1 abril, 2022
La pandemia es la peor crisis contra la infancia que ha existido desde hace 75 años, que se creó la Unicef. Ahora, pasa el tiempo y no todos los niños y niñas vuelven a las aulas
Texto: Corresponsal de IPS/Redacción Pie de Página
Foto: Foto: Antoine Raab/Unicef
NACIONES UNIDAS – Unos 147 millones de niños y niñas perdieron más de la mitad de su educación presencial debido a la covid-19, y las escuelas siguen sin abrir completamente en 23 países. Así lo indicó un nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Ya en un informe previo, la Unicef advirtió que el daño que la pandemia ha traído a la infancia es cada vez más evidente: un nuevo récord en pobreza en la infancia, disminución en los esquemas de vacunación; y lo que llamaron, «la disrupción en la educación de una generación entera».
Los principales grupos humanos que se han llevado lo peor de la pandemia han sido las mujeres y la infancia. Y adelantó que las consecuencias del cierre de escuelas son peores de lo anticipado;: tanto a nivel de aprendizaje como por las consecuencias en las vidas niñas y niños, como bodas infantiles y trabajo infantil. Por ello, la Unicef ya urgió a cambiar las estrategias contra covid: no enfocarse sólo en mitigar el virus, sino también mitigar sus efectos en la sociedad.
Aunado a este informe de diciembre pasado, ahora la Unicef publicó otro que se concentró en el cierre de escuelas y sus efectos en aprendizaje.
“Cuando los niños no pueden interactuar directamente con sus profesores y sus compañeros, su aprendizaje se resiente. Cuando no tienen la posibilidad de interactuar con sus maestros y sus compañeros, la pérdida de aprendizaje puede ser permanente”, observó Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef.
La ausencia total o temporal de las aulas de esos 147 millones de estudiantes supone la pérdida de dos billones (millones de millones) de horas de clase presencial. Así lo estimó el informe.
Hay 23 países donde las escuelas aún no reabren sus puertas completamente; ahí hay 405 millones de estudiantes, muchos de ellos en riesgo de abandonar los estudios definitivamente.
El reporte registra que el cierre de escuelas no es el único elemento disruptivo del estudio. También muchos niños no volvieron a la escuela cuando se reabrieron las aulas, de modo notorio en África subsahariana.
Se citan los casos de Liberia, donde 43 % de los estudiantes de las escuelas públicas no regresaron a las aulas cuando las escuelas reabrieron en diciembre de 2020, y uno de cada 10 escolares en Uganda no volvió al colegio dos años después del cierre de clases, en enero de 2022.
En Sudáfrica la deserción escolar se triplicó, de 250 000 a 750 000 estudiantes que abandonaron las aulas entre marzo de 2020 y julio de 2021.
Hay una incidencia de género, pues el abandono escolar femenino de la educación secundaria en Malawi creció 48 % entre 2020 y 2021, y una encuesta en Kenia reveló que mientras ocho por ciento de los niños entre 10 y 19 años no regresaron cuando reabrieron las escuelas, esa ausencia alcanzó a 16 % entre las niñas.
“Antes de la pandemia, los niños y las niñas más marginados ya se estaban quedando atrás. A medida que la pandemia se adentra en su tercer año, no podemos permitirnos volver a esa ‘normalidad’. Debemos conseguir una nueva realidad”: Catherine Russell.
El informe, titulado “¿Están aprendiendo realmente los niños?”, analiza el impacto de la epidemia del cierre de escuelas dispuesto a nivel nacional en 32 países y territorios de renta baja y media, así como un análisis actualizado del estado de aprendizaje de los niños antes de la aparición del coronavirus.
Los datos anteriores a la pandemia ya revelaban un nivel de aprendizaje alarmantemente bajo que probablemente se ha visto agravado por la cuantía del aprendizaje perdido a causa de la covid.
El ritmo actual de aprendizaje en los países analizados “es tan lento que la mayoría de los niños en edad escolar tardarían siete años en adquirir las competencias básicas de lectura que deberían haber aprendido en dos años, y 11 años en adquirir las competencias básicas de aritmética”, según el reporte.
“En muchos casos, ni tan siquiera se garantiza que los niños en edad escolar hayan adquirido alguna competencia básica”, asienta el informe.
De este modo, una cuarta parte de los niños de octavo curso (los de 14 años) de los 32 países y territorios analizados, no contaban con las aptitudes básicas de lectura. Además, más de la mitad no había adquirido las competencias de aritmética que se esperan de los estudiantes de segundo curso (es decir, los de siete años).
“Antes de la pandemia, los niños y las niñas más marginados ya se estaban quedando atrás. A medida que la pandemia se adentra en su tercer año, no podemos permitirnos volver a esa ‘normalidad’. Debemos conseguir una nueva realidad”, dijo Russell.
Se requiere “llevar a los niños de regreso a las clases; evaluar su nivel de aprendizaje, proporcionarles el apoyo intensivo que necesitan para recuperar lo que han perdido». Además, «garantizar que los maestros cuenten con la formación y los recursos educativos que necesitan”, expuso Russell.
La desigualdad en el acceso al aprendizaje “puede hacer que la educación se convierta en el mayor factor de división, en lugar de ser el mejor instrumento para la igualdad. Cuando el mundo no consigue educar a sus niños, todos sufrimos las consecuencias”, concluyó la responsable de Unicef.
Sin embargo, la infancia y las juventudes en el mundo siguen siendo optimistas respecto al futuro, advierte el informe de diciembre pasado. Cabe decir que en los adultos está la responsabilidad de apostar a sus cuidados y no traicionar esa confianza.
*La mayor parte de esta nota fue publicada originalmente en IPS Noticias. Aquí puedes consultar el original.
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