Cada año, la Ciudad de México se hunde 50 centímetros, y aunque un factor que contribuye a esto es el tipo de suelo que tiene,la construcción inmobiliaria y la extracción acelerada de agua también son parte del problema. ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Rogelio Morales / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – Hace unos días, un socavón de 15 metros de diámetro se tragó un gimnasio en la Alcaldía Gustavo A. Madero. El hecho no culminó en una tragedia porque días atrás, la dirección de Protección Civil de la Ciudad evacuó el lugar. Pero la noticia puso en la mesa un tema pendiente en la agenda de la capital: ¿por qué se hunde la Ciudad? Y,sobre todo, ¿qué hacemos para revertirlo?
En entrevista con Pie de Página, el geógrafo Juan Manuel García adelanta que los socavones en la Ciudad de México están relacionados con el tipo de suelo sobre el que se erigió la ciudad, pero también con el colapso del sistema de drenaje y la extracción acelerada de agua de los pozos que abastecen a la ciudad.
Cuando los mexicas comenzaron a construir lo que hoy es la Ciudad de México, tal vez nunca se imaginaron que se convertiría en una megaurbe.
Para García, este hecho debe ser el punto inicial para entender por qué se hunde la ciudad, y tomar las medidas para evitarlo.
“Vivimos sobre un lago, y para habitar aquí, pues este lago se comenzó a secar. Hay muchos datos que mencionan que este proceso inició desde los propios mexicas, quienes ya habían comenzado a tratar de secar el lago desde la parte oriental subiendo hacia el norte, pero ya fue en la época de la colonia cuando totalmente se pide que debe haber el asentamiento más grande, y por tanto se comienza a secar la parte central del Gran Lago de Texcoco”.
Juan Manuel García, geógrafo.
Esta condición, explica, es fundamental para comprender el hundimiento paulatino, no sólo de la Ciudad de México, sino del área metropolitana.
El factor clave, detalla el geógrafo, está en que cuando se seca un lago lo que queda en su lugar es sedimento, que contribuye a formar un suelo gelatinoso que, en teoría, no puede aguantar tantas estructuras encima de él, pues no es firme.
“Esta gelatina lo que hace es que en cualquier lugar donde hubo un lago y se quiere construir, pues se va a hundir. Eso es inherente a la condición física del suelo. Sin embargo, la situación que viene después es ¿tú qué tanto le vas a poner encima a ese lago y con qué mecanismos y medidas lo vas a hacer? Ahí está el problema actual”, explica.
Para dimensionar el problema, el geógrafo arroja un dato: al año, la Ciudad de México se hunde 50 centímetros. Y aunque esto pareciera insignificante, en realidad debería preocuparnos.
“Hay zonas donde es más acelerado el hundimiento. De hecho, el oriente es donde se empieza a hundir más: Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac. Ya hablando en zonas metropolitanas este fenómeno se ve también en Texcoco”.
Algo que comparten estos lugares es que son zonas de transición, es decir, lugares en donde cambia el tipo de suelo.
Por ejemplo, al poniente de la Ciudad, en la zona de Santo Domingo, la Magdalena Contreras y Tlalpan, el tipo de suelo es volcánico, por lo que es más firme.
Sin embargo, al oriente se encuentra un tipo de suelo mucho más blando, el cual se le denomina lacustre y es un resquicio de lo que fue el Gran Lago.
Aunque el medio físico es una de las causas de los hundimientos, los fenómenos actuales están asociados también a la extracción del agua y todo el proceso de perforamiento y entubamiento que esto conlleva.
El Valle de México se abastece de agua mediante dos formas: por las cuencas y ríos, y por pozos.
Actualmente, el 70 por ciento del agua que consume la zona metropolitana viene de pozos.
Para su distribución se usan sistemas de entubamiento que, sumados a las condiciones físicas del suelo, generan un mayo riesgo de hundimientos, socavones y agrietamientos.
Un ejemplo de esto es el reciente socavón en la Gustavo A. Madero, donde el sistema de drenaje y alcantarillado de la Ciudad de México informó que fue debido a una falla de las tuberías.
“Si tienes un suelo así, y le empiezas a sacar el agua, pues generas una burbuja de aire. Entonces, cuando tú le pones algo encima, ¿pues qué pasa? Se rompe y genera un tipo de socavón. Eso está pasando”.
Juan Manuel García, geógrafo.
Otro ejemplo de esto, menciona el geógrafo, es lo que ocurría en la Alcaldía Iztapalapa, donde tras protestas vecinales que demandaban el alto a la extracción de agua, los socavones han ido disminuyendo.
“Eso fue hace como 10 años, entre 2013 y 2014, cuando muchas vecinas y vecinos de Iztapalapa salieron a movilizarse; primero, debido a que estaban extrayendo agua que no era para la alcaldía, y en segundo lugar, porque estas obras estaban generando hundimientos y socavones y también estaban aumentando las grietas”.
Otro caso, recuerda, ocurrió en Ecatepec durante la construcción del Túnel Emisor Oriente. En ese entonces, en 2014, el proyecto se realizó mediante perforaciones conocidas como lumbreras, que fueron de un diámetro de 14 metros.
Las perforaciones generaron socavones, que en el caso de la Avenida Santa Teresa, provocaron el hundimiento de las casas.
Hay una relación entre ese tipo de obras y la permeabilidad, y también con la dureza de los suelos. Justamente todas esas cosas aparecen en las zonas de transición, y no es casual. Entonces, tenemos esta parte de las obras, y también de cualquier tipo de extracción que generan estas burbujas en las tuberías, y por otro lado, pero esto todavía está en debate para mucha gente, están las grandes construcciones, como las grandes torres o plazas, que sí podrían aumentar el grado de hundimiento, siempre y cuando exista también la extracción principalmente de agua”.
Para ilustrar esta correlación, García presenta un mapa elaborado por el Instituto de Geociencias de la UNAM, donde el agrietamiento y fractura de la ciudad coincide con las zonas de transición en donde se está extrayendo agua.
Entonces, ¿cómo podríamos evitar el hundimiento de la ciudad? Juan Manuel es claro: reformulando las políticas públicas.
Para el geógrafo de la UNAM, una medida urgente e inmediata que debería estar aplicando el gobierno de la Ciudad de México es el mantenimiento al sistema de tuberías.
“Hay como medidas de acción inmediata: la primera es el mantenimiento al sistema de tuberías en general. Sacmex tiene mucha infraestructura de hace 60 años, habría que revisar cuáles son las obras de inversión que le han dado para el mantenimiento”.
Otra medida es frenar la extracción de agua, algo que implicaría reformular el sentido que tienen actualmente las políticas públicas de la ciudad.
“Ya se está tratando de parar la extracción de pozos. Por ejemplo, están apostando a traer agua de otros lados, y otra vez generar obras hidráulicas como las de los años 20 y los 40, pero ese modelo también debe de estar a debate, porque pues sacas agua de otro lado para traerla a otro. Estos cambios deben venir con un nuevo modelo de distribución de agua que primero sea regular y que no sea desigual, y por tanto, que evite que esta condición física nos vaya a hundir aún más”.
Los últimos intentos gubernamentales han ido precisamente en este sentido. Por ejemplo, señala Juan Manuel, la rehabilitación de los grandes lagos es parte de eso, como ocurrió en el debate de la construcción del Nuevo Aeropuerto y el Lago de Texcoco.
“La rehabilitación del lago Texcoco no sólo es para tener un pedacito de condición natural, sino que también permite que estos sistemas lacustres mantengan un cierto equilibrio con esta zona, y pues ya no construyes. Al no construir se mantiene todavía una especie de relación circular, y se podría, a partir de esa agua que se junta, tratar de potabilizarla y orientarla”.
Juan Manuel García, geógrafo.
La consigna de esto, dice el geógrafo, es evitar la extracción a través de la perforación de pozos. Sin embargo, esta política se ha quedado corta en la ciudad, donde a pesar de existir zonas de mayor fracturamiento, no se han prohibido la construcción de megaproyectos inmobiliarios que, ante el riesgo de hundimiento, podrían terminar en una catástrofe.
“Me parece que debe existir una especie de política orientada al suelo, no solo al uso del suelo, sino a evitar la condición de seguir extrayendo y construyendo en estas zonas principales de la ciudad. Al desarrollo inmobiliario le vale un carajo esto, pero ya hay una especie de urgencia en cambiarlo”.
De seguir con esta tendencia, argumenta Garcíal, aumentan los riesgos de socavones que podrían afectar directamente a las viviendas y generar tragedias, pues conforme avanzan la extracción de agua y la construcción sin planificación, el suelo se vuelve más débil.
“Debe haber otro tipo de modelos que nos permitan mantener un ciclo de recarga de agua en la ciudad que sea efectivo, al tiempo que también tengamos una distribución equitativa y general para la ciudad. No lo estamos logrando, un ejemplo es lo que pasa con gran intensidad en Iztapalapa, que es un lugar sin agua en las casas, pero se está hundiendo porque extraen agua de ahí”.
Juan Manuel García concluye:
“Me parece que no somos muy conscientes del suelo en donde estamos pisando. Hay que ser más conscientes de esto desde la sociedad civil, pero también deben ser conscientes las acciones que hace el Estado desde las instituciones para generar más políticas orientadas al cuidado y también a la distribución de agua. Ahorita ya fue un gimnasio, después puede pasar que sea una vivienda. Entonces, cambiar la visión es lo que creo que nos permitiría tener una habitabilidad diferente en la ciudad”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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