En la lucha contra el calentamiento global se habla, sobre todo, de política y negocios. Reunidos en Alemania, en la cumbre sobre cambio climático convocada por Naciones Unidas, representantes de casi 200 países definen estrategias para conservar la vida como la conocemos ¿Qué se discute? ¿En qué nos afecta?
Texto y fotos: José Ignacio De Alba
BONN, ALEMANIA.- Este año ha sido el más caluroso del que se tenga registro en la historia. Pero en el norte de Alemania el otoño es gélido. Y aquí, los representantes de 169 países que firmaron la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático buscarán —en la 23ª. Conferencia de Partes (COP23)— estrategias para intentar revertir la tendencia del calentamiento global en un siglo de catástrofes climáticas.
Aunque formalmente el anfitrión del evento es Fiji, la poca capacidad de ese país para recibir a más de 20 mil asistentes del encuentro, requirió un cambio de sede. Alemania prestó sus instalaciones en Bonn, ciudad que fuera capital de la Alemania Occidental cuando el país estaba dividido por el Muro de Berlín.
La victoria del capitalismo dio fin a la Guerra Fría, pero el mundo hoy cobra su factura: La industrialización, el transporte y el comercio han provocado, a través de los gases de efecto invernadero, que la temperatura de la tierra aumente casi un grado, suficiente para desequilibrar todos los ecosistemas; los polos de la tierra se están derritiendo; en África, más de 15 millones de personas podrían morir por las sequías y países como Kiribati, Maldivas, Samoa y Fiji podrían desaparecer por el aumento del nivel del mar. Estos son sólo algunos de los problemas inmediatos que se discuten en estos encuentros.
La COP23 inició este 6 de noviembre y su función principal es dar continuidad a los trabajos del Acuerdo de París, que entrará en vigor en el 2020 y en el que se proyecta “mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales y lo más cerca posible a los 1,5 grados (Celsius)”.
Pero no todos los gobiernos están interesados. En junio pasado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró que ese país, que es el que más gases de efecto invernadero ha emitido en los últimos 160 años, saldría del Acuerdo de París. Pese a ello, este jueves, en una sede alterna de Bonn, se presentarán “We Are Still In” (Aún estamos dentro), una iniciativa de gobernadores, alcaldes, empresarios, legisladores estatales y académicos de la unión americana para demostrar su respaldo al Acuerdo de París y manifestarse en contra de la decisión del político republicano, que públicamente ha negado la existencia del calentamiento global.
El Acuerdo de Paris no es vinculante. Eso significa que no existen penalizaciones por las omisiones de los países.
El primer día del encuentro el grupo del G7 (que integra las 7 mayores economías del mundo), publicó un documento donde se describe el impacto del cambio climático en la salud de todas las personas. Paradójicamente, Estados Unidos también firmó ese documento.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Desde 2016, un informe de la ONU reconocía que los países necesitaban un esfuerzo adicional del 25 por ciento hasta el 2030 para lograr las metas del Acuerdo de París. El mismo informe estima que a finales de este siglo el aumento de la temperatura podría ser de 3,4 grados.
Atender el calentamiento global es una urgencia, y es más urgente para quienes más lo sufren. Es decir, los países más pobres, según lo ha declarado el propio Banco Mundial. Este martes, Jason Spensley, de Green Climate Fund, dijo en un panel que “los indígenas son los más afectados por el cambio climático, en gran medida por su relación con la tierra”.
Por eso, para las organizaciones de la sociedad civil, uno de los temas de discusión centrales en esta cumbre es el de las “compensaciones” por daños y pérdidas. Porque hay unos procos países que provocan el cambio climático, y otros que están terriblemente afectados.
“No es casualidad que esta COP la presida FIJI que es un país que tiene una gran vulnerabilidad frente al cambio climático”, dice Silvia Ribeiro, Directora para América Latina de Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC).
¿Y cómo los más ricos pueden aportar para reparar las pérdidas y los daños?
Hasta ahora se han planteado varias formas. Una de ellas es pagar por las pérdidas y los daños; otra es lo que llaman “balance entre las emisiones”, que básicamente significa que seguirán contaminando, pero la contaminación se puede “compensar” con acciones de conservación los con los mercados de carbono. Una tercera forma, que se estará discutiendo estos días, es la de compensaciones con medidas tecnológicas de manipulación del clima, por ejemplo, a través de tratar de absorber el carbono que está en la atmósfera y enterrarlo en fondos geológicos.
Sin embargo, ninguna de las medidas planteadas por los países establece acciones reales para bajar los noveles de consumo.
“El punto fundamental es que hay que bajar el nivel del consumo de los que están comiéndose el planeta, que no somos la mayorías de nosotros, sino son el 10 por ciento de la mayoría más rica del planeta”, dice Ribeiro.
El tema no es menor. En esta cumbre se discutirán las reglas con las que va a operar el principal acuerdo mundial sobre el tema a partir del 2020.
México ha tenido roles fundamentales en el desarrollo de estas cumbres por su gran experiencia diplomático; sin embargo, la COP23 no es un tema de relevancia social para la mayoría de los mexicanos, a pesar de que está en la lista de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático y, paradójicamente, también en la lista de los países más contaminantes.
¿Cómo se puede meter la agenda del cambio climático en un país como México, donde los asuntos inmediatos son la pobreza, la violencia y la corrupción?
“No hemos podido comunicar que el no cuidado de un ecosistema tiene impacto en la pobreza de las personas, no hemos podido comunicar que la prevención de desastres ayuda al fortalecimiento de las comunidades”, dice Mónica Echagoyen, ex directora general adjunta para el cambio climático de la Secretaría de Medio Ambiente.
En México, dice, se invierte más en la reparación de daños por las inclemencias climáticas, que en la prevención, porque “no estamos acostumbrados a hacer políticas a largo plazo”.
La exfuncionaria, quien actualmente trabaja en una organización de transparencia y políticas ambientales, plantea que una de las soluciones al problema sería “empezar a ver al cambio climático como una oportunidad para transformar a nuestras comunidades”.
¿Será? En las próximas dos semanas, los representantes del mundo lo estarán discutiendo.
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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: http://www.piedepagina.mx«.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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