La instauración del pase directo a la UAM para los Colegios de Bachilleres no basta para mejorar la calidad de la educación media superior y las condiciones de los trabajadores de la educación: éstas siguen siendo deudas históricas
Texto: Luciana Oliver y Camilo Ocampo (con entrevistas de Ignacio Ruiz y Abraham David A. Buensuceso)
Foto: Galo Cañas / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – La eliminación del examen de ingreso a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para los egresados de los Colegios de Bachilleres ha reabierto un debate crucial sobre la reforma educativa en México. ¿Realmente se está construyendo una educación más inclusiva y justa? ¿O se están profundizando las desigualdades estructurales en el acceso a la educación superior?
Entender cómo esta medida impacta a los estudiantes, y a la educación media superior en general, no es sencillo. Por eso, preguntamos a los estudiantes y expertos su visión al respecto, así como los retos y pendientes de la reforma educativa en México, donde la educación media superior es una asignatura pendiente. Pues aunque en los últimos años se han logrado avances importantes en el acceso a la educación superior, la calidad sigue siendo un reto grande. El sistema educativo mexicano necesita una profunda transformación, no solo en cuanto a cobertura, sino también en la formación de los estudiantes, los contenidos y la capacitación docente.
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Desde la promulgación de la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) en 2008, las políticas educativas en México han estado bajo el signo de la estandarización y la formación por competencias.
Esta reforma pretendía adaptarse a un modelo globalizado de educación que respondiera a las demandas del mercado laboral, pero ha sido muy criticada por su enfoque tecnocrático y su desinterés por las humanidades. Bajo este marco, se eliminaron materias clave como filosofía, lógica y ética, y se promovió la educación como una herramienta para la competitividad más que para el desarrollo integral de los estudiantes.
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El Dr. Hugo Aboites, reconocido investigador en temas educativos y docente en la UAM, ha señalado que esta reforma no solo obedeció a una lógica de mercado, sino que también respondió a una estrategia política.
Aboites menciona que la introducción del examen único para el ingreso a las universidades públicas en el pasado fue una forma de quitarle poder a las instituciones de educación superior, al mismo tiempo que se controlaba la base social de los movimientos estudiantiles en las preparatorias.
“Fue un paso político, estrictamente político, no tiene ninguna base académica”, afirma Aboites. En su opinión, esta medida reflejaba más el deseo de controlar y gestionar a los estudiantes que el de ofrecerles una educación de calidad.
Sus palabras resuenan con los testimonios de estudiantes del Colegio de Bachilleres como el Plantel 4 Culhuacán «Lázaro Cárdenas», quienes tienen opiniones mixtas sobre la eliminación del examen de ingreso a la UAM. Algunos, como Dann, estudiante de segundo semestre, consideran que este cambio es un avance positivo: “Está muy bien, todas las escuelas tienen: el IPN tiene su entrada, la UNAM también. Ya era nuestro turno, supongo”. Sin embargo, otros como Leonardo, que también es estudiante en el mismo plantel, mencionan que “hay bastante gente que está en contra, pero yo, por lo tanto, estoy a favor”.
Este cambio no está exento de incertidumbre. Los testimonios de los estudiantes reflejan la falta de información clara sobre cómo se llevará a cabo este nuevo procedimiento. Aunque algunos lo ven como una oportunidad, otros temen que esta reforma se quede en discursos, sin profundizar en los problemas estructurales de la educación media superior.
Hugo Aboites destaca la confusión que esta medida ha generado entre profesores y estudiantes. A pesar de las buenas intenciones que puedan tener los cambios, la falta de claridad en cuanto al procedimiento y su orientación real han creado incertidumbre en la comunidad educativa. Aboites explica que la falta de comunicación y la inestabilidad de las políticas educativas han dejado a muchas instituciones como la UAM en una situación de desconcierto frente a las decisiones tomadas desde el gobierno federal.
El debate sobre la eliminación del examen también refleja la desigualdad en el acceso a la educación. Lizbeth, estudiante de administración en la UAM Azcapotzalco, señala que no todos tienen las mismas oportunidades de prepararse para los exámenes de ingreso a la universidad:
“Si trabajas, obviamente disminuye el hecho de que puedas prepararte lo suficiente”.
En su caso, Lizbeth trabajaba como mesera mientras estaba en la preparatoria, lo que limitaba su tiempo para estudiar. En contraste, otros compañeros con más recursos tienen la posibilidad de prepararse de forma más intensa.
Estos testimonios subrayan una cuestión central: no se trata únicamente de acceder a la universidad, sino de la calidad de la educación y el tiempo que los estudiantes pueden dedicarle. Mientras algunos estudiantes tienen la posibilidad de formarse de manera integral, muchos otros se ven forzados a equilibrar el trabajo con sus estudios, lo que afecta directamente sus resultados académicos.
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Aboites también ha insistido en que la desigualdad estructural sigue siendo un obstáculo insalvable en el acceso a la educación superior.
“La idea de una educación tecnocrática ha profundizado la división entre los estudiantes”, reflexiona Aboites, destacando que mientras unos se preparan para el futuro académico y profesional, otros simplemente luchan por sobrevivir. Y subraya:
“Eso es volver a las sociedades esclavistas. La idea de que hay unos mejores que otros”.
Su postura es crítica a la visión de la educación que no tiene en cuenta las realidades sociales de los estudiantes, y se sustenta en datos.
La educación media superior sigue enfrentando grandes retos, como el bajo nivel de cobertura y la alta tasa de deserción. En 2023, según la ANUIES, cerca del 17.2% de los estudiantes en la Ciudad de México abandonaron sus estudios de preparatoria. La reforma educativa no ha sido capaz de atacar las raíces de estos problemas, y muchos expertos, como Hugo Aboites, denuncian que la estructura del sistema educativo mexicano sigue estando influenciada por los intereses del mercado laboral, en lugar de una verdadera visión educativa integral.
En este sentido, los testimonios de los estudiantes también reflejan las dificultades económicas y sociales que enfrentan para continuar con su educación. “El trabajo es normalizado y necesario”, comenta Alessandro, estudiante de computación en la UAM Azcapotzalco, quien trabajó en telemarketing mientras estudiaba la preparatoria. Gian Carlo, también estudiante del Colegio de Bachilleres, menciona que el acceso a la universidad representa “un trabajo fijo” y una oportunidad para mejorar sus condiciones laborales.
Aboites ha resaltado que esta situación de precarización no es accidental, sino producto de políticas públicas que han buscado reducir la inversión en educación. Inclusive, critica que el gobierno de la Cuarta Transformación no ha realizado un análisis crítico de las reformas previas y, a pesar de sus promesas de mejorar el sistema educativo, no ha logrado cambiar las bases estructurales de la educación media superior.
Además, otro tema crucial que no se puede omitir es la situación laboral de los docentes en los Colegios de Bachilleres. La reforma educativa de Peña Nieto, que transfirió las regulaciones de contratación a un organismo externo, ha dejado a los profesores en una situación de inestabilidad y precariedad laboral.
Las huelgas, como la de finales de 2023, cuando los 20 planteles del Colegio de Bachilleres de la Ciudad de México y el Estado de México exigieron qu se cumpliera la promesa del presidente López Obrador sobre que ‘todos los trabajadores del sector educativo tendrían que ganar, por lo menos, 16 mil pesos al mes’, son muestra de ello.
Y, aunque después de 49 días, los huelguistas lograron el pago del 100 por ciento de los salarios caídos durante la protesta –mientras que la equiparación salarial a 16 mil pesos mensuales sólo se le entregó al sector administrativo, no al docente– su lucha evidenció la necesidad urgente de mejorar las condiciones laborales de los docentes, para garantizar una educación de calidad.
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El debate sobre la reforma educativa y la eliminación del examen de ingreso a la UAM debe ir más allá de las medidas superficiales. Es necesario que se aborden los problemas estructurales que afectan tanto a los estudiantes como a los docentes, para que la educación media superior no sea solo un tránsito a la universidad, sino una herramienta real para la transformación social.
Sobre esto, Hugo Aboites sugiere que el gobierno debería elaborar un planteamiento que recupere los problemas históricos de la educación en México y que, en lugar de simplemente seguir las directrices de organismos internacionales como la OCDE, se enfoque en una educación que reconozca la diversidad cultural, social y política del país. “El modelo de Bolonia sigue presente como una sombra que requiere atención”, explica Aboites, criticando las políticas que han favorecido la estandarización sobre la pluralidad y las humanidades.
El modelo de Bolonia, inicialmente concebido en Europa, fue diseñado para crear un sistema de educación superior armonizado y competitivo a nivel global. Surgido de los acuerdos de Bolonia en 1999, este modelo promovía la estandarización de los programas académicos, buscando una mayor transparencia en la formación de los estudiantes a través de un sistema de grados comparables.
Su enfoque se centraba en la preparación de los estudiantes con «competencias» específicas, es decir, habilidades y conocimientos que pudieran ser aplicados directamente en el mercado laboral. Bajo este modelo, las universidades se orientaron a formar a los jóvenes para ser profesionales técnicamente capacitados, muchas veces a costa de disciplinas humanísticas como filosofía, ética o historia, que no se consideran directamente relacionadas con la productividad económica.
Esta visión de la educación, que se alinea con las demandas de un mercado globalizado, fue fuertemente criticada por académicos como Hugo Aboites, quien subraya que, al imitar este modelo en América Latina, se desatendieron las particularidades culturales, sociales y políticas de la región, creando un sistema educativo que prioriza la rentabilidad económica sobre la formación integral de los estudiantes.
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