Esta es la primera de dos partes de una entrevista que tuvimos el 1 de diciembre de 2014 con el responsable de la policía ministerial de Guerrero, el vicealmirante en retiro Alejandro Salomón Velmar,
Texto: Daniela Pastrana
Foto: Ximena Natera
Infografías: Ana Ramos y Lucía Vergara
CHILPANCINGO, GUERRERO.- En los tres meses siguientes al ataque de Iguala, las protestas por la desaparición de los normalistas rurales habían cobrado la factura a las autoridades con la quema de media decena de edificios públicos en Guerrero. El 1 de diciembre, fue el turno de la Fiscalía General del Estado. Los manifestantes reemplazaron los cuadros del gobernador con fotografías de sus compañeros desaparecidos. El coordinador general de la policía ministerial, el vicealmirante Alejandro Salomón Velmar, cuya Tahoe blindada fue incendiada, recibió esa noche a un grupo de estudiantes de periodismo.
En la pantalla de su computadora estaba su carta de renuncia. En la televisión pasaban las noticias de marchas y detenciones en la Ciudad de México. Aclaró que lo que dijera era a título personal, y de ninguna manera representaba la postura de esta institución.
En la entrevista, que no se había publicado hasta ahora, contó su versión sobre lo que pasó en las horas posteriores al ataque, habló de las fallas estructurales de la policía de Guerrero, de la depuración necesaria, de los sistemas de control y de cómo, según él, la ministerial a su cargo ayudó a los normalistas.
«Nosotros rescatamos más o menos a 120 estudiantes que estaban tirados en el lodo, escondidos en los matorrales. Si no les hubiéramos ayudado, en vez de 43 hubieran sido 163″, insistió.
Salomón dice que cuando se trasladó a Iguala por instrucciones del fiscal, Iñaki Blanco. Llegó «pasadita» la medianoche y le informaron que en Periférico Norte había dos muertos.
Empezaban a llegar a la Fiscalía y a la Coordinación de la policía ministerial en Iguala algunos estudiantes a denunciar que personas vestidas de negro los estaban agrediendo.
Los canalizamos con 2 o 3 agentes del ministerio público que yo tenía ahí. Pero veo que la afluencia sigue siendo alta y mando llamar a veintitantos ministerios públicos de todos lados, y los concentramos ahí».
– Ya en la madrugada…
– Cerca de la una de la mañana, no tengo precisión. Nos dicen que los andan correteando y persiguiendo y capturando. Decido montar un operativo porque ya era una flagrancia. Con las patrullas que yo tenía ahí, más las que yo llevaba de aquí (Chilpancingo), decido ir a ver dónde están, quién los anda persiguiendo. (…) Rescatamos más o menos a 120 estudiantes que estaban tirados en el lodo, escondidos en los matorrales. Los llevamos a la fiscalía, para que presentaran sus denuncias. Derivado de las declaraciones que ellos estaban dando, yo me hago la certeza de que eran los policías municipales los que los estaban agrediendo. Y entonces ordenó que a los policías municipales me los concentren en las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública en Iguala. Fueron llegando y los fui desarmando.
– ¿En cuánto tiempo fue eso?
– A las siete de la mañana ya los teníamos a todos ahí. Las patrullas se las íbamos decomisando, asegurando y estacionando en el patio.
Salomón dice que preguntó a los estudiantes si podrían identificar a sus agresores. Le dijeron que sí y entonces, según su versión, improvisó una cámara Gesell con una ventana y una cortina.
Puse de un lado a los estudiantes y yo medio abría la persiana y ponía una mano. Ordené que pasen los 300 policías por enfrente y ellos nos fueron señalando: ‘este y aquél’; ‘yo reconozco de la patrulla está a éstos’; ‘esa vieja gorda fue la que me corretió en la camioneta’, ‘el pelón ese fue el que me despeñó por la barranca'».
Después de las declaraciones de los jóvenes, tocó el turno a los policías. Así, dice Salomón, concluyó que los agentes habían disparado «en el lugar donde los muchachitos muertos». Recuerda que uno de los policías declaró que habían respondido al llamado de auxilio del empleado de una gasolinera porque los jóvenes querían robar gasolina, pero cuando llegó la patrulla, los atacaron y él disparó al piso y otro compañero disparó al aire.
«Sin embargo, si ahí había dos muerto los disparos no fueron al piso ni al aire. Por lo pronto, esos dos están detenidos y se procede a tomarles huellas dactilares. En total fueron 22 policías detenidos ese mismo día 27″.
Salomón Velmar fue el primero en llegar a las cuatro fosas donde encontraron los primeros 28 cuerpos en cuatro fosas de Pueblo Viejo. Dice que «alguien» les dijo dónde encontrar a los agresores, que fueron por ellos (no precisa por quiénes) y ellos los llevaron a esas fosas.
Nos dijeron: ‘los matamos, los incineramos, los enterramos en tal lado’. Los llevamos y nos dijeron: ‘ahí’. Y ahi escarbamos y en cuanto empezó a salir la primera carne, le paramos. Lo único que nosotros hicimos fue marcar el terreno, acordonar y darle paso al Semefo y a los peritos (…) Como era un caso de delincuencia organizada le dimos conocimiento al Procurador General de la República y nos retiramos«.
Según el vicealmirante, la fiscalía estatal mantiene la búsqueda, independientemente de la investigación federal. «Yo de todos modos tengo un grupo especial que anda buscando a los estudiantes y buscando a los delincuentes que los agredieron, especialmente al Secretario de Seguridad Pública, Flores, y otros más que tienen orden de aprehensión los andamos buscando«.
Salomón Velmar llegó a Guerrero por invitación del fiscal, Iñaki Blanco, cuando ya estaba retirado de la Marina. El vicealmirante tenía entre sus cartas de presentación un proyecto de seguridad que aplicó en Nayarit, gobernado por Roberto Sandoval, con un cuerpo de elite.
Poco después se retiró, y la meta de capacitar a 4 mil policías se quedó en 400. Pero ese grupo, asegura, «logró someter y controlar a la delincuencia con las destrezas tácticas de las Fuerzas Armadas».
El vicealmirante se extiende en la explicación de su propuesta, que consiste en que la federación «forme, adiestre, capacite, evalúe y certifique» a los policías municipales, que se mejoren sus condiciones de vida y tengan órganos de control, como los de las Fuerzas Armadas «para evitar su involucramiento allá (en las bandas delictivas)».
A las policías les hace falta un mando que las cohesione, les dé espíritu de cuerpo y que mejore sus condiciones de vida».
El proyecto se lo había entregado a Sandoval durante la campaña por la gubernatura y él a su vez se lo pasó a su amigo Enrique Peña Nieto, siendo éste gobernador del Estado de México. Y según Salomón Velmar, es básicamente el mismo que anunció el presidente al cumplirse un mes del ataque de los normalistas, y que implica una reforma constitucional para crear mandos únicos policiales en los 32 estados.
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