A Rufina Galindo la han desalojado tres veces de su hogar, el mismo que habitaba desde 1957. ¿Los motivos? El interés empresarial en el centro de la Ciudad de México y el imparable proceso de gentrificación en la capital del país. Esta es su historia
Texto y Fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- La señora Rufina me recibe en un modesto departamento de la colonia Morelos. En este espacio alquilado por sus nietas, fue recibida luego de ser desalojada por tercera ocasión.
En 40 metros cuadrados actualmente viven 13 personas. Dos adultos mayores, tres niñas, una bebé, dos niños, tres jóvenes, 2 adultas, un gato y un perro.
Las jóvenes nietas no sólo recibieron a su abuelita, sino también a la parte de su familia que también fue obligada a salir de su casa.
Pienso en la historia de Rufi y creo que puede ser la mía, o la de cualquiera. Puede ser la de miles de familias que pagan una renta, y que al vivir en la zona centro siguen siendo expulsadas, desalojadas, porque así conviene a los intereses de poderosos empresarios.
La vida de Rufina ha estado marcada por el trabajo. Aprendió el oficio de la costura y esa labor la ha sostenido a ella y a su familia. Pero no ha sido suficiente: como a mucho, su autoempleo no le ha alcanzado para hacerse de una casa propia.
Mientras subimos las interminables escaleras ella me dice: «no me acostumbro a estas escaleras». Ella es una mujer de 69 años y la entiendo, porque a mis 36 también me parecen infinitas.
Las escaleras son el menor de los problemas de una persona que ha pasado toda su vida en un mismo lugar, en una misma zona, conociendo a los vecinos y sabiendo en qué puesto le dan más barato el pollo o dónde consigue las mejores tortillas.
La historia de esta mujer se remonta a 67 años atrás.
Rufina, con parte de su familia, llegó a la edad de 3 años al número 68 de la calle Emiliano Zapata, en el centro histórico de la Ciudad de México.
Su familia fue recibida en el predio propiedad de una pareja española, a quien pagaron durante varios años una renta mensual. En el año 2000 el edificio fue expropiado por el gobierno de la Ciudad. La entonces dueña no estuvo de acuerdo, pero falleció antes de tener una resolución.
Años más tarde, el asunto se resolvió a favor de la señora. Fue entonces que apareció Francisco Ricardo Piñeirua, el hombre que afirma ser el heredero y albacea, además de tener documentos que avalan su dicho.
Desde entonces Rufina y quienes fueron sus vecinos enfrentaron varios intentos de desalojo.
Sin que los desalojados hayan sido vencidos en un juicio, la gente queda de un momento a otro en la calle. Esto, a través de procedimientos viciados, en su mayoría promovidos por intereses particulares, pero ejecutados por las autoridades.
Las consecuencias para le gente, sin embargo, es la misma: el desamparo.
Desalojos sin aviso previo, echando mano de la fuerza y el atropello, así como de despliegues policiales con helicópteros demuestran el tamaño de la fuerza pública destinada “a un conflicto entre privados”.
El primer desalojo ocurrió el 13 julio del año 2016. Ese día, diez vecinos fueron expulsados y quedaron catorce. Los desalojos fueron escalonados, a Rufina le tocó dos meses después, el día 5 septiembre de 2016. Ella regresó el 10 de septiembre gracias a un amparo que no había sido resuelto, lo que hacía improcedente su salida.
El 31 de mayo de 2022 llegó una orden de desalojo a nombre de Rufina Felisa Galindo Pérez. Rufina ya tenía conocimiento por su abogada así que “se dejó desalojar”, dice la mujer que fue sacada por segunda ocasión del departamento 21 de Emiliano Zapata.
La abogada señaló un error en el apellido de la orden de desalojo, (Pérez en lugar de López, apellido correcto de Rufina) por lo que le aconsejó volver a ingresar al departamento, pero Rufi, cansada del hostigamiento, eligió no romper la cadena y el candado con que le cerraron el acceso al que había sido su hogar.
Rufi se fue a refugiar con su hija que vivía en el mismo edificio, en un departamento del piso de abajo.
“Si nos hubieran presentado los documentos originales en donde se prueba que él es el dueño, nosotras dejaríamos de dar lata, pero no lo hizo, la diferencia entre él y nosotras es que él tiene mucho dinero y puede pagar, nosotras no”.
Poco después de un año, el 29 junio de 2023, Rufina y su familia fueron desalojadas por tercera vez. Treinta cargadores acompañados de diez policías sacaron a la calle las pertenencias de quienes fueron los últimos habitantes de Zapata 68. Ya no resistieron más.
Durante tres días, Rufi y su familia permanecieron en la calle. Con sus cosas en la puerta marcada con el número 68. Intentaron que alguien les hiciera caso, pero el miedo las hizo desistir de su deseo de justicia.
“Nos tenían peor que perros a los que espantaban para corrernos. Tantos años viviendo en un lugar y no ha valido de nada”.
Las familias que han sido expulsadas de diversos predios se han encontrado y unido. Edificios localizados en las colonias Centro, Roma, Roma Norte, Obrera, Hipódromo, Cuauhtémoc, Tránsito, Juárez, y San Miguel Chapultepec han visto partir desde el año 2014 a cientos de familias quedarse sin casa.
Como la señora Galindo, otras personas que buscan respuestas se unieron en la Red de desalojados para pedir ayuda a las autoridades.
Hasta el momento se han podido registrar 20 ubicaciones, 5 con amenaza de desalojo y 15 con estatus de desalojo parcial o desalojo total.
Rufi fue aconsejada en ir a la calle de Mina 16 con Jaime Rello, líder y luchador social. “Él nos apoya, nos enseña”, dice.
Rufina confía en él, y se acercó a pedirle ayuda. Jaime le ha explicado sobre el cartel inmobiliario y el funcionamiento de los intereses que los grandes empresarios tienen en los edificios como en el que habitó Rufi.
Muy animada, Rufi cuenta que también está aprendiendo de política y de programas como el de planeación territorial
“Yo no sabía pero estando con ellos he aprendido mucho. Le estoy entrando a eso porque ya ve que la derecha, ataca con todo”, dice la mujer mientras explica por qué es importante saber del tema para estar alerta con el cartel inmobiliario.
De los que fueron sus vecinos, poco se sabe. El cometido se cumplió y fueron expulsados de la colonia centro. La mayoría se fue a las periferias: Chalco, Neza, Los Reyes, Chimalhuacán y hasta el estado de Oaxaca son las opciones que las personas desalojadas tuvieron.
Desde el año 2018 Rufina pertenece a esa red y ha participado en diversas mesas de trabajo que dice, no han dejado nada. “No hay solución y todo es dinero”, dice la mujer con la cabeza gacha.
Después del 27 de mayo, Rufi no sólo tiene que adaptarse a compartir 40 metros cuadrados con más de una decena de personas, también pesa sobre ella la incertidumbre de pensar si algún día se hará justicia y volverá a tener un espacio al que pueda llamar: casa.
Algo bueno tiene que venir, dice Rufi con la poca esperanza que le queda mientras baja las molestas escaleras.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona