Hoy reconozco el legado de tantas mujeres que han marcado mi vida: comenzando por mi madre, una ceiba milenaria. A mis hermanas de sangre y de vida. A todas aquellas mujeres, a quienes he encontrado en los caminos de la vida. Este 8M será histórico
Twitter: @tuyteresa
Hace 20 años éramos unas cuántas mujeres saliendo al Centro Histórico de la Ciudad de México a repartir folletos sobre derechos sexuales y reproductivos. Por esos años también íbamos a mercados y plazas públicas a dar charlas sobre maternidad voluntaria. La gente nos miraba con sorpresa, como si fuéramos de otro planeta. Una de mis compañeras dijo: “Algún día seremos miles saliendo a la calle”.
Me parecía lejana esa posibilidad… parecía una utopía que las mujeres saliéramos por miles o millones a tomar el espacio público. Ese día ha llegado.
Aunque, como dicen las geógrafas feministas, los límites entre lo público y lo privado son difusos; y la ciudad, el desierto, el campo, las fronteras, el país entero… son un cuerpo social que necesitaba ser habitado por nosotras.
Habitado desde nuestros hogares; habitado desde nuestro cuerpo erótico, desde nuestro cuerpo sanado; habitado desde lo más profundo, desde la pedagogía de la no violencia y el placer de vivir.
Hoy reconozco el legado de tantas mujeres que han marcado mi vida: comenzando por mi madre, una mujer inteligente y digna; una ceiba milenaria, un árbol genealógico con raíces luminosas.
A mis hermanas de sangre y de vida. Con ellas conocí el mar del Caribe, los viajes en avión, en camión, en camioneta de redilas y por supuesto… a pie. A ellas les debo días y noches sin dormir conversando de la vida, del amor, del horror de andar a ciegas por geografías inesperadas. Con ellas he caminado por las rutas más insospechadas.
A mis mentoras: a la mujer de ojos azul profundo, quien me convidó de las letras y el amor al arte; a la maravillosa mujer que creyó en mí para ofrecerme mi primer empleo en el periodismo; a la enorme mujer de cabello plateado que me llevó por el universo de los sonidos; a las mujeres zapatistas y afrodescendientes: con su lucha han revelado mundos desconocidos. A las sanadoras y parteras, con la que he reencontrado un camino hacia mi interior. Por supuesto, a mis hermanas, con quienes comparto los cuidados de nuestras personas amadas.
A todas aquellas mujeres, a quienes he encontrado en los caminos de la vida.
Este 8M será histórico. El mundo está cambiando, aunque -desafortunadamente- no ha sido indoloro. Aún así, hay que encontrar resquicios, fisuras para que entre la luz de la alegría y la calma.
Hoy quiero expresar mi amor y mi reconocimiento, hermanas.
Y unas palabras:
Despertamos con el sabor del metal pesado
el plomo en la sangre todos los días
la burbuja a punto de reventar,
la ciudad sitiada a cuenta gota
sangre, ácido en el torrente,
nota roja, palabras negras,
Llueve, miramos el lodo comiéndonos los zapatos
el Metro exhala humo de llanta quemada y olor a rollitos primavera, chapulines y bombones con chocolate.
Inquietante fugacidad del miedo.
Llueven cenizas desde hace días
Y la sangre y la saliva… y las palabras de todos los días… pesan
La burbuja todavía no explota… se expande en su fragilidad
Somos poderosas y desconsoladas,
rabiosas y silentes,
Las miro, nos miro hermosas y nítidas,
perpetuas en el encanto,
fugaces en la trayectoria,
hermanas de todos los días, mis hermanas inquietas,
hermoseando el mundo con sus encantos,
distraídas, amorosas.
Alojamiento indiscreto y fugaz,
no se detiene, no se esfuma, no se derrumba,
se distrae pero no se derrumba, se resquebraja de un lado y de otro…
pero no se derrumba,
se moretea… pero no se derrumba,
se abisma… pero no se derrumba,
Nos miro, me miro… quedamos mudas después de la helada,
álgidas, disipadas, disparando miradas al cielo,
despertando la tempestad de los lirios muertos, abrumadas por el desencanto.
Y ahí viene otra vez, el vacío irrefrenable, los espacios sin dormir,
las piedras con moho,
las alcantarillas brillantes de las calles más concurridas,
los puestos de tacos al anochecer,
las chelas de los sábados,
el cinito al aire libre,
los sollozos de mis hermanas: flores rozagantes y desconsoladas,
repletas de agua y lucidez.
Caminaremos con nuestras ancestras, con nuestras abuelas, madres, hermanas, amigas, sin miedo.
¡Que este 8M nos siga iluminando la esperanza y sea colectiva!
Columnas anteriores:
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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