Un reordenamiento de la Semarnat como el anunciado parece muy oportuno. La pregunta es hacia dónde, qué lógica regirá su acción y qué estructura institucional le permitirá actuar en consecuencia. El éxito dependerá del compromiso de su titular y la capacidad para construir una nueva institucionalidad
El nuevo titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Víctor M. Toledo, explicó sin cortapisas sus intenciones en una entrevista reciente: lo que busca es “reordenar institucionalmente a la Semarnat”. Toledo ya dio los primeros pasos en esa dirección al remover a los subsecretarios de Gestión, Sergio Sánchez, y de Planeación, Katya Puga, además del titular de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), Andrew Rhodes. Los cambios realizados por Toledo, y sobre todo el reordenamiento anunciado, han generado una enorme inquietud en el sector ambiental mexicano, aunque pueden ser una buena noticia y sentar las bases para una nueva forma de proteger y aprovechar el medio ambiente, una que sea mucho más incluyente en sus beneficios y mucho más eficaz en sus tareas.
Suele olvidarse que la lógica con la que opera Semarnat no es la única posible, ni es necesariamente la mejor. La Secretaría funciona con la idea de que debe ser un órgano de regulación, y que el impulso al aprovechamiento de los recursos naturales debe, por tanto, estar separado del cuerpo de la dependencia en tanto tal. Está pensada, además, como una entidad sin manos sobre el terreno, que lo único que puede hacer es ofrecer incentivos o castigos, pero no construir capacidades ni movilizar actores y recursos en campo para el desarrollo sustentable.
Por eso, por ejemplo, la regulación del sector forestal está a cargo de la Subsecretaría de Gestión, mientras que el fomento está a cargo de un desconcentrado, la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Aunque bajo cierta óptica esto tendría sentido, lo que ha provocado es la atomización de la política forestal en un montón de órganos y oficinas, haciendo imposible establecer políticas coherentes. De hecho, no solo Conafor y Semarnat, sino también Conanp y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), tienen incidencia en el sector forestal, e inclusive al interior de la Secretaría priva la dispersión, y son varias las direcciones, de las tres subsecretarías, las que intervienen en los bosques y selvas del país. Entre esta maraña regulatoria y el fracaso del esquema del pago de incentivos sin la construcción de capacidades, el sector forestal no sólo está estancado: ha decrecido en los últimos veinte años, y el panorama es similar para otras áreas.
Esto ha llevado a una política ambiental que depende enormemente de tener presupuesto para repartir, que a punta de trámites se ha convertido en una traba para el desarrollo sustentable y que ha fracasado en sus esfuerzos regulatorios. Dada la política fiscal thatcheriana que ha asumido el gobierno de López Obrador, y en vista de los muy pobres resultados de Semarnat, un reordenamiento como el que anunció Toledo parece muy oportuno. La pregunta es, más bien, hacia dónde se reorientará la dependencia, qué lógica regirá su acción y qué estructura institucional le permitirá actuar en consecuencia.
Si Toledo quiere construir una Secretaría que, como anunció, “impulse, proteja, fomente y apoye la regeneración ambiental del país”, entonces lo primero es fortalecer la capacidad de gestión de trámites y de aplicación de la ley. Establecer mecanismos que permitan ordenar la gestión de permisos y autorizaciones y que dificulten la corrupción, ser implacable en la aplicación de la normatividad y consolidar un servicio civil de carrera a la altura de los desafíos presentes (en Profepa sobre todo, pero no solamente) es crucial para que el desarrollo sustentable sea una realidad en el país.
Otro paso muy importante será construir una nueva forma tanto de lidiar con quienes contaminan y agotan los recursos naturales, como de apoyar a quienes los manejan y usan en forma sustentable. Dejar de pagar subsidios que no han tenido resultados y empezar a construir capacidades y mercados, además de sinergias entre los actores relevantes para cada tema, será fundamental y mucho más eficaz que el esquema que se ha seguido hasta el presente.
Toledo tiene el mandato y la voluntad de refundar Semarnat, y tiene muchas posibilidades de lograrlo. El éxito que tenga dependerá de su compromiso y capacidad para construir una nueva institucionalidad en la que la honestidad valiente, el compromiso con el país y una visión democrática del servicio público y del poder sean la norma y estén respaldados por una estructura bien equipada.
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