Después de 4 años y medio, una madre buscadora logró recuperar parte de los restos de su hija desaparecida y darle una despedida digna. Lo hizo en el corazón de la Ciudad de México, a la vista de las autoridades que apenas reconocen la problemática en la capital
Texto: Isabel Briseño
Foto: Isabel Briseño y María Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO. – “Amigos y familia, hoy, con todo el dolor que me deja la vida, quiero decirles que cumplí la promesa que le hice a mi hija… La encontré. A pesar del dolor, puedo estar tranquila porque sé que ya está en casa. Gracias a quienes nunca dejaron de creer. Bienvenida a casa. Y, sobre todo, gracias a Dios, porque Él hizo esto posible”. Este fue el mensaje que Jaqueline Uribe Palmeros publicó en sus redes sociales, y con el que quienes la conocemos entendimos que, por fin, había encontrado a su hija, Jael Monserrat Uribe Palmeros.
Monse, como le dice su mamá, fue vista por última vez en un auto color gris en la colonia Apatlaco, en Iztapalapa.
A Monse no le gustaba usar zapatillas; prefería los tenis. “Si algún día me quieren hacer daño, ¿cómo voy a correr?”, le decía a su mamá. Pero Monse no pudo correr. Le arrebataron la vida.
Casi cinco años después de su desaparición, Monse por fin regresó a casa.
El lunes 20 de enero, Jaqueline Uribe convocó a una rueda de prensa afuera de las instalaciones de la Fiscalía de la CDMX. Ahí anunció que, durante la cuarta brigada regional Ajusco 2024, organizada e impulsada por el colectivo Una Luz en el Camino y realizada con amor por las familias y para las familias, encontraron varios restos óseos en la zona de Llano de Vidrio.
El 17 de enero, en una reunión presidida por la fiscal Bertha Alcalde en las instalaciones de la Fiscalía, notificaron a la madre buscadora que los restos pertenecían a su hija, Jael Monserrat Uribe Palmeros, desaparecida desde el 24 de julio de 2020 en la CDMX.
“Hoy sabemos que existe un 99.9% de compatibilidad con nuestros perfiles genéticos”, anunció Jaqueline frente a la prensa y diversos colectivos de buscadoras.
“Préstenme sus ojos y sus manos para regresar a mi hija a casa”, pidió Jaqueline desde sus redes sociales, al convocar a una búsqueda dirigida a localizar más restos de Jael Monserrat.
La también fundadora del colectivo Una Luz en el Camino organizó una brigada urgente y exhaustiva para intentar reunir más restos de la joven en la zona del Ajusco, en la alcaldía Tlalpan.
A la búsqueda de tres días se sumaron personas solidarias que se reunieron diariamente a las 6:30 de la mañana en el Metro Chabacano para salir en camiones hacia la zona.
El operativo de búsqueda, realizado por el gobierno de la ciudad, reunió a autoridades administrativas y judiciales en el paraje conocido como Llano de Vidrio, ubicado a las faldas del volcán Ajusco.
El padre Arturo, compañero solidario, criticó la pérdida de tiempo durante la jornada, ya que el apoyo del gobierno llegó dos horas tarde.
“¿Qué haces ahí? Nos hacen esperar y no podemos hacer nada. De nada sirve que salgamos temprano si ellos no llegan”, dijo el padre.
También conocido como El Mirador, este punto es clave para las búsquedas debido a su alta incidencia delictiva y porque ya se han encontrado cuerpos de personas reportadas como desaparecidas. “Es un lugar de depósito frecuente”, señalaron.
A pesar de la participación de elementos de la Guardia Nacional, policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, bomberos de la Ciudad de México, la agrupación Zorros, las Comisiones Nacional y Local de Búsqueda, la Marina, la Fiscalía capitalina y la Brigada Marabunta, Jaqueline Uribe Palmeros acusó que estos esfuerzos no fueron suficientes.
Jaky señaló que las autoridades han ignorado sus constantes peticiones para mejorar la seguridad en la zona, instalar arcos de revisión para automóviles y permitir que las madres y familiares participen activamente en las búsquedas.
El 28 de enero, durante el segundo día de la jornada de búsqueda para regresar a Monse a casa, localizaron el cuerpo de Rubén Díaz Valencia, un chofer de Uber de 62 años reportado como desaparecido el 24 de enero de 2025.
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Las autoridades indicaron que el cuerpo fue encontrado en la zona conocida como Las Cruces, cerca del kilómetro 32 de la Carretera Picacho-Ajusco, aunque decidieron no dar a conocer el hallazgo ese día debido a la presencia de la prensa durante la jornada de búsqueda.
Jaqueline aseguró que seguirá solicitando búsquedas en el Llano de Vidrio para registrar la zona y brindar apoyo a otras personas buscadoras que aún no localizan a sus familiares.
“Hoy Monse regresa a casa, pero no fue fácil”, dijo su incansable madre, Jaqueline Palmeros, quien encabezó el cortejo junto con los pequeños hijos de su hija. Desde un espacio tomado para redignificar y hacer memoria de las víctimas, la Glorieta de las Mujeres que Luchan, Jaqueline envió un mensaje contundente.
La imagen fue potente y dolorosa, pero digna: una guardia de madres buscadoras se alistó para recibir con honores y pétalos de rosas rojas el ataúd blanco con los restos de Jael Monserrat Uribe Palmeros.
El 25 de septiembre de 2021, el Frente Amplio de la Glorieta de las Mujeres que Luchan (FAGML), conformado por varios colectivos de víctimas y familiares de víctimas de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada, tomó la antes llamada Glorieta de Colón en Paseo de la Reforma. En lugar de la estatua del colonizador, colocaron la Antimonumenta Justicia, una silueta morada de una mujer con el puño alzado.
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Desde entonces, los intentos del gobierno por desalojar el espacio han sido numerosos: han removido tendederos de denuncia e intervenciones artísticas en memoria de las víctimas, y han borrado en varias ocasiones las vallas con los nombres de las mujeres violentadas, asesinadas y desaparecidas.
Ni siquiera la exjefa de gobierno y hoy presidenta, Claudia Sheinbaum, logró imponer una escultura con la que las mujeres no nos sentíamos representadas.
Jaky denunció que el acto de dignidad y memoria en el que se despidió a su hija Monse sufrió un retraso de más de cuatro horas debido a la falta de coordinación entre las autoridades judiciales, lo que retrasó la entrega de los restos óseos por parte del Instituto de Servicios Forenses y Ciencias Periciales.
“La historia de Monse es una muestra más de la indolencia, la negligencia y la omisión de un Estado fallido”, reclamó la madre desde ese espacio reivindicado por mujeres como ella, que luchan incansablemente.
También denunció que, durante la jornada de búsqueda, las autoridades se limitaron a observar sin participar, mientras las madres y familias realizaban el trabajo.
“Solamente nos miraban, nos miraban trabajar”.
Al finalizar su discurso, Jaqueline y las otras madres corearon:
“¿Por qué los buscamos?
Porque los amamos.
¿Por qué los buscamos?
Porque solo nosotras los encontramos”.
Mientras Jaqueline organizaba un merecido homenaje a su hija en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, la jefa de gobierno, Clara Brugada, anunció ese mismo día, el 31 de enero, la instalación del Gabinete de Búsqueda de Personas Desaparecidas, “con el objetivo de garantizar el derecho a ser buscado o buscada, y el derecho que todas y todos tenemos a no ser olvidados”.
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El Gabinete será coordinado por la Secretaría de Gobierno y la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. También participarán varios órganos y secretarías gubernamentales, así como de colectivos de personas buscadoras, la ONU y la OHCHR.
El Gabinete se reunirá de lunes a viernes por la mañana. Clara Brugada afirmó que, para finales de febrero, tendrán una estrategia concreta para mejorar los procesos de búsqueda. La estrategia la discutirán y enriquecerán en marzo con colectivos y familiares de víctimas, para implementarla en abril.
El secretario de Gobierno, César Cravioto Romero, indicó que los objetivos serán mejorar los procesos de búsqueda de personas desaparecidas. También, implementar una mejor coordinación entre las áreas de gobierno y desarrollar estrategias efectivas para prevenir la desaparición.
Por su parte, la fiscal general de Justicia, Bertha María Alcalde Luján, afirmó su compromiso con el fortalecimiento de los procesos de búsqueda inmediata. Lo hará, aseguró, junto con mecanismos que permitan a las familias un seguimiento institucional más ágil y accesible.
Al respecto, Jaqueline opinó que el gobierno debe actuar, no solo hablar.
“Quieren establecer una política pública para la búsqueda de personas desaparecidas sin contar con las familias. No. Tienen que venir a trabajar con nosotros para ver lo que hace falta”, dijo.
Después de picar, remover y cernir la tierra sin encontrar más restos de Monse, Jaqueline despidió a su hija junto a familiares y madres buscadoras en un velatorio en la alcaldía Iztapalapa.
Alrededor de las 9 de la noche, el padre Arturo, quien acababa de llegar de acompañar una búsqueda en el estado de Hidalgo, ofició una misa en la que dijo:
“No es solo una vida. Hay más de 120 mil víctimas de desaparición forzada. Información periodística revela que hay 72 mmil cuerpos sin identificar en los servicios forenses. Después de 4 años y medio de búsqueda, Jaqueline ya sabe dónde llevar flores, dónde elevar una oración. Sabemos que Monse descansa en paz, pero tú y yo todavía estamos aquí. Estas cifras son más que números fríos: son vidas, familias, corazones y proyectos truncados”.
“Yo tuve que caminar sola en algún momento, porque la sociedad nos deja solas. En este camino, encontré ángeles terrenales. Sin ellos, no hubiera podido encontrar a mi hija, porque todas nosotras no buscamos a uno, buscamos a todos los desaparecidos. Por eso, les pido que les demos un aplauso, porque ellas me ayudaron a traer a Monse de regreso a casa, y gracias a ellas, todos ustedes pueden compartir conmigo esa paz, esa certeza de que Monse ya está en un lugar mejor”, dijo Jaqueline ante su familia, vecinos y amigos.
Mientras los mariachis cantaban temas como Gema, Mi mayor anhelo y Como quien pierde una estrella, las madres buscadoras se abrazaron, conmovidas y unidas por el dolor de su compañera, que también es el suyo.
Este dolor dobla a cualquiera. Los ojos de Jaky, con ojeras pronunciadas y un notable agotamiento, parecían perdidos. Recibía abrazos y flores, pero parecía no estar presente.
Sonó la canción Como quien pierde una estrella. Era casi la una de la tarde, y algunas personas comenzaron a sacar cobijas y comida de uno de los cuartos del velatorio, señal de que la hora de ir al panteón se acercaba.
“Ahí tenemos nuestro ejemplo. Tenemos que seguir hasta encontrarlos”, dijo una familiar de Jesús Armando Reyes Escobar, trabajador de Sanborns desaparecido, a la señora Brígida, madre indígena buscadora.
Mientras ambas se acercaban abrazadas al llamado de Jaqueline para reunirse al frente, también llegaron Laura Cabañas, mamá de Julio César “Pollito”; Sonia, mamá de Daniel Hernández; Araceli Rodríguez, mamá de Luis Ángel León Rodríguez; y Vero Rosas, mamá de Diego Maximiliano Rosas, entre otras.
Antes de salir del velatorio, Jaky pidió un aplauso para todas las madres, a quienes agradeció nuevamente por su apoyo.
“Sin su ayuda, Monse no hubiera regresado. Monse ayudó a mucha gente a regresar a casa, con vida o sin vida. Estos días, Monse sacudió a las autoridades de la Ciudad de México”, dijo la madre, quien también agradeció los 21 años que tuvo en vida con su hija.
Finalmente, las madres reunidas alzaron sus manos y pidieron justicia:
“Justicia, ¿cuándo? ¡Ahora! Presentación con vida y castigo a los culpables. Sí se pudo, Jaky. Promesa cumplida”.
Ya en el Panteón Civil San Nicolás Tolentino, bajo un sol inclemente, fueron nuevamente las madres buscadoras quienes cargaron el ataúd blanco. Lo llevaron hasta el lugar donde descansarían los restos de Monse.
“Las búsquedas son un modo de amar, y estas mujeres nos están enseñando en México la dignidad. Con mucho dolor te despedimos, Monse, pero te agradecemos porque tu vida joven ha tenido un gran impacto en la vida de otras personas. Esto no debió suceder”, lamentó la hermana Paula, acompañante solidaria.
Después de entonar un canto dedicado a las personas desaparecidas, llegó el momento de despedirse de Monse.
Los mariachis siguieron tocando y cantando sobre la tierra. Lo hicieron bajo el intenso sol. Mientras tanto, Jaky, rodeada y cobijada por sus familiares, amigos y compañeras buscadoras, abrazó por última vez el ataúd blanco de su hija. Le prometió cuidar de sus pequeños hijos y obtener justicia.
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