Lichita y la milpa en rebeldía

28 abril, 2020

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

Éste es un texto espejo entre una arqueóloga y una documentalista. Busca memorar a Alicia Galicia, defensora de la tierra y el territorio de Atenco, quien estuvo siempre al frente en el cuidado de la tierra y de la sublevación campesina desde la milpa, con la exigencia de no construir un aeropuerto

Por @yaocitlaltzin y @Dal_air

Lichita con flores de calabaza en la marcha del 2 de octubre del 2014. Foto: Rigel de la Portilla

La Flor de Calabaza y el Nopal

Cuando recuerdo a Lichita luchando contra el despojo a lado de los compañeros del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra a la orilla del Lago de Texcoco, me imagino una hermosa y brillante flor de calabaza siempre presente en la milpa, trabajando la tierra pero también activa y constante en otra milpa, la de lucha por la defensa de la tierra, la libertad y la vida.

Como en todo un sistema, en la milpa cada elemento que la integra tiene una tarea especial.  Pareciera que hay un protagonista: la planta del maíz que eleva sus elotes ofreciendo con orgullo el alimento ancestral que los dioses entregaron a los hombres para alimentar a sus familias; es el eje de la identidad alimentaria mesoamericana que resiste a la colonización de nuevas formas de cultivo y nuevos alimentos pero no existe solito. 

Apoyados en sus cañas, crecen las enredaderas de los frijolitos que, desde abajo, discretamente con sus raíces reúnen conglomerados de millones de bacterias fijando el nitrógeno del aire para formar aminoácidos y fertilizar la tierra. Ellos son los compañeros que con las tareas diarias fortalecen la resistencia de la vida y de las luchas campesinas. 

En las orillas de las parcelas, los chilitos van creciendo formulando contrastes con colores y olores picantes demostrando que en las diferencias y discusiones toma fuerza y sabor la lucha combativa.   

También presentes, sin que fueran cultivados brotan los quelites y verdolagas, como esos compañeros que se integran a la resistencia sin haber sido invitados, los que desde fuera y con otras experiencias y habilidades enriquecen con su sabor y textura el nutrimiento de la resistencia por la vida. 

Pero en el piso de la milpa, creciendo constante e intensamente, están las calabazas con sus hojas acostaditas que guardan la humedad para hidratar a todo el sistema. Ahí en las guías crece la flor más bonita y vistosa de la milpa: la flor de calabaza, ahí crece y se mantiene viva Lichita.

Alicia Galicia es su nombre. Cuando la recuerdo pienso un nopal. Frondoso. De esos que parecen bordar un tejido. Desbordar luminosas espinas. Ella es de esta Tierra en donde dicen haber encontrado un águila que devora una serpiente, arriba de un nopal que crece en la zona del lago de lo que fuera después Tenochtitlán. 

Conoció el lago de Texcoco como su palma, recorrió el territorio donde empuñaba su más grande espina: el machete. Era campesina. Cuántas veces platicamos que en el lago iban a cazar patos y aves, a cosechar ahuautle para vender y comer. A donde iban a cazar.

El nopal es una planta cactácea propia del lugar de donde ella era originaria: la comunidad de Acuexcomac del municipio de Atenco. A ella le dolió dejar su tierra, su siembra, al ser perseguida política, después del 3 y 4 de mayo del 2006. Cuando la recuerdo, es siempre con su machete en alto, marchando las distancias que sean necesarias para expresar las injusticias que vivieron por más de 18 años los campesinos y habitantes de la zona oriente del Estado de México. 

En su siembra, Lichita procuraba tener y cultivar una nopalera, aunque fuera compartida con el vecino. En diversas entrevistas que hicimos, caminando por los cerros del Huatepec y el Tepetzingo o al llegar a su casa, estuvieron presentes las nopaleras. 

Cuando pienso en ella, pienso en el nopal porque es un planta fuerte, firme, que crece a pesar de las adversidades de la tierra o el clima y además nutro a quien la come, alimenta, quita la sed. Resiste y te hace resistir.

Lichita como flor de calabaza, como nopal, no solo es flor o planta, es un nutritivo alimento, siempre presente como garantía de salud y terca señal de fortaleza. 

La flor de calabaza se ocupa de la tarea de que todos en la milpa estén bien alimentados para resistir el embate del calor de las batallas de cada día. 

Para recolectar esta flor, asi como recolectas nopalitos, hay que saber tomarlas de buen modo o te darás un buen pinchazo con sus espinas. 

Las espinas de la flor de calabaza son discreta, ella no es una flor delicada, ella sabe defenderse y defenderá a sus compañeros de las plagas que intentan envenenar la milpa.

Marcha por los 10 años de la represión en Atenco. Foto: Daliri Oropeza

Sanar la represión

Lichita fue la primera ejidataria que conocí en Atenco, apenas a una semana del 3  y 4 de mayo del 2006.  Los pueblos de los municipios de Texcoco y Atenco se miraban desiertos, se respiraba una profunda desconfianza después de la represión. En sus calles, unas semanas antes reinaba el bullicio y alegría que las festividades de la temporada de carnavales.

El ambiente: terrorífico. Sus habitantes y varios campesinos vivieron detenciones violentas y arbitrarias, dos asesinatos de jóvenes y torturas sexuales por policías a mujeres detenidas en el operativo. 

Esta fue una venganza política ordenada por Enrique Peña Nieto (en ese entonces gobernador del Edomex) contra el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y contra quienes aquellos que se solidarizaban con su ejemplar resistencia. Había un sentimiento generalizado entre los que nos acercábamos a tratar de apoyar “en algo” a las familias de los detenidos y perseguidos: el miedo.

Estudiantes de diferentes universidades convocaron a realizar talleres y actividades para los niños en las plazas de las comunidades con la idea combatir ese miedo, ahí conocí a Lichita.

Seguramente también tenía miedo. Aún con ello, su preocupación por quienes estaban injustamente presos o perseguidos la hizo salir de su casa desde el primer momento. Su valentía fue siempre más grande que cualquier amedrentamiento.

Fueron mujeres las primeras que rompieron el cerco del miedo en Atenco.  Ellas convocaron las primeras reuniones y movilizaciones exigiendo libertad para las presas y los presos políticos del nombrado Mayo rojo. 

Entre estas mujeres, Lichita asumió, cual Adelita en plena revolución, la tarea imprescindible de preparar y asegurar ´un taquito´ a todos los acudíamos a los llamados de organización y resistencia. 

Empezaron las marchas, los mitines, las innumerables conferencias de prensa. Lichita estuvo presente en todas las actividades del FPDT. A cuenta gotas,  con un largo y complicado proceso legal y de protesta, el Frente le arrebató al Estado la libertad de cada persona encerrada. La justicia y castigo a los responsables es, aún hoy, cuenta pendiente.

Peña Nieto, como presidente, reactivó la construcción del aeropuerto que pretendía imponer en el Lago de Texcoco. 

Lichita brotó como un nopal que en constante terquedad se mantuvo erguido desde la raíz de la dignidad, resistiendo sin ceder al calor intenso de las agresiones de los gobiernos priista, Federal y Local, a las traiciones, a la compra de las representaciones ejidales, a la falta de agua que fue cortada en los pozos de los ejidos, a la compra -venta de terrenos y al desanimo de los vecinos ante el ilegal avance del despojo.

Libre siempre. Libre de participar en la defensa de la Tierra, en las protestas, en foros y conferencias, en los recorridos en el campo, en los campamentos de vigilancia o trabajando su parcela. Libre siempre. 

No abandonó nunca el objetivo de defender la vida. Ese era su derecho de vida. Con la cabeza en alto, con sus palabras francas y sencillas no dejó de llamar a la resistencia. A la siembra. 

Desde su interior, compartió a los que la rodeábamos el jugoso néctar de la dignidad. 

Mientras defendía la tierra, Lichita, también, libró otra batalla contra el cáncer y no cerró sus ojos rebeldes si no hasta ver cancelado el aeropuerto de muerte.

Hoy la nopalera llamada FPDT tiene aún muchos brotes que siguen su ejemplo. Lichita vive, la lucha sigue.

Doña Licha comandando la amasada de sopes en el l13 aniversario de la represión de Atenco (2019). Foto: Daliri Oropeza

Alimentar la rebeldía

Al terminar de grabar un documental sobre su experiencia en el exilio, en aquel Mayo Rojo del 2006, Lichita dobló la manga de su blusa. Sacó su delgado brazo, moreno de sol, y me mostró su marcado músculo. Reímos al ver su “conejo”. Llevábamos varias semanas grabando su trabajo en el campo. Usaba el machete como pincel. Me explicó que la semilla de maíz que sembró, se daría con precisión para la elotiza de septiembre. 

Describió encantada cómo disfrutaba la temporada de cosechar maíz, para hervirlos tiernos y comerlos recién salidos, aún con hoja. Le gustaba comer y dar de comer. Vigilaba el cuidado desde la siembra hasta el florecimiento de la milpa. 

Documentar su vida de campesina, forzosamente era acompañarla en las actividades del FPDT. En una ocasión, nos invitaron a documentar los vestigios arqueológicos en los cerros de Huatepec y Tepetzingo. 

Antes de irnos ella encabezó la comisión de echar tlacoyos para desayunar. Yo me acerqué a documentar e inevitablemente a aprender a hacer deliciosos manjares de maíz. Cientos de tlacoyos amasamos para todos quienes iríamos a la expedición. 

Ya en el cerro, Alicia se puso al frente para cortar la hiedra que crece a lado de una figura de piedra. Usa su machete cual pincel, deja el área limpia, echa un chorro de agua a la piedra que al empaparse toma figura. Un Tlaloc piensan las campesinas. Un Tlaloc podría ser posible dijeron los arqueólogos que pudieron observar de cerca ya que ella había quitado las plantas llenas de espinas, entre nopales y cactáceas erizas que se clavan hasta en las suelas de los zapatos.

No había protesta que no viera a Doña Alicia relacionada con la comida. Podía ser la comandanta de las cientos de tortillas, tlacoyos,  quelites, nopales, frijoles, para las asambleas y mitines, para las expediciones, aunque también podía ser la solemne caminata con un canasto de tortitas de huauzontle que ella misma cocinó. Mostrar la comida, que el campo que defendía produce, como protesta campesina. Esto es lo que les damos, me imagino que ella piensa. Nunca se lo pregunté. A todos les quería dar de comer siempre, o les preguntaba si ya habían comido.

Siempre podías verla cerca del comal, echando tortillas o cortando hongos, flores de calabaza, quelites. Abriendo latas de sardinas, enrollandolas en tortilla para hacer tacos. Moviendo la gran olla de barro con los frijoles. Asomada abajo de las pencas cuando había barbacoa.

Tanto quería Lichita alimentar y fortalecer la orgaización, la resistencia y la defensa de la Tierra, que hasta pidió que en su funeral se hiciera comida para todos y un mitin.

Ella está desde las milpas a la comida de las rebeldías. Así como con comida, con su presencia nutre la resistencia.

Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación