Los recursos que se invierten en la construcción de la refinería Dos Bocas deben reencauzarse para transformar el modelo energético nacional y la red de transportes. Es un proceso largo y tortuoso, pero es vital
Las dificultades y obstáculos que ha enfrentado la construcción de la refinería de Dos Bocas y las prisas del presidente López Obrador por terminarla ilustran bien una de las contradicciones más complicadas de resolver en las sociedades de todo el mundo: que la mejora de las condiciones de vida que se ha registrado en las últimas décadas ha dependido de una economía que, al mismo tiempo que permite ganancias en bienestar, las socava con sacrificios en salud, con la erosión de los servicios ambientales de los que dependemos y con la crisis climática que hará el mundo mucho más inhóspito para toda la humanidad, pero sobre todo para los más pobres. Para cambiar esta situación y hacer que lo logrado sea verdaderamente duradero y que realmente contribuya a que la economía sea más justa, en México sería momento de cancelar la refinería y de impulsar un rápido proceso de cambio de la red de transportes y del modelo energético nacional para sustituirlos con redes sustentables, descentralizadas y en manos no sólo del Estado y los grandes corporativos, sino también de cooperativas, comunidades y pequeñas empresas.
Si el presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en la urgencia de construir Dos Bocas, ha sido en el entendido de que la nueva refinería permitirá garantizar el acceso a la gasolina barata y, con ello, contribuirá a dar fuerza a la economía nacional facilitando el transporte de personas y productos. Lo que no ha visto es que eso solo tenía sentido en un mundo en el que se podía imaginar que a mediano y largo plazo la energía seguiría siendo barata, y que el planeta podía procesar y almacenar los desperdicios y emisiones del consumo de esa energía.
La construcción misma de Dos Bocas ha estado marcada desde un inicio por el hecho de que el planeta no aguanta más. Por ejemplo, uno de los condicionantes que la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) impuso a la refinería es que se previeran en su diseño las amenazas de los fenómenos naturales extremos y del aumento en el nivel del océano causados por la crisis climática, provocada a su vez por el uso indiscriminado de derivados del petróleo como los que producirá la refinería. La respuesta de Pemex será construir una plataforma que eleve la refinería hasta tres metros sobre el nivel del mar. Hay que hacer una obra de ingeniería difícil y costosa, que deje una plancha de concreto y acero donde antes había una selva y un manglar, para proteger a la refinería de los efectos de su propio trabajo y existencia.
Por otra parte, las consecuencias de la quema de combustibles van mucho más allá de hacer más difícil la construcción y la vida en general en los litorales de todo el mundo. El humo que se ha volcado a la atmósfera de las ciudades y de los pueblos industriales siguiendo el modelo energético actual ha llegado tan dentro de nosotros que daña nuestra salud, y estudios recientes muestran que ha puesto a las poblaciones urbanas en un riesgo muy alto de enfermar más pronto y con peores consecuencias. Por si queda alguna duda del vínculo entre el modelo energético y el de transporte que sustentan la apuesta por la refinería de Dos Bocas, y los daños a la salud de los mexicanos, un estudio recién publicado muestra cómo los habitantes de la Ciudad de México específicamente tenemos una enorme probabilidad de sufrir enfermedades cardiacas muy tempranas y muy severas por la exposición a contaminantes atmosféricos.
La alternativa a esta situación es invertir todo el capital político y el esfuerzo financiero y de capital humano que se han vertido en sacar adelante Dos Bocas, en transformar la matriz energética nacional y la red y modelo de transportes para reducir el uso de energía y los daños que provocan. Para ello, será necesario invertir en transporte público en todos lados; atraer más y mayores inversiones para el transporte masivo y descentralizar la economía y las redes mismas de transporte y de generación y distribución de energía.
Lograrlo requerirá de un proceso largo y tortuoso, pero es vital. Si no lo emprendemos con urgencia, el modelo colapsará y nos llevará con él en su caída.
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Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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