Si nos conformamos con programas y prácticas improvisadas y desordenadas porque son mejores que lo que hacían los panistas no vamos a llegar muy lejos, y el cambio climático, la crisis de biodiversidad, la pérdidas de modos de vida campesinos seguirán avanzando como hasta ahora
Por Eugenio Fernández Vázquez / @eugeniofv
Leonardo Toledo —a quien acompañó el fotógrafo Duilio Rodríguez— ha publicado en estas mismas páginas un texto en varias partes (aquí una parte y aquí otra) en el que recoge lo hallado al revisar sobre el terreno los resultados y modos de operación del programa Sembrando Vida. El texto es fundamental como registro de muchos de los retos, prácticas, herencias y aportaciones de un programa enorme, opaco, diverso, conflictivo, dañino y con muchos beneficios, todo a la vez. Una de las conclusiones que se desprenden de este testimonio es que Sembrando Vida es mucho mejor que lo que había, pero se queda muy lejos de lo que hace falta, además de que reproduce prácticas que son inaceptables, tanto más en un gobierno que dice poner primero a los pobres y los derechos de las mayorías.
De entrada hay prácticas en Sembrando Vida —y en general en los gobiernos de la 4T— que se han aceptado como naturales, pero que son muy condenables. La idea de que los programas y proyectos públicos pueden violar los derechos laborales impunemente debería de ser definitivamente desterrada, sea entre los maestros —a los que se les sigue pidiendo una especie de apostolado—, entre los trabajadores de los PILARES chilangos o entre los técnicos de Sembrando Vida. Esta idea de que los técnicos seleccionados deben pasar por “un proceso de entrenamiento e inducción de tres meses sin pago” y después un “primer mes de servicio a la nación” también sin recibir un sueldo es una violación flagrante de la legalidad que un gobierno progresista no debería de aceptar.
Otro de los problemas que confirma la información recogida por Toledo es que, en realidad, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no tuvo nunca una política coherente hacia el campo, sino incentivos y ocurrencias contradictorias que, al final, se saboteaban las unas a las otras sobre el terreno. Por ejemplo, en principio Sembrando Vida serviría para frenar la ganaderización del campo y favorecer la restauración productiva en el sur y el sureste del país, principalmente. Los estados de esa regiones, sin embargo, son los prioritarios en el Programa Crédito Ganadero a la Palabra, que va dirigido a una población en gran medida coincidente con la que componen los beneficiarios potenciales de Sembrando Vida.
Otro aspecto es el desorden y la falta de planeación en las especies que se siembran y en dónde se las impulsa. Hay una normatividad que atender y hay pasos distintos según los objetivos que se planteen. Una plantación forestal —suponemos que para eso se les entregaron semillas y plántulas de cedro y caoba, por ejemplo— debe registrarse como tal ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Si eso no se hace no se la puede cortar sino hasta pasadas varias décadas y con un permiso de aprovechamiento más difícil y oneroso de conseguir.
Si lo que se quería es restaurar la selva o el bosque, entonces se debe hacer un plan por el que se plantean oleadas sucesivas de especies y se prescriben prácticas silvícolas muy específicas. La selva se recupera sola si se la protege y cuida, pero a su tiempo; si se ese proceso se quiere acelerar hay que hacer las cosas bien y con orden, y lo recogido por Toledo y otros testimonios indica que no es el caso.
Está, además, la pregunta de los mercados a los que se destinan ya los productos obtenidos. No todos los productos tardarán décadas en poder venderse: se ha impulsado, por ejemplo, el axiote. Los mercados para el condimento, sin embargo, están ya saturados. Sin un esfuerzo de coordinación con la Secretaría de Economía para obtener inteligencia de mercados, sin responder a las ambiciones locales, el esfuerzo no será sostenible a largo plazo.
A final de cuentas, queda más o menos claro que el programa es muy superior a otros anteriores, como el ProÁrbol de Felipe Calderón, que fue un tiradero de dinero y un fracaso muy sonoro. Eso, sin embargo, no basta ni para combatir la pobreza, ni para recuperar la biodiversidad y frenar la pérdida de ecosistemas, ni para enfrentar al cambio climático.
Si nos conformamos con programas y prácticas improvisadas y desordenadas porque son mejores que lo que hacían los panistas no vamos a llegar muy lejos, y el cambio climático, la crisis de biodiversidad, la pérdidas de modos de vida campesinos seguirán avanzando como hasta ahora.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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