Una gran orquesta canora: aves de Colombia son protagonistas de una canción experimental

1 junio, 2023

Barbudito paramuno (Oxypogon guerinii), una de las especies que aparecen en “Un Canto Vuela”. Foto: Felipe Villegas-Vélez / Instituto Humboldt

“Un Canto Vuela” es una canción que experimenta con los sonidos de 20 especies de aves endémicas de Colombia. La pieza musical se logró gracias al trabajo de un experto en bioacústica, un músico y las grabaciones que resguardan el Instituto Humboldt y el K. Lisa Yang Center for Conservation Bioacoustics

Texto: Astrid Arellano / Mongabay

Fotos: IPS

Los sonidos que acompañaron a dos amigos en un viaje en lancha por el río Magdalena Medio, en Colombia, fueron el origen. La asombrosa cantidad de cantos y trinos de aves que escucharon en la travesía por agua y a pie, en el bosque, inspiró a un músico y a un experto en bioacústica a combinar sus habilidades y crear una obra musical con la participación de aquella gran orquesta animal. El resultado fue “Un Canto Vuela”, una canción creada a partir de las grabaciones que fueron parte de su experiencia sonora.

Benjamin Gottesman es especialista en bioacústica de origen estadounidense. Alejandro Bernal es músico y compositor colombiano. Juntos crearon la pieza experimental utilizando técnicas electroacústicas y los sonidos de más de 20 aves endémicas y amenazadas del país sudamericano. Algunas de las grabaciones fueron registradas por Gottesman durante sus visitas de campo en Colombia, pero otros registros sonoros son parte de un enorme acervo de audios recogidos por científicos colombianos durante tres décadas, reunidos en el archivo de la Colección de Sonidos Ambientales “Mauricio Álvarez-Rebolledo”, del Instituto Humboldt, así como en la Biblioteca Macaulay del Laboratorio de Ornitología, en la Universidad de Cornell, en Nueva York, Estados Unidos.

Paisaje del municipio de Simití, en el río Magdalena Medio, durante el viaje que inspiró “Un Canto Vuela”, en 2022. Foto: Benjamin Gottesman

Para explicar cada parte de su obra, los especialistas silban y cantan todo el tiempo. Por ejemplo, si quieren describir cómo es que las frecuencias graves del paujil de pico azul (Crax alberti) funcionaron como el bajo de la obra, imitan su sonido. Lo mismo hacen con el canto de la pava del Cauca (Penelope perspicax)​, que aparece con un tono meditativo prolongado al inicio de la pieza o con el de la perdiz colorada (Odontophorus hyperythrus)​​ que, para los creadores, se escucha tal como si se tratara de un músico experimental del bosque.

Paujil de pico azul (Crax alberti). Foto: Paola Sánchez / Instituto Humboldt

“Estos sonidos son como una huella digital, son la identidad acústica del país”, considera Gottesman, del Laboratorio de Ornitología del K. Lisa Yang Center for Conservation Bioacoustics, en la Universidad de Cornell. Como investigador de los sonidos de la naturaleza y experto en monitoreo acústico pasivo de la biodiversidad, el científico quedó maravillado con las aves de Colombia desde la primera vez que visitó el país, en 2017.

“Mi cerebro fue abierto hacia la diversidad acústica del país. Fue increíble saber que hay cerca de 2 mil especies de pájaros y más de 80 que sólo pueden encontrarse aquí, porque son endémicas”, dice el experto. Todo esto, lo hizo volver una y otra vez a Colombia para recorrer el páramo, la selva y el mar con sus audífonos, un micrófono y una grabadora.

Benjamin Gottesman en el Parque Nacional Natural Tayrona, Colombia, justo después de grabar a un paujil de pico azul (Crax alberti). Foto: Angel

¿A qué suena Colombia?

Colombia ha sido llamado el país de las aves. Su diversidad de especies lo pone en el primer lugar del mundo, sólo por encima de otros países latinoamericanos como Perú y Brasil. De acuerdo con la Asociación Colombiana de Ornitología, el país cuenta con mil 954 especies de aves, lo que representa al 20 % de las que hay en el mundo. Entre las que habitan en este país, 82 son endémicas.

Las aves son tan cercanas a la cultura colombiana que la canción de Gottesman y Bernal no es la primera donde aparecen. “Esto no lo inventamos nosotros, porque también han estado presentes en la música popular de toda Latinoamérica”, explica Alejandro Bernal, quien además es director musical de Común y Corriente, organización colombiana con un sello discográfico. En su faceta de compositor, el músico se fascina por temas como la experimentación y el paisaje sonoro, donde mucho ha aprendido de la convivencia con su hermano, dedicado a la biología y por quien se interesó en abordar la naturaleza como herramienta para su trabajo.

Guacharaca colombiana (Ortalis columbiana). Foto: Felipe Villegas / Instituto Humboldt

“En Colombia, por ejemplo, hay una cumbia muy famosa que se llama “La pava congona”, de Andrés Landero, que es una especie de pava parecida a la que nosotros usamos. En esa cumbia utilizan el bajo eléctrico para imitar el sonido del ave y el acordeón también canta como otro pájaro”, dice Bernal.

Hacer estas relaciones entre lo cultural, el sonido de la naturaleza y el canto de las aves —dice el músico—, es una idea para acercar a los oyentes a algo conocido, a algo que ya estaba en su inconsciente, pero que también podría llevarles a reflexionar sobre cuántas aves hay, cuántas conocen y, sobre todo, a que se hagan preguntas sobre la forma en que estamos conservando a las especies y todo lo que hay alrededor de ellas.

Cucarachero de pantano.(Cistothorus apolinari). Foto: Felipe Villegas-Vélez / Instituto Humboldt

La historia detrás del archivo

Mauricio Álvarez-Rebolledo, ornitólogo a quien el Instituto Humboldt le dedicó su acervo sonoro, fue el primero en darse cuenta del poder que tienen los sonidos de la naturaleza para resolver preguntas biológicas. Este gran archivo histórico cuenta con más de 24 mil audios recopilados desde 1997. Aunque empezaron con aves —hoy acumula mil 064 especies—, el catálogo resguarda los sonidos de 20 especies de mamíferos, 131 anfibios, 17 insectos y varios ambientes sonoros de ecosistemas colombianos.

“La colección es una joya que tiene Colombia. Es un archivo en el que guardamos grabaciones de un montón de animales y que empezó con un biólogo genial, Mauricio Álvarez, quien empezó a grabar en distintos sitios del país”, dice Hoover Pantoja, ingeniero electró́nico especializado en el procesamiento de señales y curador de la Colección de Sonidos Ambientales del Instituto Humboldt.

El ornitólogo colombiano Mauricio Álvarez-Rebolledo en el Parque Nacional Natural El Tuparro. Foto: Mauricio Salcedo / Instituto Humboldt

El ornitólogo Álvarez-Rebolledo utilizaba una grabadora gigante —del tamaño de una computadora—, a la que había que quitarle la cinta, rebobinar en segundos con un lápiz y volver a colocarla para grabar. “De eso dependía registrar o no al ave que estuviese en ese momento y, bueno, nosotros hoy en día no tenemos que hacer eso. Mauricio grabó como 15 mil audios con aquella tecnología; imagínate todo el trabajo que implicó”, cuenta Eliana Barona, bióloga especializada en bioacústica e investigadora de la Colección de Sonidos Ambientales del Instituto Humboldt.

El legado de Mauricio Álvarez continúa en el Instituto Humboldt, donde hay un equipo que tiene la responsabilidad de custodiar la colección sonora. “Somos varios biólogos e ingenieros que estamos llevando la colección a la gente para que se pueda utilizar en distintos temas, como la producción artística”, explica Hoover Pantoja.

Aunque hoy en día los sonidos de la naturaleza se graban con dispositivos modernos —más pequeños, más baratos, más sensibles, con mayor calidad, durabilidad y capacidad de almacenamiento—, el hecho de que toda esta información histórica exista como un archivo digital, también permite que sea utilizada como base para un sinfín de investigaciones actuales. Por ejemplo, a través de la inteligencia artificial, se pueden detectar especies de manera automatizada o entrenar algoritmos para “poder desarrollar estrategias de conservación que antes eran difíciles de siquiera imaginar”, afirma Pantoja.

Mauricio Álvarez-Rebolledo, ornitólogo colombiano. Foto: Instituto Humboldt

Para los expertos del Instituto Humboldt, la pieza de “Un Canto Vuela” llega también como un reconocimiento al trabajo realizado por Álvarez-Rebolledo, así como a otro gran grupo de expertos que han colaborado con la colección sonora. Incluso, esta pieza se estrenó en octubre de 2022, durante el Primer Congreso Colombiano de Bioacústica y Ecoacústica, donde muchos de ellos estuvieron presentes, incluido el propio Mauricio Álvarez-Rebolledo. Ese día, el músico Alejandro Bernal la interpretó en vivo, con instrumentos, procesadores de audio y las grabaciones de las aves.

“Fue un momento muy poderoso. Para mí, fue muy impactante cuando entró Mauricio, porque ahí se reflejaba todo el esfuerzo de una vida en el campo, todo un esfuerzo de intentar registrar estas aves y de todo lo que hace la colección para mantener este archivo de sonido. Tenía enchufadas a cientos de personas. El mensaje es que la colección está ahí, para todas las personas que quieran hacer este tipo de producciones”, dice Hoover Pantoja.

El músico Alejandro Bernal en el estreno de “Un Canto Vuela”, durante el Primer Congreso Colombiano de Bioacústica y Ecoacústica, en La Pascasia, Medellín. Foto: Archivo personal Alejandro Bernal
Alejandro Bernal y Benjamin Gottesman después de la presentación en vivo de “Un Canto Vuela”, durante el Primer Congreso Colombiano de Bioacústica y Ecoacústica, en Villa de Leyva, Colombia. Foto: Ana Naranjo

La orquesta de Colombia

Ben Gottesman y Alejandro Bernal son amigos desde hace unos siete años. Juntos han recorrido varios parques nacionales y ecosistemas colombianos escuchando a la naturaleza. Durante su nueva forma de hacer equipo, al crear “Un Canto Vuela”, el compositor preguntaba por sonidos, luego, el científico buscaba y hacía la curaduría de las grabaciones. Las aves iban dictando su propio ritmo.

“Cuando piensas en la pérdida de biodiversidad, una de las metáforas que viene a mi mente, es que estás perdiendo instrumentos en la orquesta. Esta pieza resalta qué tan rica es la orquesta en Colombia”, agrega Gottesman.

Ben Gottesman en Leticia, Amazonas, con el guía Waké Mesamare. Foto: Andrei Toca

La mayoría de las aves que aparecen en la canción son vulnerables o críticamente amenazadas, agrega el experto. Un caso es la pava del Cauca (Penelope perspicax)​ que, por muchos años, se creyó extinta. Hoy se encuentra bajo la categoría de Vulnerable.

“Ahora sabemos que hay más individuos de esta ave en la región del Cauca y ojalá que esta canción también sea una esperanza para ella, de que estas voces continuarán porque son parte de la herencia de este lugar. Esta es una celebración de la vida presente en Colombia”, concluye Gottesman.

En la cima del Páramo del Sol, en Urrao, Colombia. Foto: Elisabeth Krueger

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