Este domingo se llevó a cabo en Los Pinos la tercera subasta de objetos incautados, principalmente, al crimen organizado (una subasta más fue de vehículos oficiales). Esta vez las ganancias obtenidas por joyas, alhajas, clips, plumas, hebillas y relojes serán destinadas a mejorar caminos rurales de Michoacán. Pero en el país de la inseguridad ¿quién compraría un reloj de 3 millones de pesos?
Texto y fotos: Ximena Natera
La puja más emocionante de la tarde es por un reloj para hombre de la marca Corum, con caja de oro blanco de 18 quilates, 111 diamantes, un brillante y pulso de piel. El precio de salida del cronógrafo es de 87 mil 200 pesos. En cuanto es anunciado por el subastador, un joven levanta su paleta para señalarse como interesado, él y sus dos acompañantes se han llevado varios lotes de joyas, principalmente oro.
Filas adelante, otro postor levanta la paleta e inicia una intensa competencia por el reloj Corum, que al final del día los asistentes recuerdan por tener la imagen de dos caballos con incrustaciones de diamantes. La pieza pasa rápidamente los 100 mil pesos y luego, de a poco llega a 150 mil. Los paseantes curiosos rodean las carpas de la subasta, aplauden y gritan emocionados cuando el precio aumenta.
Esta es la cuarta subasta pública organizada por el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes del SAT y la tercera que se realiza en Los Pinos de objetos incautados (la primera fue en Santa Lucía yse subastaron vehículos oficiales). La venta del día son más de dos mil artículos divididos en 153 lotes. La mayoría de fueron confiscados por la antigua Procuraduría General de la República a la delincuencia organizada. Abundan los diamantes, los “san juditas”, las referencias a la marihuana y una que otra bala extravagante.
“No lo vale, ya están pujando solo para ver quien tiene más dinero”, comenta sobre el reloj de caballos un comerciante de oro de Guadalajara que ha comprado una docena de lotes.
El trío de jóvenes acepta la derrota cuando la pieza llega a 202 mil 500 pesos. El comprador echa un gritito de victoria y los moderadores lo felicitan. Los jóvenes se dan palmadas de consolación. Pero no todo es en vano, dos horas más tarde el grupo se lleva un reloj suizo Patek Philippe Geneve por un millón de pesos, la venta más alta.
Aunque en total, las dos mil piezas de joyería y relojes, estaban valuadas en 21 millones de pesos, se recaudó poco más de 10. Solo se vendió el 70 por ciento de los lotes. Además los postores se mantuvieron alejados de las joyas más extravagantes, como un reloj Piaget con 226 diamantes con precio de salida cercano a los tres millones de pesos, que no fue vendido aun cuando se subastó dos veces.
El monto preciso de lo recaudado será anunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador este lunes y los fondos serán destinados a remodelar carreteras rurales en Michoacán. En las pasadas ediciones, una de autos de lujo y otra de propiedades, el dinero fue entregado a comunidades marginadas de Oaxaca y Guerrero, respectivamente.
Ricardo Rodríguez Vargas, encargado de la subasta, explica que las piezas fueron obtenidas en decomisos hechos por la entonces Procuraduría General de la República, y cuenta que una pieza fue devuelta al SAT por un funcionario público que la había recibido como regalo.
Rodríguez también explicó que esta será, probablemente, la última subasta temática y que las siguientes combinarán propiedades y bienes inmuebles. Y dijo que aunque hubo una menor participación de compradores, solo 70, las subastas siguen siendo una buena opción para la recaudación y que esperan que con el tiempo se desarrolle una cultura de subasta entre la ciudadanía.
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A unos pasos de la subasta, las joyas estuvieron en exhibición en el edificio Venustiano Carranza, donde los visitantes al complejo cultural Los Pinos pudieron ver las joyas de cerca.
— ¿Si pudiera comprar cualquier cosa, qué se llevaría?
— El reloj este, de los tres millones (el de los 200 diamantes) — contesta Mariana, una mujer de mediana edad que recorre la exhibición con sus tres hijos adolescentes.
“Podría andar con él en la muñeca y si alguien me pregunta les puedo decir que lo saqué de Tepito, y sí me creen”, asegura.
Antonio y Jesús Gaspar, padre e hijo originarios de Oaxaca, también ven las joyas con asombro.
“Cuando era joven si compraba mis joyitas, me gustaban las cadenas y los anillos”, dice Antonio quien está de visita en la casa de su hijo radicado desde hace años en la Ciudad de México.
“Lo veía como una inversión y un gusto pero me fueron robando todo, ahorita no saldría con nada a la calle, la inseguridad está muy dura, yo si me pregunto quien puede andar en la calle con estas cosas”, dice.
Su hijo interviene: “Pues solo ellos (los narcotraficantes) son los únicos que pueden usarlas, quien crees que se las va a ir a quitar?”, dice Jesús.
La larguísima fila de visitantes que esperan entrar a la sala de las joyas obliga a los organizadores a apresurar la visita, las personas se aglomeran en las dos vitrinas que guardan las joyas más caras.
— ¿Usted sabe si ya vendieron este reloj de los caballos, o porqué todos le toman fotos? — pregunta un policía que cada par de minutos tiene que ayudar a apresurar a las personas a seguir su recorrido.
— Se lo pelearon como 20 minutos, lo compraron en 200 mil pesos.
— , pues para todo hay gustos porque está refeo.
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Periodista visual especializada en temas de violaciones a derechos humanos, migración y procesos de memoria histórica en la región. Es parte del equipo de Pie de Página desde 2015 y fue editora del periódico gratuito En el Camino hasta 2016. Becaria de la International Women’s Media Foundation, Fundación Gabo y la Universidad Iberoamericana en su programa Prensa y Democracia.
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