Jojutla, Morelos, uno de los municipios más afectados por el sismo de 2017, enfrenta el abandono de tres años por los distintos gobiernos, y la devastación sanitaria por la pandemia de covid-19. Una doble tragedia. Aquí las historias
Texto y fotos: Estrella Pedroza
JOJUTLA, MORELOS.- Leónides Figueroa Villa murió tres veces: primero cuando lo perdió todo en el sismo del 19 de septiembre de 2017. Luego, cuando las autoridades virtualmente le abandonaron a su suerte y la tercera, la definitiva, cuando sufrió un infarto.
Se fue de este mundo sin cumplir el anhelo de asegurar un lugar seguro para su familia.
El 24 de junio habló con su hija Rocío. Fue una despedida. “No van hacer la casa. Ya no creas nada, ni te van ayudar. Ya no estés esperanzada” le dijo.
Dos semanas después, el 8 de julio, su corazón se detuvo. Murió casi al instante.
La historia de Leónides es un retrato de la cruda realidad que enfrentan cientos de familias en Jojutla, Morelos, una de las zonas más afectadas del país por el sismo de magnitud 7.1 que causó la muerte a 370 personas.
En Jojutla, a 130 kilómetros en el sur de Ciudad de México, más del 80 por ciento de las casas, edificios e iglesias colapsaron o resultaron dañadas. Muchos de forma grave.
Ese mediodía Leónides, de 83 años de edad, vio cómo su patrimonio se diluía. El esfuerzo de toda una vida quedó en escombros.
De ocupación campesino, con intenso trabajo como productor de arroz y otros cultivos en tierras rentadas, había comprado una casa donde vivía con uno de sus nietos, en la zona más céntrica de la colonia “Emiliano Zapata”.
El mismo barrio que fue bautizado como “La Zona Cero” por la gran cantidad de viviendas destruidas. De hecho la manzana donde estaba la casa del anciano prácticamente se hizo polvo.
Leónides salvó la vida porque cuando la tierra empezó a sacudirse estaba en un terreno donde su hija Rocío y dos de sus nietos construyeron tres casas pequeñas.
Sobraba espacio para tener algunos cultivos en los que el patriarca se entretenía.
Por fortuna la familia Figueroa no perdió a nadie, pero se quedaron sin nada.
“De puro milagro alcanzamos a salir. Pero todo se cayó”, dijo el anciano durante una charla a mediados de noviembre de 2018.
A pesar de la tragedia, con dignidad y optimismo, el patriarca y su familia afrontaron su nueva realidad.
Su hija y los nietos buscaron que fueran incluidos en el censo de damnificados que hizo el gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto.
Pero cometieron algunos errores. Lo supieron después. Uno de ellos fue que Rocío anotó la casa de su padre en la lista de afectados, pero lo hizo con su nombre.
Lo mismo hizo con la vivienda que construyó en el terreno de su padre. Había, entonces, dos propiedades a su nombre en el censo de afectados.
Un problema grave. El Fondo para la Atención de Emergencias (FONDEN), señalado desde el inicio de padecer serias fallas, entregó sólo un subsidio por daño parcial a los Figueroa, a pesar de que demostraron haber perdido todo.
La nueva agonía no detuvo al anciano quien, apoyado por sus nietos y amigos, empezó la reconstrucción de su casa. Apenas pudo edificar una habitación con baño y cocina, porque el dinero se esfumó en poco tiempo.
En algún momento se encendió una luz de esperanza. El fideicomiso Unidos por Morelos, creado por el exgobernador Graco Ramírez, ofreció ayuda a la familia para terminar sus casas.
Una promesa incumplida. En el proceso electoral de 2018 las autoridades locales lanzaron un ultimátum: o aceptaban el dinero para reconstruir sólo una vivienda, o nadie recibiría nada.
No había de otra. Los Figueroa recibieron el dinero con la esperanza de avanzar en la vivienda del abuelo.
El 1 de julio de 2018 Leónidas votó por los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena): Andrés Manuel López Obrador para presidente, y Cuauhtémoc Blanco como gobernador.
Pensó que el proyecto de la Cuarta Transformación le apoyaría para recuperar su casa. No fue así. La ayuda no llegó y en noviembre de ese año el anciano cedió su vivienda, todavía en obra negra, a su hija mayor.
Leónides se quedó a vivir en una carpa que luego se convirtió en galera de madera, cartón y láminas de metal. Allí murió, decepcionado de dos gobiernos.
“Mi papá decía que nos dejaron solos porque no les importamos” recuerda su hija.
Rocío está convencida de que su padre, aunque padecía varias enfermedades, murió de tristeza e impotencia por no recuperar el patrimonio de su familia.
Y también de rabia por haber sido utilizado por los políticos, como sucedió con muchos en Jojutla.
Desde 2018 “la única vez que regresan es para tomarse la fotografía en las conmemoraciones de un año más del sismo”, comentan los damnificados que aún no tienen casa.
Por el abandono se han visto obligados a rentar casas en otras localidades, hacinarse con sus familiares o sobrevivir en carpas o viviendas improvisadas.
Griselda Contreras Hernández, presidenta de la Comisión Ciudadana de Damnificados del Estado de Morelos, calcula que la reconstrucción tiene un avance de entre 35 o 40 por ciento.
La Comisión Ciudadana de Damnificados del Estado de Morelos y el Ayuntamiento de Jojutla, en cambio, reportan un avance del 75 por ciento.
En ambos casos hay una coincidencia: que lo hecho se consiguió fundamentalmente con el respaldo de fundaciones privadas porque las autoridades no responden.
“Nos abandonaron. El Programa Nacional de Reconstrucción que anunció López Obrador en diciembre del 2018, aún no funciona porque retomó el censo mal hecho por la administración de Peña Nieto”, asegura la activista.
Lo mismo piensa el alcalde de Jojutla, Juan Ángel Flores Bustamante. Lo que se ha avanzado es gracias a diversas fundaciones y algunas acciones del gobierno federal. Del gobierno del ex futbolista Blanco no hay prácticamente nada.
Sin embargo, el problema principal es que se incumplió con la promesa de corregir errores del FONDEN, como catalogar daño parcial en viveindas destruidas. También hubo problemas para incluir en las listas a personas que vivían en terrenos familiares pero no pudieron acreditar la propiedad individual.
Tampoco logró apoyar a quienes fueron defraudados en los programas de reconstrucción. “No lo corrigieron y peor aún, la burocracia continuó, al grado de seguir extraviando expedientes y dejar pasar meses para dar una respuesta”, subraya Griselda Contreras.
Un abandono que es aún más explícito por parte del gobierno de Cuauhtémoc Blanco que “se ha esfumado”, añade.
Lo más triste, dice Ana Jiménez expresidenta de la Comisión Ciudadana de Damnificados del Estado de Morelos, “es que poco a poco las personas damnificadas comienzan a morir y con ellos se muere, en algunos casos, la posibilidad de tener el apoyo de vivienda”.
“En muchos casos si fallece el propietario o propietaria no hay forma de transferir el apoyo” gubernamental, reconoce.
Ocurre sobre todo cuando muere el esposo. “Regularmente en esta zona ellos (los hombres) son los propietarios y muchas de las compañeras se han quedado sin nada”.
Aunque hay una gran diferencia en los cálculos entre los reportados por la Comisión Ciudadana de Damnificados del Estado de Morelos y del Ayuntamiento de Jojutla que reporta un avance del 75 por ciento.
Por si no fuera suficiente la pandemia de covid-19 empeoró la de por sí difícil vida de los damnificados de Jojutla.
Muchas familias han enfrentado la emergencia sanitaria en condiciones precarias, con desempleo y nuevos duelos por la pérdida de seres queridos.
Ese fue el caso de la familia Contreras. Aunque en el sismo sobrevivieron todos sus integrantes y perdieron parte de su patrimonio, tenían el alivio de seguir con vida y saludables.
Pero la pandemia los alcanzó. El pasado 19 de mayo murió Felipe Contreras Ocampo, tras dos semanas de luchar contra covid-19.
“Su salud estaba muy deteriorada”, reconoce Griselda, una de sus hijas. Durante el sismo una barda le cayó encima y desde entonces se agudizó la diabetes e hipertensión que padecía.
A eso se sumaron las incomodidades de vivir más de un año y medio en una carpa dentro de “La Zona Cero”. Luego se mudó a una casa sin ventanas, puertas y con piso de tierra.
Felipe no perdía el optimismo, recuerda su familia, y cada vez que agregaba algo a su vivienda se ponía feliz y animaba a sus hijos para seguir su ejemplo.
No fue suficiente. “Vimos cómo después del sismo se fue avejentando y sus fuerzas y defensas también” recuerda su hija.
“Creemos que si no hubiera padecido tanto con el sismo hubiera dado la batalla a la covid y no se habría ido tan pronto”.
Pero la tragedia no abandona a la familia Contreras. Una semana después de la muerte del anciano falleció uno de sus hijos, también llamado Felipe.
Dejó dos hijos pequeños y a su esposa. Tampoco pudo concluir la reparación de su vivienda, afectada por el sismo de 2017. Como su padre murió por covid-19.
“Fueron atendidos en el hospital de Jojutla pero ya no había respiradores, buscamos en otros hospitales pero todos estaban saturados o tenían espacio sin respirador y no pudimos hacer más”, recuerda su hermana Griselda.
Ahora la familia Contreras Hernández enfrenta dos tragedias: la lenta reconstrucción de su patrimonio. Y el dolor de enfrentar la pandemia, los estragos emocionales por el duelo, con la certeza del abandono oficial.
Reportera freelance e integrante de la organización Reporter@s Morelos por la profesionalización y dignificación del periodismo.
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