El día que Rubén Blades hizo bailar a la ciudad: recibir el año al son de Ojos de Perro Azul

4 enero, 2024

El cantante panameño, Rubén Blades, interpretó sus distintos éxitos durante el concierto de fin de año en la capital. Foto: Daniel Augusto / Cuartoscuro

Más de 3 horas de salsa y poesía llenaron Reforma de la mano de Rubén Blades, el artista que consolidó al género como un movimiento

Texto: Eugenio Fernández Vázquez

Foto: Daniel Augusto / Cuartoscuro

CIUDA DE MÉXICO. – Si los calzones amarillos traen dinero y los rojos amor, el 2024 será para las 120 mil personas que celebraron con Rubén Blades en el Paseo de la Reforma un año de bailes, de historias, de espejos, de decisiones. El cantante y compositor —panameño de origen y convicción, neoyorquino por formación musical, latinoamericano por excelencia— presidió desde la Glorieta del Ahuehuete la despedida del 2023 y la llegada del nuevo año con tres horas de música y poesía, en un concierto gratuito inolvidable para quienes lo escucharon.

El concierto se anunció para las 10:30 de la noche, pero desde las 9 empezó a llenarse el espacio que va de la Victoria de la Independencia —ésa que la miopía de los chilangos llevó a confundir con un Ángel— a la Glorieta del Ahuehuete, donde estaba la palma. Por los enormes altavoces sonaba el repertorio de un DJ que no se enteró de que tocaba un salsero y quiso llenar la espera con el pop estándar de las discotecas nacionales. Sobre las banquetas, mientras tanto, la economía informal ofrecía tranquilidad a los supersticiosos: doce uvas en vaso o la bolsa entera, ropa interior de colores, sombreros para la ocasión, diademas y tiaras con el “2024” decorado de dólares, besos, viajes.

Puntualísimos como en todos sus conciertos, Blades y la Orquesta de Roberto Delgado arrancaron la velada con Plástico, la canción que también abre Siembra, el álbum más vendido en la historia de la salsa. Burlándose de esas chicas que van por ahí oliendo “a Channel No. 3” y de esos muchachos que no hablan con gente “de color extraño”, empezó un recorrido por la trayectoria de uno de los grandes protagonistas de la música latinoamericana del último medio siglo.

La enorme versatilidad de los músicos que lidera Roberto Delgado permitió a Blades ofrecer versiones de sus piezas que sonaron más cerca del swing que del son, y recuperar canciones como Paula C., que no había cantado hasta la aparición de Salswing, aunque la compuso hace casi medio siglo. No en balde la agrupación que le cubría la espalda en el concierto en Reforma ha tocado con él lo mismo en Medoro Madera, el disco en el que explora las raíces cubanas de la salsa, que en el álbum que da título a la gira, en el que se hunden en la música de las big bands estadounidenses e interpretan, por ejemplo, el clásico de los años 1930 Pennies from heaven.

Blades es casi tan buen orador como músico, y con sus palabras recorrió la historia reciente de América Latina, que impregna toda su obra, y puso al tanto de lo que sonaba desde el escenario a muchos en el público que llegaron más atraídos por la promesa de los fuegos artificiales que por la perspectiva de ver al autor de Pedro Navaja. En esas intervenciones habladas, largas y emotivas, el panameño aprovechó para recordar a su amigo Héctor Lavoe —a quien dedicó una vez más El cantante, que escribió para él hace casi cincuenta años—, para saludar al presidente López Obrador —apenas mencionó al jefe de gobierno Martí Batres— y para hablar de la importancia de Gabriel García Márquez en el continente y en su propio trabajo.

Al filo de la media noche abrió el escenario para que Batres subiera a dar la cuenta regresiva acompañado por su esposa e hija, como ha hecho en casi todos los eventos a los que acude, lo mismo la inauguración de la sala de un museo que el desvelamiento de una estatua. Los fuegos artificiales —que contribuirían a la contingencia ambiental declarada al día siguiente— le dieron a los músicos apenas media hora de descanso, pasada la cuál empezó de nuevo un concierto que tomó a partir de ahí un sabor distinto. Comidas las uvas y respirados los humos de la pirotecnia, una parte importante del público dejó la avenida y abrió espacio para los salseros.

Lo mismo turistas atraídos por la multitud que veteranos bailadores aprovecharon los huecos abiertos por quienes partieron para bailar Maestra vida, Decisiones, Las cuentas del alma… Con todo y sus 75 años cumplidos —“ya voy para 76”, dijo, adelantando vísperas—, Blades regaló a su público todavía una hora de su enorme talento, ése con el que, según el escritor cubano Leonardo Padura, propuso y consolidó esa revolución musical que se llama salsa y que es más un movimiento que un género musical.

A sus pies, los devotos de la Ciudad de México marcaron hasta pasada la 1:30 de la mañana el tres-dos de la clave salsera y se adentraron con él en un año de campañas en el que tendrán que ver y vivir con Ojos de perro azul, ése que Blades tomó prestado de García Márquez para el álbum Agua de luna y que pasa el tiempo, como cantaron más de cien mil gargantas en Reforma,“buscando dementemente la realidad, / esperando de repente ver la verdad”.

Mientras músicos y bailadores marcaban los últimos compases de una velada que transcurrió con saldo blanco a pesar de que no hubo retenes y de que la presencia policiaca fue muy discreta, aquí y allá muchachos de ropa raída recogían las latas que los asistentes dejaron por el piso y la Ciudad de México se preparaba para un 2024 que arrancó con júbilo y con la fuerza de un músico que había hecho historia con treinta años y que llega a los tres cuartos de siglo con renovada fuerza y un compromiso intacto con la vida, con la música, con la América toda.

Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.