3 enero, 2021
Profesores y estudiantes del Telebachillerato de la comunidad de La Monja, en Querétaro, toman clases en instalaciones ajenas en un proyecto que busca fortalecer la identidad de los jóvenes con su comunidad
Texto y fotos: Alejandro Ruiz
QUERÉTARO.- Los cerros de la Carbonera y la Barreta dibujan los límites territoriales que delimitan, al norte de la capital del estado de Querétaro, la frontera con Guanajuato. A media hora de la urbe, el paisaje se va despoblando de a poco, y los grandes complejos residenciales instalados en la periferia dan paso a nuevos parques industriales que desde hace una década comenzaron a establecerse a orillas de la carretera en dirección a San Miguel de Allende.
Un par de negocios a pie de carretera dan fe de que estamos en un lugar distinto. Los puestos de venta de sombreros, teja, adobe, laja -entre otros materiales de construcción- se encuentran solitarios esperando a nuevos clientes. Algunas familias, así como jóvenes que salen de las fábricas, viajan en las unidades de transporte conurbado, las cuales constantemente van haciendo paradas en las estaciones improvisadas en medio de la nada.
De pronto, un letrero debajo de un puente peatonal a media autopista anuncia nuestro destino: La Monja, una comunidad ubicada en las periferias de la Delegación Santa Rosa Jáuregui, perteneciente al municipio de Querétaro, y que de acuerdo con datos del ayuntamiento cuenta con cerca de 981 habitantes, los cuales se entremezclan con las comunidades de La Barreta y Buenavista, separadas apenas por un par de kilómetros.
Ahí, entre los cerros y las milpas, se encuentra el telebachillerato comunitario: “la monja”, o lo que debería ser éste, pues al no contar con instalaciones propias, 30 estudiantes de bachillerato usan como aula por las tardes las instalaciones de la telesecundaria.
Así lo señala Amanda Díaz, quien desde años antes de graduarse como interventora educativa, se ha dedicado completamente a la docencia, y hoy funge como directora del telebachillerato comunitario en La Monja.
“Aquí tenemos muchas carencias”, agrega Amanda, “pero una de las principales es la falta de un espacio propio. Lo que nos ha orillado a usar las instalaciones de la telesecundaria, cosa que ha generado muchos problemas, pues no podemos disponer totalmente de laboratorios o espacios de aprendizaje para los muchachos, lo cual afecta al proceso de enseñanza.”
Como en La Monja, la situación de los telebachilleratos comunitarios a nivel nacional atraviesa un momento crítico para su sostenimiento, pues a la falta de infraestructura para los centros de aprendizaje, así como a la carencia de recursos para el pago de nómina de docentes, se le sumaron las condiciones de virtualidad que trajo covid-19.
En agosto del 2013, el entonces presidente, Enrique Peña Nieto, anunció la creación del programa federal de Telebachilleratos Comunitarios (TBC), los cuales surgían como una propuesta de acción para combatir el rezago educativo en el país.
Sin embargo, tras un poco más de 7 años de haber arrancado este programa, su crecimiento y alcance ha sido muy poco.De acuerdo con la Comisión de Educación del Senado de la República, para el 2019 existían 3 mil 323 planteles de TBC a lo largo del país, lo cual contrasta con la dramática cifra presentada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) donde señalan que para el 2018: 6 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 17 años, provenientes de contextos rurales, se encontraban aislados y sin una escuela cercana.
Asimismo, de acuerdo con las declaraciones del entonces secretario de Educación Emilio Chuayffet, para el sexenio de Peña Nieto se aspiraba a tener 7 mil 500 TBC funcionando en todo el país. Sin embargo, su promesa de campaña apenas rebasó el 50 por ciento de esta meta. Aunado a esta falta de centros de aprendizaje, el presupuesto otorgado a los TBC en el periodo 2015-2017, de acuerdo con una solicitud de información que el portal periodístico Animal Político requirió a la Secretaría de Educación Pública en el 2018, fue de menos de un millón de pesos por cada plantel.
De este presupuesto, la Federación, en conjunto con los gobiernos estatales, cubren gastos de material didáctico, infraestructura y el pago de la nómina a los tres docentes que laboran en cada plantel.
“Aquí tenemos muy clara la necesidad del telebachillerato, pero para el gobierno todo está en un estado de ambigüedad que nos deja a la deriva” señala la maestra Amanda.
Uno de las problemas desprendidos de esta falta de recursos e inversión en los TBC es la falta de pago a la nómina docente de los planteles. Pues de acuerdo con el testimonio de las y los maestros de La Monja, hay veces en que el pago de su salario, como el de sus compañeros, demora hasta un año.
“Es inadmisible esta situación”, agrega la directora del telebachillerato, “pues no es posible que, siendo un espacio tan importante en las comunidades, estemos en condiciones tan marginadas y deplorables”.
Ante esta situación de incertidumbre, a finales del 2018, profesores de telebachilleratos de 8 estados de la República crearon un frente nacional para discutir mecanismos políticos y rutas de organización para visibilizar y hacerle frente a su condición, por lo cual fueron despedidos 21 maestros, entre ellos Amanda.
“Comenzamos a organizarnos, pues el hambre es más grande que el miedo”, sentencia la interventora educativa.“Nuestras exigencias son muy claras, queremos que se nos pague, que se contemple al telebachillerato en la Ley General de Educación y el modelo comunitario que seguimos, así como que se reestructure la relación de los TBC’s con la Federación, los Estados y los municipios, pues esto ha ocasionado que al momento de exigir nuestros derechos se pasen la bolita.”
A partir de la movilización, docentes agrupados en el Frente Único Nacional de Trabajadores de Telebachilleratos Comunitarios han entablado mesas de diálogo con autoridades federales y de los estados, donde han presentado sus demandas ante el riesgo de desaparición de este programa, así como para el reconocimiento de sus estructuras gremiales de organización ante las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje.
“Aquí nosotros sostuvimos una Asamblea General en noviembre, donde compañeros de las 3 regiones donde hay TBC’s en Querétaro acordamos la creación de un sindicato que nos permitiera protegernos y defender nuestros derechos laborales. Ese mismo mes presentamos nuestro registro ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, y actualmente estamos en espera de respuesta”, señala Amanda.
Asimismo, profesores de telebachilleratos comunitarios han establecido congresos nacionales donde además de discutir sus rutas políticas y de organización, generan espacios para reflexionar sobre los modelos y experiencias educativas que han implementado en las comunidades, y cómo abonar hacia la profesionalización de su actividad docente.
“En los TBC’s hay muchas experiencias pedagógicas que se desprenden del trabajo comunitario que realizamos con los alumnos -agrega la directora del TBC La Monja-,por ejemplo, aquí en la comunidad acompañamos el proceso de aprendizaje con proyectos productivos que permiten a los chicos vincularse y reflexionar sobre el territorio y el medio ambiente”.
En el 2019, estudiantes, padres de familia y docentes del telebachillerato de La Monja aportaron 200 pesos por persona, así como faenas de trabajo, para poder construir su escuela.
Los alumnos y padres, en una asamblea con profesores, establecieron donar una parte de la beca federal de manutención, así como parte de su salario, para comprar los materiales de construcción, sin embargo, aunque se ha avanzado bastante en la edificación del plantel, la ausencia de las autoridades para dicho proyecto ha sido notoria.
“Vamos poco a poco, pero vamos bien” señala Fernando, un joven biólogo de 30 años originario de la comunidad de La Barreta, y que a la vez es docente de las materias de matemáticas y ciencias naturales en el telebachillerato.
Para Fernando este proceso de construcción tiene hondas raíces en el vínculo que han generado los alumnos con su territorio.
“Lo que hacemos es trabajar en la identidad de la comunidad, en apoyar a los muchachos, en fortalecer ese vínculo con la tierra. Siempre desde la comunidad”, agrega Fernando.
Dentro del plan de estudios del Telebachillerato comunitario se contempla la generación de proyectos productivos encaminados al autosostenimiento de la escuela, así como la dotación a las y los estudiantes de herramientas prácticas que les permitan conocer, reforzar y aprender nuevos oficios.Hemos venido gestionando terrenos y proyectos que puedan hacerse uso en la comunidad, como el terreno donde estamos construyendo la escuela, así como el invernadero del telebachillerato, los cuales fueron adquiridos después de hablar con ejidatarios de la zona”, explica Amanda.
En el telebachillerato de La Monja se implementan proyectos productivos que buscan fortalecer la identidad de la comunidad con su territorio y sus prácticas ancestrales.
“Tenemos un proyecto de herbolaria y medicina tradicional, donde los alumnos conocen las propiedades de las plantas nativas de la región mientras hacen uso de ellas para generar pomadas, tinturas y otras cosas que permiten fortalecer la salud”, agrega Fernando.
Además de este proyecto, desde hace un par de años las y los profesores del TBC gestionaron, a través de una Asociación Civil, un proyecto de invernadero, donde además de practicar la agricultura sostenible, refuerzan los contenidos de otras materias como la historia y la filosofía.
“Cuando se trabaja la tierra se está trabajando en conocer el territorio, en ver cuáles son las condiciones históricas y sociales que permiten que tengamos derecho a la tierra. Por ejemplo, mientras los alumnos siembran y cosechan el maíz o la calabaza, trabajan la milpa, y reforzamos eso con la clase sobre la reforma agraria en México, o la importancia del maíz en nuestra historia como pueblo.” Añade Amanda.
Sin embargo, cuando México entró en la fase dos de la contingencia por la pandemia de covid-19, el modelo de educación presencial del telebachillerato se modificó para entrar a la “nueva normalidad” educativa.
“Fue un proceso difícil, pues de por sí muchos estudiantes batallan para llegar a la escuela, ahora con esta modalidad virtual varios prefirieron optar por ingresar a las fábricas en vez de continuar con sus estudios. Es una situación triste, pues no hay una política gubernamental que diseñe propuestas desde la realidad educativa en México.” Señala Amanda Díaz.
Ante esta nueva normalidad, proyectos como el invernadero, así como la continuidad de las clases tuvieron que readecuarse a los nuevos retos de la educación en el país.
“Tuvimos que postergar los trabajos en el invernadero, aunque el profesor Fernando se ha encargado de continuar con su mantenimiento.” Agrega Amanda mientras recorremos las los surcos con mazorcas de maíz “Asimismo, tuvimos que readecuar el formato de aprendizaje, diseñamos cartillas de trabajo, hacemos visitas personalizadas a los alumnos para resolver dudas, hablamos por teléfonos, por chats de whatsapp, en fin: usamos todos los medios a nuestro alcance.”
Actualmente en el telebachillerato comunitario de La Monja asisten 30 alumnos de diversas comunidades aledañas, y tras concluir el ciclo escolar, las y los docentes esperan que en el 2021 sus condiciones de trabajo puedan estabilizarse y mejorar.
“Cuando nos otorguen el reconocimiento por parte de la Junta Local, confiamos en que las actuales condiciones que vivimos aquí puedan mejorar, sin embargo, no dejaremos de insistir en que es necesario reconocer y darle su lugar al telebachillerato, pues de aquí han salido biólogos, maestras y filósofos y todos en este país tenemos derecho a acceder a una educación de calidad, para todas y todos”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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