No podemos dejar de soñar”

12 noviembre, 2017

La gente que vino hasta Bonn para protestar por el modelo económico que está generando el cambio climático no confía en los representantes de casi 200 países que negocian el futuro del planeta; en cambio, los que protestan están convencidos de que las conexiones globales de las resistencias pueden cambiar las reglas del sistema

Texto y fotos: José Ignacio De Alba

BONN, ALEMANIA.- En las negociaciones entre casi 200 países que participan en la COP23 se presentan soluciones al cambio climático tan variadas como opuestas. Aquí hay países que no reconocen el problema, a pesar de la sólida evidencia científica. Otros, proponen soluciones tecnológicas tan radicales como manipular el ambiente a gran escala para contrarrestar los efectos del clima (lo que significa no dejar de contaminar). 

Entre los 190 eventos oficiales que cada día se llevan a cabo en las dos sedes prestadas por Alemania para la Conferencia de las Partes, hay de todo: desde universidades que presentan métricas sobre gases de efecto invernadero hasta una ponencia de sobre cómo los grandes bancos del mundo están financiando minas de carbón en países pobres y, ahora, contaminados.

Afuera de las sedes también hay alternativas no oficiales, como un grupo de testigos de Jehová que ofrecen la mano de dios en estos tiempos desesperados.

En medio de una multitud de reuniones y propuestas y a mitad de las negociaciones de los países que participan, los grupos de sociedad civil que se reunieron aquí organizaron este sábado una marcha.

Con pancartas, disfraces, y al ritmo de tamborazos, los manifestantes caminaron por la ciudad que vio nacer al compositor Ludwig van Beethoven en 1770. Un coche con un hombre disfrazado de Donald Trump remolcó una representación de la estatua de la libertad con la leyenda “Libre para contaminar”; a sus pies se veían las figuras de niños harapientos y semidesnudos.

La policía avanzó con los manifestantes en la caminata. Los uniformados eran tan cordiales que parecían parte del contingente.

A la marcha asistieron unas 3 mil personas. Igual y hubo gente de Ghana que de Zimbabue o Perú. Mujeres amamantando a bebés, niños con mamelucos de abejorros o conejos, jóvenes disfrazados de nubes bebiendo cerveza y viejos con pancartas pidiendo erradicación de las plantas nucleares.

A todos los une una cosa: son escépticos de los gobiernos que discuten aquí el rumbo del planeta. No creen que los políticos puedan ser un agente de cambio (para bien).

Entre ese tumulto estaba Jesús Vázquez, de Vía Campesina de Puerto Rico, una organización que agrupa a gente de todo el mundo en favor del campesinado.

Ellos (Vázquez y la organización en la que trabaja) están convencidos de que la solución al cambio climático está en la agricultura tradicional y no en las grandes compañías de alimentos. Días antes de la marcha, había cerrado su presentación en un foro sobre los derechos de la tierra con una consigna que ya es común: “globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza”.

Mientras caminaba en la marcha, Vázquez contó las dificultades que ha pasado su país después de los dos huracanes categoría 5 que golpearon la isla este año:

“Nosotros estábamos conscientes del tema del calentamiento global, pero teníamos la suerte de que cuando había grandes huracanes se desviaban antes de llegar a tierra. No habíamos tenido un impacto como este desde 1920. Mucha gente se quedó sin casa, y si alguien tenía duda  de que hay cambio climático pues ya no tiene, y lo mismo pasó en Cuba, República Dominica y las Antillas. Esto nos hizo ver la realidad”.


Cambiar al Sistema

— ¿Por qué venir hasta Alemania a tratar de resolver lo que pasa en Puerto Rico?

— Porque si nos vinculamos como una red global va a ser más fácil- dice convencido Jesús Vázquez—. La gente que está consciente de estos problemas y que ha trabajado estos temas y ha trabajado en nivel de colectividad, no a nivel individual, se ha levantado. En Puerto Rico, muchas organizaciones de justicia social empezaron a buscar toldos para la lluvia mucho más rápido que la agencia nacional que tenía un presupuesto millonario.

— ¿Crees que se puede lograr la meta de mantener la temperatura por debajo de los dos grados?

— Lo veo difícil, veo gente que tiene buenas intenciones, también hay gente que está negociando bajo condiciones que ya conocemos. Pero si el cambio no es sistémico no creo que haya un cambio como el que se necesita. El capitalismo es la raíz del problema, y no es que quiera hablar de política, pero tenemos que hablar de sistemas. Entendemos que hay gente que es más responsable que otros como China y Estados Unidos.

— ¿Es posible cambiar el sistema?

— Creo que es un reto difícil, pero ese poder se está construyendo de manera colectiva en muchos territorios, no podemos parar de soñar. Mientras nos mantengamos conectados a nivel mundial con lo que estamos haciendo yo creo que hay mucha esperanza.

Como Jesús Vázquez piensan miles que vinieron hasta esta ciudad a decirle a los representantes de los gobiernos que no les creen, y que no los dejarán en paz hasta que no cambie el sistema.

La marcha hizo un recorrido de poco más de 4 kilómetros; cuando los manifestantes se fueron, las calles estaba tan limpias como cuando llegaron.

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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).