En Cuajimalpa, los pobladores rescataron un museo que estaba a punto de ser demolido para dar paso a oficinas administrativas. Sin embargo, ahora se mantienen a la expectativa ante la creación de una de las Utopías de Clara Brugada y piden que los consulten
Texto y fotos: Camilo Ocampo
CIUDAD DE MÉXICO. – En el corazón de Cuajimalpa, donde los ecos del pasado se entrelazan con las presiones del futuro, un grupo de vecinos consiguió lo que muchos consideraban una causa perdida: salvar el Museo Miguel Hidalgo de la demolición. Este museo, que guarda en sus paredes fragmentos de la historia nacional, estuvo a punto de ceder ante el avance de las inmobiliarias que, como en tantas otras partes de la ciudad, buscan reemplazar la memoria por el concreto.
La historia del Museo Miguel Hidalgo es, en muchos sentidos, la historia de Cuajimalpa misma. Un territorio que, al igual que muchas otras zonas de la Ciudad de México, se enfrenta a la construcción de edificios de lujo, el aumento del impuesto predial y la llegada de nuevos habitantes que transforman el paisaje social y económico.
Este es un capítulo de una historia más grande, la de un pueblo que se niega a ser borrado del mapa. En un contexto donde las inmobiliarias parecen dictar las reglas del juego, la resistencia de los habitantes de San Pedro Cuajimalpa demuestra que la memoria histórica, la cultura y la identidad no se venden, no se negocian: se defienden.
El Museo Miguel Hidalgo no es solo un edificio: es un símbolo de la lucha por la independencia de México. Durante los días previos a la guerra de independencia, Miguel Hidalgo y Costilla lo utilizó como mesón y lugar de descanso, un hecho reconocido por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Además, en sus estancias, se resguardaban códices prehispánicos que narran la historia de San Pedro Cuajimalpa, piezas claves de un pasado que no pueden olvidarse.
El señor Roberto, un vecino que forma parte del Concejo del pueblo, recuerda, además, cómo el museo también fue el primer lugar donde se impartieron clases a los niños del pueblo.
“Aquí estudió la primera generación de pequeños, entre ellos yo. Para nosotros, este lugar es un pilar de nuestra identidad. Es uno de los pocos espacios que no ha sido tocado por las nuevas construcciones”.
El gobierno quería demoler el Museo Miguel Hidalgo para dar paso a la construcción de oficinas administrativas de cuatro pisos. Este proyecto formaba parte de un plan impulsado durante la gestión del exalcalde Adrián Ruvalcaba en Cuajimalpa.
La comunidad, al enterarse de que el museo se desmantelaba y que planeaban reemplazarlo, solicitó información oficial y presionó a las autoridades para frenar el proyecto.
“El pueblo vio cómo comenzaron a sacar las cosas del museo, y no sabíamos qué estaba pasando”, cuenta Jakeline Martínez, integrante del Concejo del Pueblo. Y añade:
“Nos sentimos impotentes, pero decidimos actuar. Pedimos información oficial y descubrimos que lo que querían hacer era derribar el museo para poner oficinas».
La indignación creció y, como suele ocurrir cuando se toca algo que pertenece a la identidad misma de una comunidad, la resistencia se hizo cada vez más firme, pero la lucha no fue fácil.
Jakeline recuerda cómo las conversaciones con las autoridades fueron tensas, pero los pobladores no se dejaron intimidar. En noviembre de 2024, después de mesas de negociación con la administración local, los vecinos recuperaron el Museo Miguel Hidalgo. “Este es un triunfo de la organización comunitaria”, declara Jakeline.
“Gracias a la presión que ejercimos, junto con la voluntad política de algunos sectores del gobierno, pudimos frenar la demolición».
Tras la victoria, el Concejo del Pueblo, a través de un comunicado oficial, subrayó que este rescate demuestra que la organización y el trabajo conjunto entre la comunidad y las autoridades son fundamentales para proteger el patrimonio y las tradiciones. En el corto plazo, planean talleres de danza, clases de manualidades y actividades para fortalecer la identidad del pueblo. “Este espacio va más allá de un museo”, explica Jakeline. “Es un lugar donde nuestra memoria histórica puede seguir viva».
Pese a esto, las alarmas no se han apagado.
A pesar de la victoria, el pueblo no baja la guardia. En el horizonte, se perfila un nuevo reto: la creación de una Unidad de Transformación y Organización para la Inclusión y Armonía Social (Utopías), un proyecto impulsado por Clara Brugada, Jefa de Gobierno, con el que promete transformar la zona con centros culturales y deportivos.
Aunque los vecinos no se oponen a la iniciativa en sí, temen que el proyecto termine por afectar aún más su calidad de vida.
“No estamos en contra de que haya más espacios culturales o deportivos”, dice Jakeline. “Pero estos proyectos deben ser consultados con nosotros. El derecho a la consulta es uno de los más valiosos que tenemos los pueblos originarios.” Roberto coincide:
“No nos oponemos a las Utopías de Brugada, pero si es necesario, nos opondremos para proteger lo que es nuestro.”
Ante esto, los habitantes de San Pedro Cuajimalpa escribieron un pliego petitorio dirigido a la Jefa de Gobierno. Ahí exigen que no construyan edificios que superen en altura a la iglesia del pueblo, un símbolo de la comunidad; que incluyan actividades como huertas comunitarias y milpas para fortalecer las tradiciones locales; que no centralicen los servicios de la Utopía, lo que podría generar un caos en el tránsito y el abasto de agua, y que rehabiliten los edificios culturales existentes en la zona.
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