Esta historia es una ventana a cómo viven las comunidades rurales la educación en medio de la pandemia por covid-19. Muestra cómo la tecnología crea mayor exclusión en la educación, que la organización de base logra acortar
Texto: Daliri Oropeza
Fotos: Cortesía Sección XVIII CNTE y José Antonio Sanchez
Todos los días, al regresar de cortar limón, María Elena Martínez Valencia se sienta con su hijo de segundo de primaria a estudiar. Con la pandemia de covid-19 quedó sin trabajo. Tiene a sus cuatro hijos en casa. Buscaron en la televisión las clases de la SEP, pero no dieron con el canal. Viven en la Nopalera, una comunidad de Apatzingán, Michoacán.
Llegan del campo y de inmediato se ponen a estudiar. A veces ni tiempo le da de comer. Como hoy:
«Los puse a hacer la tarea ahorita, después de explicarles cómo hacerlo» comenta María Elena, al tiempo que les pide que la dejen hablar por teléfono.
En las ocasiones en que María Elena pierde su trabajo, le queda la opción de ir al corte de limón. Es jefa de familia, soltera. Sus hijos van con ella al campo, también a cortar.
«Esta nueva rutina escolar nos ha traído un poco más de trabajo, hay que apoyar a los muchachos».
María Elena dedica más tiempo a sus hijos que van en primaria, uno en segundo y el otro en quinto. Asegura que los dos que van en secundaria y bachillerato no requieren tanto apoyo.
«Para mí no es posible la modalidad virtual, no tengo internet y no tengo computadora. La modalidad, pues, son los cuadernillos que proporcionan los maestros a mis hijos».
Gran parte del dinero del corte de limón, termina en saldo para celular.
«Tanto el más grande que va en bachiller y el de secundaria hacen trabajos en su libreta y le toman fotos y le envían a su maestro por mensajería electrónica».
La educación virtual agudizó la exclusión de la educación, de acuerdo con el maestro Lev Velázquez:
«Las carencias que ya existían, de agua, espacios deportivos, bibliotecas, laboratorios, computadoras, personal, maestros, a todo lo que implica un buen aprendizaje, ahora se suman las carencias de infraestructura pedagógica virtual».
Lev Velázquez es profesor de la telesecundaria de Apatzingán, Michoacán. La pandemia llegó, y desde su región ha sido muy difícil mantener cualquier clase virtual, pues si las escuelas no cuentan con computadoras, menos aún tendrán las familias de los estudiantes.
Ante la situación de emergencia por covid 19, los profesores se organizan en colectivos para darle sentido a la educación.
Lo primero es garantizar que los estudiantes puedan acceder a la educación de un modo en el que tengan la posibilidad de comprender lo que viven en su entorno con la pandemia. Lev asegura que el temario de la SEP no contribuye a la comprensión del mundo en estos momentos y no se puede seguir al pie de la letra. “Los contenidos no tienen que ver con su cotidianidad”, afirma.
Los profesores del colectivo de la región de Apatzingán visitan una vez a la semana las comunidades de sus alumnos. Ahí entregan las cartillas que ellos mismos crearon. A la semana siguiente regresan para recogerlas y darles las siguientes. Llevan tres cartillas y ya preparan la siguiente.
«Nosotros estamos haciendo todo lo posible para continuar el proceso educativo», dice el profesor Lev, también doctor en pedagogía crítica. Eligieron los temas que les parecen centrales en este momento de emergencia.
La primera cartilla que repartieron fue de salud integral, el cuidado de la salud, de la alimentación, lavarse las manos, higiene, explicar a qué se enfrentan, qué es un virus, cómo funciona, por qué no hay una cura.
El siguiente tema de las cartillas fue el desarrollo de la afectividad, reconocer qué pasa en casa, cómo se tensan las relaciones entre los integrantes, papá, mamá, abuelos, tutores y, cómo podemos construir una buena relación. Lev explica el siguiente tema de las cartillas:
«La otra ronda de cartillas trata sobre la familia que canta, juega, baila y crea, proponiendo actividades para que desarrollen pensamiento estratégico, con juegos tradicionales, prehispánicos incluso, como la pitarra, para el desarrollo neuronal desde casa, el desarrollo motor de los jóvenes, para la convivencia familiar. Colocamos temas como el derecho humano al trabajo, el derecho humano al agua, y estamos haciendo la siguiente cartilla que será sobre la casa sustentable».
Los colectivos de profesores donde participa Lev son parte de la sección XVIII democrática de la CNTE en Michoacán. El profesor asegura que han hecho un diagnóstico conjunto de las carencias, pero sobre todo de cómo solucionarlas.
«Nos encontramos que el sistema educativo es deficiente, que las escuelas no tienen conectividad, no tienen dispositivos inteligentes. En mi escuela hay dos computadores, ninguna es para los maestros. Son parte de la administración».
En sus reuniones, los maestros concluyen que la emergencia les rebasó. Hay maestros de escuelas multigrado que tienen hasta 300 alumnos. No se imaginan con sus celulares llenos de trabajos y tareas por whatsapp. Piensan que seguir los lineamientos de la SEP ha sido imposible, pues lo virtual solo incrementó la burocratización de la educación.
Según Lev, una parte importante de las comunidades y las escuelas no han entrado en estas dinámicas virtuales “porque no existe la infraestructura tecnológica, no hay conectividad. Con las actividades que deja la Secretaría de Educación, los profesores tienen que estar pegados al teléfono o computadora, recibiendo imágenes. La cantidad que te lleguen diario. Mandar foto de cada cosa”.
«Hay—dice —un control mas rígido del tiempo, más férreo, diferente a lo que lo tienes destinado. Es educación descontextualizada. La SEP está fuera de lo que sucede en los ámbitos rurales».
El profesor asegura que hay temas más urgentes que atender en las comunidades escolares de los pueblos de Michoacán: es el tener algo qué comer. Por ello, entre los profesores, además de organizar un seguimiento pedagógico con las cartillas, armaron brigadas para recolectar víveres y repartirlos.
Repartieron la primera tanda de alimentos entre adultos mayores de distintas comunidades. La segunda fue más enfocada a las familias de los alumnos. La tercera, y que recién entregaron, consistió en donar un día de salario por cada maestro y entregarlo a las familias de sus estudiantes.
«Pusimos varios puntos de recolección de víveres, y los llevamos a la gente más vulnerable, sobre todo de tercera edad».
Profesor Lev Velázquez
María Elena y sus cuatro hijos también recibieron una despensa por parte de la brigada de profesores. Les dieron una despensa básica muy completa y otra despensa con bolsas de leche. Para ella es algo muy bueno que le ayuda a alivianar los gastos y el trabajo de cortadora de limón.
El profesor Lev es consciente de que no se puede evaluar de manera normal los contenidos escolares en la emergencia.
«Cometeríamos un error en evaluar, en cumplir con temáticas, sin que nos importe generar propuestas para que las familias puedan llevar otro tipo de aprendizajes que le sirvan para su casa. Para mejoras sus vidas, sus aprendizajes; producir alimento en sus casas; repensar relaciones internas, el contexto, qué pasa en el mundo. ¿Por qué corrieron a mi papá o mamá, primo o amigo de su trabajo? ¿Qué no hay leyes que nos protejan?»
Es consciente que en Apatzingán, donde él nació, buena parte de las personas son campesinas, la mayoría cortadoras de limón y en en este tiempo de pandemia no se detiene el corte de este fruto. Sabe que muchas de ellas son jóvenes y se se han integrado a la vida productiva con sus papas, y que la mayoría no tienen parcela propia sino trabajan “como peones”.
María Elena por su parte, espera que la SEP sea consciente del trabajo que han hecho las mamás en este confinamiento. La exigencia que tiene es que les aprueben el año escolar, que no sea perdido, ya que ella le ha echado muchas ganas al aprendizaje de sus hijos.
«Es triple trabajo—explica la madre —usted si viera. No he comido y estoy con el mas pequeño día y tarde. Necesito estar más constante con él porque se atrasa en lectura. Los mayores hacen sus tareas solos y me ayudan a las labores de la casa. Necesito ser yo la que en este caso le revise al más pequeño que van bien las cosas. Los mayores no los dejo con sus hermanos, no me siento segura porque no lo hacen con paciencia. Dios quiera que sí, que nos hagan valido en lo que hemos estado trabajando. No se vale que una deja de comer para que sus hijos pasen de grado».
Aunque para cualquiera en la ciudad podría ser bonito ver cientos de árboles de limón en la cuarentena, para María Elena no es lo mejor:
«Pero la necesidad te orilla a verlo bonito, a verlo como ejercicio, como pasatiempo. La necesidad te orilla a trabajar en pleno sol, se anda una arriesgando a que le pique la planta».
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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