Politizar los afectos, el amor y la sexualidad resulta estratégico para cuestionar la heteronorma, el heteropatriarcado, el racismo, clasismo, sexismo y un largo etcétera
Twitter: @tuyteresa
En junio de 1979 un grupo de jóvenes marcharon por primera vez en la Ciudad de México para exigir el fin de los abusos policiales contra la comunidad LGBT. Y aunque se tiene registro de manifestaciones previas, esta sería la primera vez que la comunidad tomaría el espacio público con una estrategia clara: posicionar la agenda LGBT.
Recordemos que 10 años antes se gestarían el movimiento estudiantil del 68, los movimientos guerrilleros y las luchas sociales que habrían convocado a la reflexión colectiva sobre temas como la educación, la justicia social, los derechos de las mujeres y por supuesto: los derechos de la comunidad LGBT.
Hoy la Marcha del Orgullo LGBTTIQ+ convoca a miles de personas pero, pensemos en el México de los años setenta. Aunque el feminismo y la liberación sexual habrían tenido eco en Estados Unidos, en México aún prevalecía una sociedad conservadora.
Durante siglos la comunidad LGBTTTIQ+ fue silenciada, borrada por la norma que exigía un mundo hetero conformado por familias nucleares con determinadas características físicas, de religión, etcétera. De allí que el concepto de orgullo fuera una estrategia de enunciación de una comunidad que ha luchado contra la patologización y estigma hacia la comunidad.
Gracias a décadas de lucha, tanto de la comunidad LGBTTIQ+, como del movimiento feminista y los estudios sobre la sexualidad, poco a poco se han posicionado los derechos sexuales en la agenda pública. Cuando decimos que hay que politizar el amor, la sexualidad y nuestras relaciones sexo-afectivas, nos referimos a esto.
No podemos seguir repitiendo patrones la heterosexualidad, la monogamia, la vida en pareja con fines reproductivos, no podemos dar por hecho que todas las personas se identifican con el género que les fue asignado al nacer.
México es uno de los países con mayor violencia hacia la comunidad LBTTTIQ+. Seguimos siendo un país intolerante con la diversidad sexual. Datos del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra las personas LGBT, revelaron que, desde mayo de 2020 hasta abril de 2021, ocurrieron al menos 87 crímenes de odio contra personas de la comunidad LGBT en el país.
Además de los asesinatos, este informe incluye los suicidios, la desaparición forzada y los atentados. Un dato alarmante y revelador es que el 47 por ciento de estos crímenes son perpetrados hacia las mujeres trans, lo que confirma la enorme violencia hacia esta comunidad.
A pesar de contar con un marco constitucional y leyes contra la discriminación, México sigue siendo uno de los países más peligrosos para la comunidad LGBTTIQ+ en América Latina. No basta con tener un maravilloso marco jurídico, la transformación cultural es vital. En este punto el papel de la educación sexual integral pública y gratuita, resulta clave.
¿Qué decir de los medios de comunicación? Hay una responsabilidad social en el tipo de mensajes que emitimos respecto a la diversidad sexual y en general a la expresión de la diversidad cultural, lingüística, religiosa, de pensamiento.
El mundo válido es aquel donde las personas son hetero, blancas, jóvenes, judeocristianas, sin discapacidad, delgadas. Esta ha sido la norma durante siglos. Todo lo que no quepa en este estrecho margen llamado normalidad es considerado inmoral, enfermo, incorrecto, equivocado.
Hoy en día es común escuchar que las luchas antirracistas cuestionan la noción de la heteronorma y las narrativas de la blanquitud. Sin embargo, aún falta asumirlo desde nuestro entorno más íntimo, y desde nuestros afectos. Politizar los afectos, el amor y la sexualidad resulta estratégico para cuestionar la heteronorma, el heteropatriarcado, el racismo, clasismo, sexismo y un largo etcétera.
Nuevamente me gustaría cerrar con algo del vasto legado de los movimientos globales LGBTTTIQ+:
Y también, ¿por qué no?, recordar que el movimiento LGBTTIQ+ nos ha enseñado el lado festivo de la vida, la reivindicación de la alegría, el placer y la libertad.
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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