Primero les construyeron un hospital que casi se cae con las inundaciones por huracanes. Luego, otro en el que gastaron 70 millones de pesos y nunca se inauguró. Ahora que lo tienen, faltan los médicos. En uno de los municipios más abandonados del país, el acceso a la salud sigue siendo una promesa
Texto: José Ignacio De Alba
Fotografías: Isabel Briseño
TLACOAPA, GUERRERO.- Durante ocho años los pobladores de este municipio de la región de La Montaña esperaron a que el gobierno federal les entregara un hospital. El gobierno actual por fin lo cumplió… ahora, el problema es que no hay doctores ni especialistas que atiendan a la población.
El hospital que abrió sus puertas hace dos semanas en el municipio más abandonado de una de las regiones más marginadas del país es uno de los mejor equipados de la zona. Tiene consultorio dental, de medicina preventiva, ginecología y pediatría, también hay un área de curaciones, seis camas para hospitalizaciones, sala de expulsión y labor de partos, sala de rayos X, ultrasonido, laboratorio clínico, urgencias, sala de cirugía, recuperación post operatoria, sala de usos múltiples, residencia médica y oficinas administrativas. Lo que no tiene es cirujano, anestesiólogo, ginecólogo, dentista, radiólogo, psicólogo, ni pediatra. Mucho menos una persona que traduzca las indicaciones a las lenguas me’phaa o náhuatl, que son las que se hablan en las comunidades del municipio.
Esta construcción, que tiene hasta elevador —quizá el único elevador de toda La Montaña de Guerrero— yace como un gran elefante blanco, símbolo de despilfarro, corrupción y desprecio hacia los más pobres del país.
Esta es la historia.
En septiembre de 2013 las tormentas tropicales Ingrid y Manuel golpearon a esta región de Guerrero. Quizá en otra parte del país las afectaciones hubieran sido menores, pero aquí donde no hay caminos y la gente habita en las laderas de los cerros en chozas las afectaciones derivaron en una verdadera crisis humanitaria. Hubo deslaves que destruyeron comunidades, las crecidas de los ríos aislaron varios pueblos y las tierras de cultivo quedaron arruinadas.
Las afectaciones provocaron que el gobierno de Enrique Peña Nieto se movilizara en “operaciones de rescate para salvaguardar a la población”. Con los días, además, se anunció una megainversión de 67 mil millones de pesos para la Región de la Montaña. El programa federal sería un alivio para una zona históricamente olvidada por el gobierno. Desde la Secretaría de Desarrollo Social (hoy de Bienestar), encabezada por Rosario Robles, se encargó de operar el llamado Plan Nuevo Guerrero.
Incluso, Rosario Robles viajó “por instrucciones del presidente Enrique Peña Nieto” a Tlacoapa, en abril de 2014, para anunciar que la inversión en este municipio sería tan grande que quedaría “mejor de como estaba antes de Ingrid y Manuel”.
En el auditorio de la cabecera municipal, la funcionaria hizo varios compromisos junto con el secretario General de Gobierno de Guerrero, Jesús Martínez Garnelo; de la coordinadora de la Comisión Para el Desarrollo Para los Pueblos Indígenas, Nuvia Mayorga; del presidente municipal Efrén Merino Sierra; del subsecretario de Desarrollo Comunitario y Participación Social federal, Javier Guerrero García; y del delegado estatal de Sedesol, José Manuel Armenta Tello.
Robles anunció, entre otras cosas, que se otorgarían créditos para impulsar proyectos productivos, que se ampliarán las becas a los jóvenes hasta la educación superior, que la Comisión Para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas se encargaría de construir 20 kilómetros de carretera, con lo cual Tlacoapa dejaría de ser el único municipio de la Montaña que carece de una vía de comunicación pavimentada. También se anunció que las dos escuelas del lugar serían reubicadas y que la Secretaría de Desarrollo de Desarrollo Agrario construiría cientos de casas y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes edificaría puentes.
Finalmente, la secretaria anunció: “de la misma manera, ya nos ha informado el gobierno del Estado, y ahorita vamos a supervisar el terreno del centro de Salud, sabemos que es una necesidad perentoria. Sabemos que ahorita están ubicados de manera temporal, en un área perteneciente al comisariado municipal. Pero tenemos que construir el nuevo centro de salud porque así está dictaminado por el Cenapred [Centro Nacional de Prevención de Desastres]”.
En aquel discurso, Rosario Robles regañó al presidente municipal: “El día de hoy tiene que quedar, presidente municipal, establecido el compromiso y el procedimiento para que de manera inmediata inicie la construcción de este hospital. De parte del gobierno federal hay el recurso para que este hospital se construya de manera inmediata”.
La funcionaria viajó por lo menos en dos ocasiones más a Tlacoapa, donde supervisó personalmente las obras en el municipio.
Pero el Hospital nunca fue inaugurado. Cuando en febrero de este año un equipo de Pie de Página llegó a esta comunidad a ver el desarrollo de las vacunas, las enfermeras y un médico seguían trabajando en la Casa de Bienes Comunales que después de la tragedia se había improvisado como hospital.
Ocho años después, Rosario Robles está en la cárcel por un caso relacionado con corrupción, ajeno a sus actividades en Guerrero. Y los demás funcionarios que ofrecieron reconstruir los daños ni siquiera se aparecen por la zona.
Hoy Tlacoapa sigue siendo uno de los municipios con mayor porcentaje de pobreza extrema en México. Es el único de los 19 municipios de la región de la Montaña que no tiene carreteras para llegar a la cabecera municipal.
En temporada de lluvias necesitamos de un vehículo 4×4 para ir a la cabecera municipal para cruzar los 20 kilómetros de caminos de terracería porque la carretera jamás llegó.
Antes de llegar al pueblo pasamos por decenas de casas construidas por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (la Sedatu, creada en durante la administración de Enrique Peña Nieto, y que fue encabezada por Carlos Ramírez, Jesús Murillo Karam y la propia Rosario Robles), como parte del plan de reconstrucción de La Montaña.
Pero las casas, que parecen pequeñas unidades de Infonavit en medio de La Montaña, están abandonadas. La mala calidad de construcción y diseño (sin espacios para los animales, y con baños interiores en una zona sin drenaje) provocaron que los pobladores las dejaran y rehicieran sus chozas de adobe en las laderas.
La Montaña ha sido una región duramente afectada por la pandemia de covid-19. El poco acceso a la salud dificulta el tratamiento de personas contagiadas. De hecho, la enfermedad no ha sido la mayor preocupación de una zona donde la seguridad alimentaria es un tema grave.
A pesar de que Tlacoapa está a poco más de 400 kilómetros de la Ciudad de México, se necesitan más de nueve horas para llegar en vehículo. En la cabecera municipal no hay red de telefonía celular, hay limitada conexión a internet y una inestable red eléctrica.
Pero increíblemente, este municipio fue uno de los primeros lugares en el mundo en recibir la deseada vacuna anticovid, debido a que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador priorizó la vacunación en las zonas más lejanas del país.
Cuando llegamos aquí, los lugareños nos advirtieron sobre la urgencia de abrir el hospital prometido por el gobierno de Peña Nieto. El hospital nuevo estaba construido y equipado, pero por alguna razón desconocida nunca se abrió.
El 17 de marzo, llevamos el tema del hospital abandonado a la conferencia presidencial. “Van a ir de parte nuestra del Insabi a La Montaña, para ver lo de este hospital”, ofreció el presidente.
Un par de semanas después, el 6 de abril, el director del Instituto de Salud para el Bienestar, Juan Antonio Ferrer, llegó a Tlacoapa junto con el secretario de Salud en Guerrero, Carlos De la Peña Pintos, para revisar el hospital y programar su apertura.
El 27 de mayo, volvimos a preguntar en la conferencia presidencial. En esa ocasión, el propio Ferrer respondió que el hospital estaría listo en dos semanas:
“Vimos que el hospital está en buenas condiciones. Lleva 8 años en construcción y lo que tenía mal planteado, según los expertos, es que tenía solamente tres camas. No deben pasar 10 días, o dos semanas máximo, para que ya esté funcionando ese hospital (..) y otros más que nos dio instrucciones el presidente, que también están en La Montaña de Guerrero, que vamos a anunciar cuándo se abren ya para que esté al servicio del pueblo”.
El 13 de julio, el Insabi anunció en un comunicado que el hospital de Tlacoapa comenzó a funcionar esa semana.
Pero en realidad, las camas no eran el problema principal
Tras el anuncio de apertura, el equipo de Pie de Página viajó por segunda ocasión a Tlacoapa.
Lo que encontramos fue una paradoja: los pobladores tienen ahora un hospital que no tienen otros municipios de la región, con equipo moderno que no pueden utilizar porque no hay médicos especialistas ni insumos suficientes.
Frente al hospital hay una ambulancia Mercedes Benz, que no se utiliza porque el nosocomio no tiene gasolina para trasladar pacientes. En todo caso, explica el director del hospital, José Ángel Antonio Núñez, el vehículo se usa para sacar a los pacientes a otras regiones, donde sí se les puede atender. Claro, eso si la familia puede costear la gasolina del traslado, dice el director.
Las ciudades más cercanas para llevar a los pacientes son Tlapa, que está a tres horas, y Chilapa, que está a 6. Pero en el caso de las fracturas, tienen que llevarlos hasta Chilpancingo, que está a unas 8 o 9 horas de camino. Y los familiares tienen que costear sus gastos en la capital del estado.
“Antes, a los fracturados me los llevaba a Malinaltepec, pero ya no me los quisieron recibir porque tampoco tienen suficiente personal”, dice la enfermera Espinoza.
El hospital recién abierto es grande y oscuro. La modernidad del edificio constata con las calles de tierra y las chozas avecinadas con el lugar.
Pareciera que para la construcción no escatimaron en nada, pero también que quienes lo diseñaron no tenían idea de la arquitectura hospitalaria: el lugar tiene cámaras de videovigilancia, que no están conectadas; alarmas contra incendio, que no funcionan; elevador, que nadie necesita porque llega hasta el segundo piso y las salas de atención están en la planta baja; y planta de luz, que no sirve porque no hay dinero para comprar diésel. Casi todos los días se va la electricidad en la tarde, relata el director. Y en varias de las lámparas necesitan reparación.
El visible que opera muy por debajo de su capacidad. A pesar de que hay quirófano con herramientas y equipos médicos como sala de rayos X, ultrasonidos, equipo para esterilizar, sala de parto, anestesiología, cauterizador, camas, casi nada se puede utilizar.
“No hay médicos especialistas”, explica el director, quien explica que “siempre tenemos que trabajar horas extras, entramos a las 7 y de salida no se sabe”.
Núñez está acostumbrado a resolver y a improvisar. Después de todo, hace algunas semanas la gente en el municipio se atendía en la Casa de Bienes Comunales, mientras esta construcción servía de bodega de un equipo millonario que se compró con el Fondo de Reconstrucción.
En un recorrido por el nuevo hospital el director nos relata “ahorita no hemos tenido a ningún hospitalizado porque bueno, la gente sabe que no contamos con todo y no se quedan. Si acaso nada más vienen a consulta”. Aún la gente que va a consulta necesita comprar sus medicamentos.
—¿Qué medicamentos hacen falta?
—Si le hiciera una lista estaría enorme, nos hacen falta jeringas, agujas amarillas negras, verdes, también nos hacen falta muchos medicamentos, no hay dexametasona. No hay medicamentos en la caja roja, la caja roja es para las urgencias. Si viene un paciente delicado necesitamos medicamentos de la caja roja, no tenemos esos medicamentos. Tratamos de estabilizarlos con lo que tenemos y ya los referimos a segundo nivel, que es Tlapa.
Entre las paredes blancas del nuevo hospital una pequeña y desgastada estufa se sigue usando para esterilizar el material médico. A pesar de que hay un aparato para esterilizar. ¿Por qué? “no sabemos dónde está la llave de donde está el otro aparato, ni tenemos personal capacitado para utilizarlo”.
Con las lluvias de las últimas semanas el hospital ha sufrido pequeñas inundaciones y encharcamientos en áreas como Urgencias, incluso hay goteras en el techo del lugar.
—¿No se ha echado a perder equipo médico con las inundaciones?
— No sabría decirle, porque no lo hemos probado.
—¿Dónde está el problema, por qué no les llegan recursos?
—Yo podría decir que es en la jurisdicción, pero no es en la jurisdicción. La mayoría es de nivel estado, pero a nivel estado nos dicen que todo es a nivel federal. Así que ni para donde irle, nos mandan con uno, nos mandan con otro…
— ¿Cuánto cuesta un hospital como este?
—No sabría decirle, pero lo que aparece en los documentos de construcción aparece que son 70 millones de pesos. Eso en la construcción y en el equipo.
Lo que dice el doctor se puede verificar en la página de la Secretaría de Salud: 50 millones fueron aportados por el Fondo Nacional de Desastres Naturales, otros 20 millones fueron aportados por el Fondo de Previsión Presupuestal.
Del 8 al 11 de junio, el Insabi abrió una convocatoria para contratar a 46 personas en el hospital de Tlacoapa, entre personal administrativo, mantenimiento, de limpieza, seguridad, personal de recursos humanos, traductor, especialistas en ginecología, cirugía, anestesiología, odontólogo, chofer, almacenista, psicólogo, trabajador social, despachador de farmacia, técnico radiólogo, personal de lavandería, enfermera y médicos generales.
“El Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) emite la siguiente convocatoria dirigida al personal de salud interesado en participar en el proceso de selección, para dotar de personal en la Unidad Médica de comunidad marginada o de difícil acceso que se describe a continuación”, dice la convocatoria No. MDB-001/GRO/H.C. TLACOAPA/2021
El proceso de revisión de los perfiles de los solicitantes sería del 12 al 14 de junio y el 15 se darían los resultados. El contrato sería a partir del 16 de junio por un tiempo de 6 meses. Pero nadie se apuntó.
“Los médicos no quieren ir para acá porque no hay condiciones para trabajar”, resumió la enfermera Maru Estela Espinoza Aguilar, regidora de salud del municipio.
Es un problema de fondo, explican en el hospital: De los 34 empleados, sólo dos tienen base. Los demás tienen contratos que deben renovarse cada 6 meses. Los seis médicos hacen malabares para cubrir los turnos de la mañana, tarde, fines de semana y noches por un sueldo de 7 mil pesos mensuales.
El hospital recién abierto no es el primero que se construye en Tlacoapa.
El viejo hospital, que tuvo que ser desocupado por el riesgo en el que quedó cuando Ingrid y Manuel se llevaron la mitad del cementerio de Tlacoapa, en realidad, no era tan viejo. Fue inaugurado en 2001 por el entonces gobernador del estado, René Juarez Cisneros, y operaba bajo el paraguas del Seguro Popular del gobierno de Vicente Fox.
A simple vista, la construcción no parece tener daños graves. El lugar es utilizado como almacén y por las ventanas se observan tanques de oxígeno y equipo hospitalario que no se volvió a utilizar cuando se compró el equipo para el nuevo hospital.
Junto a la puerta cerrada con candado se conserva una placa develada el día de la inauguración. La placa indica que fue construido gracias al ramo 33 del ayuntamiento y el rótulo tiene el nombre: Hospital Comunitario Básico «Toni Starr de Camil». Se llamó así en honor a la modelo neoyorquina que se casó con varios hombres de negocios con intereses en Guerrero. Su último matrimonio fue con el empresario Jaime Camil Garza, un hombre de negocios ligado a la consultoría política y al entretenimiento.
Es decir, en uno de los lugares que tiene los mayores índices de marginación del país se han construido dos hospitales en 20 años: uno en un lugar en riesgo y otro que sirvió de bodega de una inversión millonaria. Para los pobladores, el acceso a la salud sigue siendo una promesa
Frente al viejo hospital cerrado nos topamos con Juana Orijuelo, indígena meꞌphaa de una comunidad cercana que cuenta que “le salió una hija que quiere estudiar”, pero que ella no le puede pagar los estudios porque no puede trabajar y no tiene dinero.
La mujer, de dientes carcomidos y cara arrugada que tiene 40 años y que no ha ido al nuevo hospital, a pesar de que desde hace un año se siente mal. “Dicen que no tengo nada, que nomás tengo gastritis, pero ya no puedo trabajar”.
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