Un último deseo

17 noviembre, 2024

Quiero pensar que no hay conclusiones o finales definitivos. Que un adiós puede ser más positivo de lo que estamos acostumbradas a reconocer. Que un espacio de opinión, como una planta que se riega, como todo lo que está vivo, tiene ciclos. Que los duelos nos transforman y pueden llegar a ser oportunidades. Que la pausa es el mejor fertilizante para la reflexión

Por Celia Guerrero / @celiawarrior

Quise que este espacio, sostenido desde mayo de 2019, fuera un canal y lo fue. Las palabras brotaron, tuvieron su propio y caprichoso cauce y alimentaron un océano del que solo puedo distinguir el horizonte. En algún momento pude encontrarme con algunas lectoras de La Igualada y, sin ánimo de falsa modestia, aún no me creo su cariño. Su existencia fue un aliciente real, potente, en el que esta escribienta se apoyó durante innumerables momentos de duda y crisis de síndrome de impostora. A esas musas increíbles, mil gracias. 

Quise dirigirme a ellas, nombrarlas a ellas, considerarme con ellas. Quizá porque son extraordinarias las ocasiones en las que percibo que quienes ocupan los espacios en los medios de comunicación se expresan desde el ‘nosotras’, decidí escribir 132 textos, incluido este, en los que somos el centro de la reflexión.

Quise reflexionar desde la osadía y la insolencia de ser una periodista joven, feminista. Por eso nombré al espacio La Igualada. Dije que sería ‘una columna (más) feminista’ y a veces lo fue, otras cobró formas aún más extrañas. Ahora que releo entregas pasadas, me alegra haber experimentado, haber sido ingenua, haber errado mucho, pero no haber faltado a ser auténtica y a abordar los temas que considero importantes, no los impuestos por agendas comerciales o partidistas.

Quise desafiarme a compartir lo que pienso y en lo que creo como un mensaje para otras mujeres y niñas: compártanse todas, como les acomode, pero desobedezcan al mandato ‘calladitas se ven más bonitas’. Mas no me pesa exponer la siguiente contradicción, porque mentiría si dijera que todo fue un descoserse: una aprende que, en ocasiones, callar no es ceder y puede ser un mecanismo de autoprotección.

Quise afrontar el reto de opinar como mujer periodista feminista y ha sido de los más difíciles ejercicios dentro de mi labor profesional. Fue una actividad de tensiones ideológicas constantes porque quise valorar tanto las dudas como las certezas. Lo hice desde mi clase sexual, nutrida por el conocimiento de otras, siempre, desde la lectura, la escucha, abierta a la discrepancia de pensamiento y a la autocrítica. 

Quise mostrarme en el subtexto, pero también explícitamente. Me atreví a hacerlo un par de veces, aunque escribir desde el ‘yo’ y revelar aspectos y hasta contradicciones personales me incomodara de sobremanera. Tomarme en serio aquella sentencia de ‘Lo personal es político’ fue una práctica de deconstrucción vivida tecla a tecla.

Quise dejar claro que en ningún caso se trató solo de mi circunstancia o de mi opinión. Doy crédito a todas las vivencias, datos, comentarios, investigaciones, reflexiones, obras de otras mujeres que tomé para nutrir lo que escribí y escribo. No hay ideas apropiadas, cada palabra es una construcción de conocimientos hilvanados que reconozco y valoro.

Quise cumplir el compromiso de sostener el espacio aún cuando en varios momentos lo creí insostenible, durante rupturas políticas y personales con quienes dirigen el medio de comunicación en donde nació y creció, en tiempos de incertidumbre y precarización laboral en los que abandonarlo pudo haber sido una opción para buscar nuevas y mejores posibilidades. Me basé en la creencia de que se trataba de terreno ganado, no por mí, sino para todas.

Quiero pensar que no hay conclusiones o finales definitivos. Que un adiós puede ser más positivo de lo que estamos acostumbradas a reconocer. Que un espacio de opinión, como una planta que se riega, como todo lo que está vivo, tiene ciclos. Que los duelos nos transforman y pueden llegar a ser oportunidades. Que la pausa es el mejor fertilizante para la reflexión.

Así, añado este último desvelo a los 131 anteriores que sucedieron cada 15 días durante poco más de cinco años. Esta será la última entrada de La Igualada en Pie de Página, a quienes deseo éxito en lo que venga. Me llevo la semilla, las experiencias, todos los aprendizajes. Me voy, con toda la igualatitud, tarareando Todo tiene su final y deseando el momento de volvernos a encontrar para reflexionar desde nosotras.