Trotsky, el coleccionista de cactáceas

21 febrero, 2020

León Trotsky se refugió en México y aquí crió conejos, cuidó gallinas, coleccionó cactáceas, tuvo un amor secreto y se dedicó a escribir. Pero fue asesinado en una conspiración internacional. Las cenizas del ideólogo soviético se encuentran en el último lugar donde vivió

@ignaciodealba

León Trostsky se convirtió en un perseguido político después de quedar relegado del poder en la Unión Soviética en 1927. La sucesión estaba dada y el régimen no permitió voces discordantes, mucho menos una disputa ideológica. Trotsky reclamaba: “Lenin es el sepulturero de la revolución”. 

El ideólogo soviético inició un peregrinar por Europa, pero el peregrinar del ucraniano lo hizo vivir en Turquía, Francia y Noruega, donde recibió su último puntapié. No había nación para el político… hasta que México ofreció refugio. 

El pintor Diego Rivera y el trotskista Octavio Fernández fueron los principales promotores de que Trotsky se quedara en nuestro país.

Los ánimos en la capital mexicana estaban caldeados: si por un lado había entusiastas,por el otro había promotores de la deportación y hubo quien se dijo dispuesto a matarlo. Estalinistas como Vicente Lombardo Toledado, líder de la CTM, se opusieron a su llegada y organizaron marchas para pedir que se negara el refugio.

La cosa no estaba sencilla, pero el gobierno de “Tata” Cárdenas se sobrepuso al conflicto y a las amenazas de la Unión Soviética. El cardenismo estaba conformado por una generación revolucionaria y en algunos casos bien colocada a la izquierda. Caso, del Secretario de Comunicaciones y Transportes Francisco J. Múgica, una de las mentes más lucidas de esa generación.

Múgica fue la última palanca para lograr el asilo de Trotsky. Los cuatro hijos del político soviético y algunos de sus familiares fueron asesinados o murieron de forma extrañas con la persecución de Stalin. Llegar a México era fundar la única esperanza de sobrevivencia.

León Trotsky, su esposa Natalia Sedova y su nieto Esteban Volkov llegaron a Tampico, Tamaulipas, el 7 de enero de 1939 en el vapor “Ruth”. 

El primer lugar donde vivieron los refugiados fue la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera, ubicada en la calle Londres #247, en el centro de Coyoacán, donde actualmente está el museo “Casa Azul”. Pero a causa de una confabulación amorosa y a las desavenencias con Rivera, Trotsky fue echado de su única guarida en México. 

El hombre mantuvo una relación amorosa con Frida Kahlo, pero poco se conoce sobre el amorío. Como buenos amantes, destruyeron casi todas las pruebas, algunas cartas sobreviven (escribe Trotsky):

“Te amé desde siempre y a escondidas. Me encontraba dueño de un juego de principios en el que me arrellanaba como un castor, y esquivaba el fantasma de tu bigote, tu porte de soldadera y esa sed de besos capaz de (parte ilegible en el original). He pagado con creces ese acto de soberbia, el hacerte mía. Yo viví una de esas desafortunadas juventudes, y a tu lado he volado como el pájaro que vuela por el solo placer de volar, Frida…”.

A veces también se ponía erótico:

“Mi alma oscila siempre entre el despecho y la adoración. No te extrañe, corazón; a pesar del internacionalismo, sigo siendo ruso. Aún sueño contigo en posiciones obscenas, indignas para una dama como tú eres; aún sueño con el perfume de tus ásperos calzones de manta que te mandaste hacer a Tenancingo”.

El estado de persecución de Trotsky lo llevó a comprar una casa frente al río Churubusco, en la calle de Viena #19. Ahí se construyó un búnker, que era vigilado por guardias todo el día. Ahí, el intelectual se dedicó a la crianza de gallinas y conejos, labores que le recodaban su infancia rural. Se fascinó por las cactáceas y se dedicó a coleccionarlas y a cultivarlas en su jardin. 

Desde su casa, mantuvo la crítica al régimen de Stalin. Su trabajo se publicó en el The New York Times y en el Daily News, ahí dilapidó contra la gran burocracia soviética y acusó al gobierno de Stalin de tiránico. En la correspondencia de Trotsky el hombre se sabía acabado, a pesar de eso el intelectual mantuvo una crítica férrea. 

La primera advertencia de muerte fue en mayo de 1940, cuando el muralista David Alfaro Siqueiros, Antonio Pujol, Luis Arenal, Néstor Sánchez, David Serrano Andonegui y otros Estalinistas ametrallaron la casa de Trotsky. El político salió ileso. Pero en agosto de ese año lo alcanzó la conspiración. 

Ramón Mercader logró entrar al primer círculo de confianza de Trotsky. El agente encubierto de la KNVD –uno de los servicios de inteligencia soviéticos- enamoró Sylvia Ageloff, secretaria personal del político y también cultivó su relación con Trotsky, a tal punto que con el tiempo pidió consejos sobre unos textos que estaba escribiendo escribiendo.

El 20 de agosto de 1940, Mercader aprovechó la una de las visitas para sacar un piolet y encajárselo en la cabeza a Trotsky. 

Una de las primeras personas en entrar a la escena fue el reportero de nota roja Eduardo El güero Téllez. El periodista se hizo pasar por agente del ministerio público para entrar a la casa.

Muy desvergonzado, el periodista escribió su relato en el libro ¡Reportero de Policía! que una de las personas que cuidaban la casa lo condujo hasta el estudio: “Me entregó el piolet, cuya punta tenía huellas de sangre y masa encefálica del viejo revolucionario, y con actitud circunspecta, como corresponde a un representante de la justica, le pedí a Olivares [ su fotógrafo ] que tomara una fotografía del arma homicida; luego, examine los objetos que estaban sobre el escritorio, lo primero que vi fue el original de un libro titulado Stalin, el cual se encontraba listo para ser enviado a la imprenta; que era la biografía escrita por Trotsky sobre su mortal enemigo. Al verlo, quise robármelo, pero tuve miedo de hacerlo por tratarse de un documento muy importante”. 

Téllez dejó el piolet en el estudio y escapó del lugar antes de que llegara la policía y lo metiera a la cárcel por usurpar funciones. Pero el reportero, que no tenía un gramo de decoro, siguió la historia de cerca. Fingió un ataque cardiaco para poder ingresar al hospital de la Cruz Verde donde Trotsky era atendido. Una vez adentro, consiguió ropa de doctor y entró hasta el quirófano donde el político soviético era intervenido. Trotsky murió al siguiente día. 

En la casa de Trotsky, ahora conservada como museo, el pintor Juan O’Gormman hizo un monumento para guardar las cenizas del líder soviético, también las cenizas de Natalia están guardadas en el lugar.

Hay un excepcional retrato de Trotsky hecho por Frida, el hombre sonriente ante la adversidad aparece en su casa de Churubusco, rodeado de nopaleras con tunas rojas y verdes, entre las cactáceas se asoman un par de changos.

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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).