Escribir para desaprender

18 octubre, 2023

En mayo, este espacio cumplió cuatro años. ¿De dónde saqué 110 opiniones para compartir al mundo y en qué momento las vacié en palabras con la intensión de crear documentos legibles? No tengo idea. Pensar la escritura en términos de cientos, meses, años, es impactante porque habla del sostenimiento de una vocación que me ha costado desaprenderme

X: @Celiawarrior

En mayo, este espacio cumplió cuatro años. Durante más de cincuenta meses consecutivos y contando, cada 15 días he buscado un tema para opinar desde la igualatitud y he escrito sobre ello. La conmemoración del día de las escritoras, el pasado 16 de octubre, me llevó a hacer el cálculo y a darme cuenta de que, aunque he tenido atrasos y eso ha variado los tiempos de publicación de algunas entregas, puedo contar con los dedos de las manos las ocasiones que he roto el ciclo; lo cual me llevó a reflexionar que La igualada es mi ejercicio más vigoroso y constante de escritura. No voy a romanizar el proceso porque sostenerlo en su momento me llevó a terapia, pero esa es otra historia.

Así que saqué la cuenta y, si mi archivo está completo: escribí 17 textos en 2019; 27 en 2020; 23 en 2021; 23 en 2022, y este es el número 21 del 2023. ¿De dónde saqué 110 opiniones para compartir al mundo y en qué momento las vacié en palabras con la intensión de crear documentos legibles? No tengo idea. Para esta impostora —de la que les conté por allá en 2019 en las primeras entregas, que un año más tarde confesó su vergüenza por la falta de ganas de hacer esta columna y no ha dejado de rumear esas ideas— pensar la escritura en términos de cientos, meses, años, es impactante porque habla del sostenimiento de una vocación que me ha costado desaprenderme.

Escuché decir a Pilar Bonnett, colombiana, poeta, novelista y dramaturga, que lo primero que atentó contra hacer de la escritura su vocación fue su propia inseguridad, y por supuesto que dije, soy, x2 y todas esas frases que repetimos cuando nos sentimos fatalmente identificadas.

“La idea de que quizá yo no tenía talento. La idea de que tal vez a nadie le interesara esto. La idea de que, en los primeros años… de que de pronto por mi condición de mujer no me iba a ser fácil ganar en los concursos, por un lado, y por otro lado, que me publicaran”, cuenta la colombiana en uno de los episodio de Punto y coma, podcast magnífico dedicado a entrevistar a escritoras.

Una escucha de viva voz a mujeres tan geniales expresar los mismos miedos a su creatividad como a cualquier otra y, a la par que resulta inverosímil, una comprende. Aunque podríamos afirmar que vivimos en un mundo donde cada día más mujeres se atreven a escribir —dice Bonnett, se están dando batallas mucho más claras—, la socialización sigue impidiendo a muchas, primero, partir de la libertad de considerar sus ideas válidas e importantes y, segundo, expresarlas con o sin miedo.

Para concientizar sobre la discriminación histórica de las mujeres en la literatura, reconocer y  visibilizar la importancia de sus obras, en 2016 en España comenzaron a conmemorar el día de las escritoras, una celebración que se ha extendido a Latinoamérica. Este año, la periodista Olga Rodríguez hizo una recopilación de algunos datos, entre ellos destacan: desde 1713 que se fundó la RAE han participado 486 académicos, de las cuales 11 han sido mujeres. Solo 17 mujeres han sido acreedoras del Nobel de Literatura, desde su creación en 1901. Mientras, el Cervantes, el premio más importante de literatura en lengua española, lo han otorgado, de 48 personas, a seis autoras.

Son algunos datos que nos muestran la institucionalidad de la literatura de cuerpo patriarcal completo. Nos recuerdan también la máxima de Woolf: “En la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer”, que denuncia la limitación histórica basada en el sexo de las expresiones artísticas, no solo de la literatura o escritura.

Aunque han pasado 94 años desde la publicación de Una habitación propia, la frase y las reflexiones de Woolf no podrían estar más vigentes. “Tendríamos que estar los próximos 99 años dándole premios [Nobel de Literatura] a mujeres para igualar los datos de ellos”, remata la periodista.

De regreso a Bonnett, en su libro Lo que no tiene nombre la colombiana escribe sobre El acontecimiento de Annie Ernaux, escritora francesa y Nobel de Literatura en 2022. Bonnett elogia el poder y la brutalidad de su escritura confesional de Ernaux, mientras ella misma escribe sobre el suicidio de su hijo. Es una referencia en la escritura que es también una guía a la lectura de otra(s), una especie de uróbolo literario, un conjuro de escritora a escritora, como espero que sean estas líneas.