En esta representación todos son bienvenidos, no hay requisitos especiales y muchos de los participantes han sido rechazados en otros lados; tampoco hay dinero, todos ponen lo que pueden para poder tener su propio viacrucis
Fotografía y texto: Duilio Rodríguez
Cuando tenía 15 años, Arturo Salinas fue a Iztapalapa con la intención de ser el Cristo, pero le dijeron que tenía que cumplir con ciertos requisitos que no podía cumplir (como ser originario de Iztapalapa); además, había varios candidatos antes que él.
Su interés por representar al personaje siguió y, 18 años después, logró completar ese sueño en Acopilco, un pueblo perteneciente a la alcaldía de Cuajimalpa, ubicado al poniente de la ciudad, justo al otro lado de Iztapalapa.
En Acopilco también se celebra la Semana Santa con devoción. Ahí le dieron a Arturo la oportunidad de representar a Jesucristo. Él tenía 33 años y mantendría ese papel los siguientes cinco lustros.
“Todo iba bien hasta que me corrieron”, cuenta el hombre, que ahora tiene 66 años.
“No una si no dos veces: la primera vez hace 8 años y la segunda hace tres —lamenta—. Me trataron mal, me sacaron porque le dieron el papel a otra persona, me llamaron para decirme que al otro Cristo lo había elegido Dios, pero en realidad se lo dieron al compadre de la encargada”.
Arturo Salinas cree ser un elegido divino. Asegura haber muerto en dos ocasiones y antes de resucitar haber escuchado la voz de Dios diciéndole que todavía tenía muchas cosas importantes que hacer en la tierra.
Cuando eso ocurrió, Arturo pensó que su interpretación ya había acabado, pero entonces escuchó una voz que lo invitaba a ser el Cristo de La Pila, una colonia del pueblo de Acopilco que tiene su propia representación y que no tiene requisitos especiales para participar, así que se acercó a los organizadores, quienes le permitieron tomar el papel.
La colonia La Pila está a un costado de la carretera libre a Toluca a unos 45 minutos del centro de la ciudad de México. Ahí llegan algunos que creen que no serán aceptados en la representación mayor.
Algunos vecinos se organizan para hacer su propia versión de la Semana Santa. Son electricistas, albañiles, trabajadores de limpieza, amas de casa, taxistas, que se unen para comprar telas, pintura, hacer el libreto, adornar las estaciones, todos ponen algo de su tiempo y dinero.
Juan Gabriel Peñaloza, director de la Semana Santa en La Pila, dice que su padre y sus tíos, quienes fueron pioneros en la celebración, le dijeron que Jesús era una persona de piel blanca y ojo verde, características físicas en las que se han basado por años para escoger al intérprete del hijo de Dios.
Ocho personas, las más veteranas, que han heredado de sus padres la celebración que se realizó por primera vez en este lugar hace 47 años, se encargan de coordinar todo el evento.
“Aquí todas las decisiones se toman en conjunto”, asegura Guillermo Baltazar, uno de los organizadores. “Recibimos a cualquiera, no hay requisitos especiales para ser parte del grupo”.
El total de los participantes es de 90 personas, la mayoría niños y jóvenes voluntarios que representan a los romanos, pastores, vírgenes, reyes. Los papales relevantes —María, Dimas, Gestas, Judas— los realizan los adultos, que llevan más años actuando en la celebración.
Ellos hacen su propio libreto.
Para Sara Belén, una joven desempleada, interpretar María representa mucho, porque le ha ayudado a levantarse muchas veces.
“Padezco una enfermedad que me impide trabajar y cada vez que me caigo, la virgen me da fuerza para seguir”, dice. Saben que no podrían participar en otros lugares donde se realiza la representacióndel viacrucis, inclusive en su propia alcaldía. Pero tienen la devoción y la fe. Por eso han decidido hacer su propia interpretación de la pasión de Jesús. Y, de algún modo, escribir su propia historia.
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Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.
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