3 diciembre, 2019
Mejorar la forma en la que México lidia con la basura sería una forma inteligente de abatir las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero. Otras acciones están en la reforestación de los bosques y cambiar la política de transporte
Twitter: @eugeniofv
Esta semana arrancó en Madrid la Cumbre del Clima, con pocas esperanzas de que los países del mundo se comprometan a atacar la crisis climática con la contundencia necesaria para evitar que el cambio de las temperaturas globales alcance cotas catastróficas. En México la situación no es distinta, y la Secretaría de Energía (Sener) trabaja como si no creyera que dicha crisis es real. Con todo, hay mucho que se puede hacer desde otras áreas y otras secretarías y no todo está perdido. Las ciudades han asumido un liderazgo del que han carecido los Estados nacionales, y se puede avanzar también desde otros sectores que no son estrictamente energéticos, como el de la basura, el forestal y el agropecuario.
Es difícil encontrar datos detallados sobre la evolución en México de las emisiones de gases de efecto invernadero (los que provocan la crisis climática) después de 2014, pero lo ocurrido hasta entonces puede servir de referencia. Dichos datos indican que el sector de energía y el de transportes son con mucho los más importantes, y son responsables del 26 por ciento y del 21 por ciento de las emisiones en el país respectivamente, según datos del World Resources Institute.
En esas áreas, a juzgar por los anuncios del presidente de la República y por el afán de dinamitar el futuro y frenar la transición a energías renovables del titular de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, y de la titular de Energía, Rocío Nahle, no hay gran cosa que hacer. Los tres parecen convencidos de que la crisis climática no es real y, en todo caso, no es asunto suyo combatirla. Sin embargo, no solamente se puede actuar desde las dependencias a su cargo.
En el sector del transporte, por ejemplo, se puede trabajar desde los estados y desde los municipios para mejorar el transporte de pasajeros, para construir mejores redes para el transporte local de carga y para imponer regulaciones para ambas fuentes de contaminación que contribuyan a que los motores estén mejor afinados y a que se deschatarrice el parque vehicular. Hacerlo contribuiría enormemente, además, a disminuir la contaminación en ciudades pequeñas y grandes, que nos cuesta miles de millones de pesos cada año por sus daños a la salud.
Por ejemplo, además de emprender medidas en ese tema, la Ciudad de México ha comenzado ya a trabajar en un programa para instalar más de cuatro millones de metros cuadrados de techos solares, y trabaja ya para hacer que la energía del Metro sea cada vez más sustentable. Esto hará que la huella de carbono de los capitalinos y de gran parte de los habitantes del Estado de México disminuya radicalmente. Otras ciudades del país podrían trabajar en el mismo sentido.
También hay una enorme área de oportunidad en el sector de los desperdicios, según los últimos datos disponibles, pues este sector era el responsable en 2014 de un nada desdeñable 15 por ciento de las emisiones nacionales. Es también el sector que más aportó al crecimiento de las mismas en lo que va del siglo XXI, y las emisiones de esa fuente se triplicaron entre 2000 y 2014. Mejorar la forma en la que el país lidia con la basura sería no solo una forma inteligente de abatir las emisiones nacionales, sino también de dar mayor certeza al abasto de agua, que los tiraderos contaminan; de contribuir a la salud, que se ve siempre amenazada por los rellenos sanitarios, y de generar nuevas dinámicas económicas, gracias a la economía circular.
Por otra parte, y aunque no sustituye las urgentes reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero, se puede trabajar en combatir la deforestación y restaurar los paisajes del país. Sembrando Vida es un enorme avance en ese sentido, y si logra aunque sea la mitad de lo que la Secretaría de Bienestar ha prometido, la cantidad de carbono capturado en árboles frutales, maderables y de sombra para los cultivos agroforestales sería importante y paliaría al menos un poco los desastres de Bartlett y Nahle. Fortalecer a la Comisión Nacional Forestal y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente serán también tareas clave en ese sentido.
Hay mucho que se puede hacer, y no todo pasa -por suerte- ni por los escritorios del gobierno federal ni por las áreas de quienes se unen a lo peor del mundo en negar la crisis climática. Es hora de trabajar todos para lograrlo e impedir que las temperaturas del planeta cambien en más de 1.5 grados centígrados.
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Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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