Federico Döring es uno de los panistas con más experiencia que quedan en su partido en la Ciudad de México. Después de una meteórica carrera impulsada por los videoescándalos de 2004, contra el entonces el jefe de gobierno Andrés Manuel López Obrador. Hoy tiene su apuesta en una de las leyes más importante para el futuro. ¿En manos de quién está la planeación de los siguientes 20 años de la capital mexicana?
Texto y foto: Arturo Contreras Camero
La sesión transcurre como de costumbre en el Congreso de la Ciudad de México. Desde la tribuna suena un discurso que casi todos ignoran. A mitad de la sesión, un diputado entra al pleno. Saluda a un par de legisladores, habla con su equipo y, después de un rato, se sienta en su curul. Todo, sin que preste atención a quien habla. Es Federico Döring. Pareciera que en el congreso local, el panista se aburre.
Esta es la cuarta vez que el diputado ocupa una curul en este recinto, donde se estrenó como legislador hace 19 años, a la edad de 29. De entonces a la fecha pasó por ambas cámaras del Congreso de la Unión y se volvió un referente de su partido.
En esta legislatura, como presidente de la Comisión de Planeación del Desarrollo, Döring es el principal promotor de la Ley de Planeación para la Ciudad de México, junto con el perredista Víctor Hugo Lobo. Esa ley es una de las más importantes de este periodo legislativo, que señalará cómo se va a construir y desarrollar la ciudad en los próximos 20 años.
“Es una empresa muy importante, ahí se van a definir muchísimas cosas respecto a aspectos económicos, geográficos y urbanos. Nosotros tenemos muchísima fe de que Federico va a sacarlo adelante”, asegura al respecto Christian Lujano, secretario general adjunto de Acción Nacional.
A este debate, Döring llega sin tantos aliados políticos como hace unos años, pero tampoco es el diputado novato del 2000. “Es un factor determinante, es un hombre experimentado”, reconoce Lujano, quien desde su cargo, supervisa las acciones del PAN en la capital.
Su principal fuerza es su experiencia. “En dos décadas Federico ha desarrollado un largo colmillo político. Es un viejo lobo en una piel joven”, asegura Fernando Bretón, quien siguió a Döring durante los primeros nueve años de su carrera legislativa como su asesor de prensa.
Después de un breve tiempo en el pleno del congreso, Döring se levanta del curul. En esos instantes, antes de que salga a comer, accede a una breve entrevista. En un rincón de la oficina del grupo parlamentario del PAN, el legislador contesta rápido a las preguntas, muy confiado de sus palabras.
El tema del desarrollo urbano ha sido una constante en su carrera desde hace tres años, cuando formó parte del Congreso Constituyente. “Esta ciudad maltrata a los que la sostenemos”, dice.
El legislador, oriundo de la alcaldía Benito Juárez, primero asegura que trabaja para los que menos tienen, pero después precisa.
“Lucho por un país con oportunidad de desarrollo para los que generan el crecimiento económico, para los que generan movilidad. Para los que sostenemos al Estado con nuestros impuestos”.
Federico Döring
Durante sus años como legislador, la lealtad de Döring ha cambiado de vientos según las tendencias del momento. Nunca ha sido leal al cien por ciento a Santiago Creel, quien lo apadrinó cuando llegó al partido. Ni a Vicente Fox, cuya popularidad le ayudó a levantar vuelo. Tampoco a Felipe Calderón, que le negó dos veces la candidatura a la Jefatura de Gobierno, y menos a otras figuras como el desaparecido Ricardo Anaya o el senador Gustavo Madero.
Lo que nunca ha dejado de apoyar son las iniciativas de ley cercanas a los empresarios. Por ejemplo, en 2012, promovió una ley de internet que cuidaba los intereses de las empresas discográficas con medidas muy duras que protegían los derechos de autor.
Dicha iniciativa coincidió con una ola de propuestas de ley a nivel mundial para regular el contenido compartido en internet, como los intentos de regulación en Estados Unidos conocidos como Sopa y Pipa.
Para su propuesta de ley, Döring se acercó mucho al compositor y cantante Armando Manzanero, quien impulsaba la férrea defensa de los derechos de autor en línea.
Años más tarde, cuando formó parte del Congreso Constituyente de la ciudad, que redactó la Constitución de la Ciudad de México, el panista fue uno de los legisladores que se negaron a la aplicación de un predial especial sobre la plusvalía de los inmuebles.
La idea de la propuesta era que la plusvalía de un terreno fuera parte de la riqueza del gobierno de la ciudad y, por lo tanto, el dinero que se recolectarse por ese concepto sería destinado al mejoramiento de la infraestructura urbana en zonas con menos plusvalía.
Impuestos como estos existen en otras ciudades del mundo, de esas que dicen son “más avanzadas”, como Los Ángeles en California. Se usan para que el valor que extraen empresas inmobiliarias de barrios con muchos servicios sirvan para brindar esa infraestructura a otras colonias.
Como en esas iniciativas, la intención de Döring en la Ley de Planeación de la Ciudad sigue una ruta parecida. Él mismo lo acepta: busca velar las oportunidades de desarrollo para los que generan el crecimiento económico del país, es decir: empresas e industrias.
Una de las peleas más duras dentro de la Ley de Planeación de la ciudad es quién controla el Instituto de Planeación de la ciudad, organismo que se creará con la promulgación la Ley de Planeación. Mientras que la propuesta de Morena -que viene directamente de las oficinas de la jefatura de Gobierno- busca que el instituto sea controlado desde el gobierno central, la de Döring pretende que el instituto esté formado por ciudadanos que poco tengan que ver con el gobierno.
El diputado justifica su postura con una respuesta simple: “Los vecinos están hasta el copete de obras irregulares. La legislación se diseñó desde la época de Marcelo Ebrard, a favor de quien construye y en contra del vecino. El Instituto de Planeación es una opción para poner orden si se hace bien la ley, o sería la iglesia en manos de Lutero si termina bajo el control del cártel inmobiliario”.
Este cártel es como se nombra en el imaginario chilango a un cúmulo de empresas (no todas identificables y probablemente sin una relación entre ellas) que durante la administración de Miguel Ángel Mancera recibieron permisos de construcción a modo gracias al contubernio con las autoridades de la ciudad.
-¿Hacer el instituto autónomo no abre la oportunidad de que las inmobiliarias lo coopten?, se le pregunta al diputado.
“No, depende de… No lo puedes hacer autónomo, o la constitución no lo hace autónomo, le da otra naturaleza. Pero a ver, ¿cómo solucionan en otros estados? Con autonomía plena, como en el caso de Guadalajara y de León. ¿Quién controla esos institutos? Los ciudadanos”.
Federico Döring
“Si aquí (el instituto) queda en manos del cártel inmobiliario, va a ser una página negra para la historia del congreso y de la ciudad. Se diseñó exactamente para que los que estén ahí no obedezcan a intereses partidistas, que no sea una visión de seis años, sino que sea una visión transexenal”, dice sin responder del todo la pregunta.
De acuerdo con el panista, no hay ningún mérito con modernizar la ciudad donde el mercado lo hace por sí mismo.
“El deber del Estado es generar esos estímulos, esas condiciones, para que sea una ciudad más pareja, más igual».
Federico Döring empezó su carrera con otro tipo de meta en la cabeza. Estudió administración en el ITAM porque quería llegar a ser corredor de bolsa en Wall Street, pero el destino lo llevó por un camino diferente.
Cuando Döring se acercó al PAN la idea de hacer campañas políticas era una carga dura de llevar. “Empezó como todos, como un buen panista que no quería hacer campaña, porque recuerda las malas épocas del panismo, cuando el panista padre de familia tenía que poner de su dinero, no habían vacaciones, no había nada”, recuerda Bretón, su antiguo asesor de prensa.
Era 1995 y a sus 24 años, Döring comenzó su carrera política como consejero ciudadano en la Benito Juárez. Tiempo después, llegó a ser secretario técnico en la Cámara de Diputados. Para el 2000, con la ola de votaciones que dejó Vicente Fox, Döring se hizo diputado de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal.
Desde el recinto legislativo de Donceles, Döring desarrolló habilidades que pocos tenían. Su formación le permitió entender los entramados de la administración pública, del presupuesto y la cuenta pública. “Es de los pocos legisladores de esa camada que empiezan a ver los defectos de los políticos que nos gobernaban”, dice Bretón.
Ese era el primer paso en una carrera legislativa que ha parado en muchos curules. Ya sin miedo a las campañas, su asesor de prensa le sugirió algo fuera de lo común, para los panistas.
“Era raro imaginar a un panista entrando a colonias populares”, cuenta Bretón, que lo llevó a recorrer mercados y colonias populares en colonias como la Algarín o la Buenos Aires, para ayudar a microempresarios a regularizarse ante el SAT, dice. Ese trabajo en territorio fue clave para que en el 2003, amarrara la candidatura a una diputación federal.
Desde la 59 legislatura de la Cámara de Diputados, Federico Döring, un panista sin linaje de la capital, se empezó a codear con los actores que tres años después, en el 2006, desarrollarían puestos claves en el gobierno calderonista, como Margarita Zavala y Juan Molinar Horcasitas.
Después de su elección como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal en el 2000, Andrés Manuel López Obrador comenzó a ganar un impulso político que apuntaba a una sola dirección: la silla presidencial. Preocupado, el panismo empezó a maquinar una manera de detenerlo.
De acuerdo con una fuente que pide el anonimato, a finales del 2001 algunos de los actores nacionales del PAN, como Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón y Luis Felipe Bravo Mena, empezaron a sostener reuniones en la residencia oficial de Los Pinos con el fin de detener el crecimiento de Obrador.
El golpe maestro vino de “el jefe” Diego, bajo orden directa del propio Carlos Salinas de Gortari. El plan era difundir una serie de videos en los que se mostraba a diferentes actores del gobierno local (uno de ellos, René Bejarano, antiguo secretario particular de López Obrador) recibiendo maletines llenos de dinero de parte del empresario argentino Carlos Ahumada.
Los videos, de acuerdo con los panistas, demostraron que el gobierno de izquierda de López Obrador también se servía del poder con la mano derecha.
En esos días, un videoescándalo similar que mostraba a Jorge Emilio González del Partido Verde recibiendo dinero, ya circulaba y preparaban el ambiente de tensión. Fue entonces que en una comida del PAN, Döring anunció el golpe que se venía.
El entonces diputado federal tomó una servilleta de la mesa, la hizo bolita y dijo:
“Miren, el videoescándalo del niño verde es de este tamaño –y al momento aventó la servilleta– comparado con lo que viene contra López. Prepárense”.
Federico Döring
Desde ese momento, la carrera de Döring se disparó como cohete. “Cuando pasa lo del 2003, Federico se vuelve un ícono del panismo”, asegura Fernando Bretón.
Dice que Döring era como una estrella. “No había un panista que defendiera al gobierno de Fox, que le callara la boca a Andrés Manuel, que le quitara ese emblema de honestidad”.
Incipientes panistas del momento, que hoy ocupan la arena legislativa nacional como una muy reducida primera oposición, empezaron a ver a Federico Döring como un dios, cuenta Bretón.
“Mauricio Tabe, Jorge Romero, Christian Von Roerich, todos esos panistas lo veían como un gran líder. Cuando íbamos a los estados lo paraban en la calle para pedirle autógrafos”.
Para esos momentos la lealtad de Döring acompañaba a Felipe Calderón, a quien ayudó con un paso esencial para construir su candidatura presidencial. Antes de las elecciones de 2006 la candidatura del PAN a la presidencia se debatía entre Felipe de Jesús, Martha Sahagún, Santiago Creel.
Döring convenció al panismo de cambiar los estatutos nacionales. Así, la elección del candidato presidencial no se hizo entre todos los simpatizantes del panismo en el país, sino sólo entre los militantes, lo que favoreció enormemente a Calderón.
A cambio, Döring pidió la candidatura a la jefatura de Gobierno de la ciudad. Calderón le negó la oportunidad bajo la promesa de que contendiera en 2012. Mientras tanto, desde una curul en el Senado de la República, Döring fue construyendo el camino para gobernar la ciudad.
“La idea era que Federico Döring, seis años después, fuera el candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad, cuenta Fernando Bretón. “¿Dónde estuvo lo malo? En Presidencia no entendieron que (para ganar la jefatura de la Ciudad) se necesitaba entrar por Iztapalapa, aprovechar la coyuntura de tener Conagua, de ser gobierno federal para poder bajar el agua”.
El plan se miraba difícil. Pretendía quitarle el control político de la zona a actores como Dione Anguiano o Clara Brugada, esta última actual alcaldesa de la demarcación. La idea no convenció al entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, ni al entonces presidente del PAN, Germán Martínez.
Cuando se acercó el tiempo electoral de 2012, Federico Döring se acercó a Calderón para cobrar sus favores. Sin embargo, la candidatura al gobierno de la capital ya estaba resuelta en favor de Isabel Miranda de Wallace.
“FSe dio cuenta que todo fue en su contra, que lo frenaron”, dice Bretón.
El propio Döring lo acepta: “No es que no la haya logrado (la candidatura). Una cosa es que tengas la expectativa y otra que no hayas logrado la nominación. En los últimos dos casos, cuando Felipe Calderón fue presidente, no hubo condiciones para la democracia. Fue evidente que la candidatura que se generó de la señora Wallace salió de Los Pinos. Esa candidatura la decidió Felipe Calderón, se la impuso al partido”.
Christian Lujano, secretario adjunto del blanquiazul, dibuja a Döring como un panista de respeto, pero muy disminuido. “Te puedo decir honestamente que tiene un peso mucho menor que hace algunos ayeres. Pero sigue siendo un panista respetable que tiene una voz cantante en muchos temas”.
Después de las elecciones del 2012, cuenta Fernando Bretón, Döring se dio cuenta que ante la cerrazón de su partido, lo mejor era replegarse y dejar de ser un activista. Desde ahí, se dio cuenta que el panismo se acercaba al fracaso.
“Está remando contra la ignorancia, contra un panismo que se corrompió. Federico entendió que no se debe de pelear”, opina Bretón sobre la posición de Döring.
En estos momentos de su carrera, Döring intenta mostrar una cara como la del 2000, cuando empezó a preparar su camino a la jefatura de gobierno. Desde el congreso capitalino constantemente habla con vecinos y atiende sus quejas.
Desde ahí, no cree que la falta de muchos aliados políticos le reste fuerza. “Al contrario –dice–, puede que me reste gente que me acompañe políticamente, pero si la gente que me acompañaba era gente que era susceptible a billetazos, me parece que estoy mejor así”.
Supuestamente los esfuerzos de vivienda del gobierno de la ciudad se han enfocado en garantizar que la zona céntrica de la ciudad, una de las que tienen mayor demanda inmobiliaria, sea menos regida por el mercado, pues eso ha generado precios desmedidos de vivienda.
Para Döring la consigna es clara, como hace 6 años, pone el foco en el este de la ciudad, en alcaldías como Iztapalapa, que concentra una cuarta parte de los votos de la urbe.
“Esa batalla nadie la da, y el PAN, en vez de pelear por esas condiciones a veces pareciera que lo único que importa es conservar Benito Juárez. Esa no es mi postura, aunque pareciera que sí”.
Como si preparar el terreno para lanzarse de nuevo por la candidatura de la ciudad, Döring tienen sus manos puestas en una de las leyes que definirán el futuro de la ciudad. Su diseño y comprensión quedan en su cancha, lo que le abre un amplio margen de maniobra.
-¿Usted no tiene romance con el cártel inmobiliario?, se le pregunta antes de terminar la entrevista.
-No, al contrario, estoy en el número uno de su lista de personas non-gratas.
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