operativo a las 5 de la mañana del día siguiente. La reunión terminó a las 3 de la tarde y dos horas después, los denunciantes le informaron que había gente en el pueblo informando del operativo.
«Se movió la información. Supongo que alguien de los que asistió a la junta porque, ¿de qué otra manera?», cuestiona.
«El evento lo llevamos a cabo pero ya encontramos carabinas viejas y un cuerno de chivo. Sí se decomisaron armas, unas 15, detuvimos a algunas gentes, pero no a los cabecillas que íbamos a buscar».
—¿Y qué pasa con la gente que es dada de baja por colaborar con la delincuencia?
—Ah, pues posiblemente vayan y se incorporen de lleno a la delincuencia—, acepta el vicealmirante.
También dice que él, a sus hombres los defenderá si comenten «un error en el cumplimiento del servicio», pero si hacen «cosas indebidas», los va a señalar «antes de que digan que estoy cubriendo o tolerando».
Pero es un poco descreído de las pruebas de confianza, pues, según su experiencia, «los parámetros de la evaluación están basados en culturas diferentes a la mexicana».
Como ejemplo, está su última evaluación, ocurrida un mes antes de la entrevista.
«Tenía una polémica con la evaluadora, porque ella decía que yo tengo una doble moral: ‘Usted tiene su casa y ha tenido otras parejas’. Bueno, sí, es cierto, pero eso es cuestión de cultura: Hace un tiempo, en la Marina nos visitó un jeque árabe y en la recepción oficial llegó con cinco de sus esposas y pidió una disculpa a nombre de la sexta que no pudo asistir. Entonces, díganme ustedes si eso es doble moral o estoy en una cultura que no es la que me corresponde. ¿O me voy a Arabia? Pero esto es lo que evalúan y dicen: ‘si usted traiciona a su esposa es fácil que traicione a la institución’. Yo digo, no, yo tengo un carácter firme para cumplir con mis obligaciones de funcionario y mis problemas familiares los resuelvo debajo de las sábanas. Totalmente separadas las cosas».
Otro ejemplo: «Dicen (los evaluadores): ‘¿usted que alguna vez ha mentido?’ Pues yo creo que sí, porque le he dicho a mis hijos que los juguetes los trae Santa Clos y no es cierto. ¿Y quién no ha ido al supermercado y agarra un ramito de uvas? Entonces, si te preguntan: ‘¿usted ha robado alguna vez?’ No sabe uno qué contestar, duda si comerse unas uvas es robar o no. Yo creo que sí ¿no? Y si dijo que sí, pues ‘es usted un ladrón’. Y si digo que no, ‘es usted un mentiroso’. (Por eso) para mi no es posible desechar a todos. Creo en la regeneración (…) porque los policías que se coluden con la delincuencia lo hacen por dos razones: porque les conviene y ahí van. Y la otra es plata o plomo, le entras te doy tanto y si no, lo amenazan pues».
Luego de una hora de charla y mientras se toma la foto junto a la bandera, uno de los integrantes del grupo le pregunta:
— ¿Cómo ve las marchas? ¿Cuándo van a parar?
—Pues no van a parar. Está el caldo de cultivo para iniciar una revolución.
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